El alcalde socialista de O Grove, José Cacabelos, es uno de esos políticos que ganan en las distancias cortas. Por eso no teme el cuerpo a cuerpo y desde que empezó el mandato se empeña en convocar asambleas vecinales -tantas que ya ni se sabe el número- para detallar personalmente todo tipo de proyectos: que si el auditorio, que si la peatonalización de la Castelao, que si ordenanzas, que si el PXOM...

De estas últimas, las charlas relacionadas con el siempre polémico documento urbanístico, ya lleva varias decenas, y parece que estaba haciendo buenas faenas en la mayoría de ellas.

Pero el jueves por la noche toreaba en la siempre difícil plaza de San Vicente, citando a los ciudadanos en la Casa da Cultura para dar los últimos pases de la faena urbanística.

Cacabelos volvió a arrimarse en cada lance con el capote, superó sin excesivas dificultades la suerte de banderillas y empezó a tener problemas con la muleta, sobre todo cuando empezaron a embestirle por la derecha.

Esto hizo que las cerca de dos horas de reunión acabaran como el rosario de la Aurora, y aunque acabó entre aplausos, si algunos no le lanzaron almohadillas fue porque no las tenían a mano. Quizás esto se deba a que entre el respetable se había introducido la plana mayor del PP, con su presidenta Beatriz Castro y su flamante portavoz municipal, Fernando Meis, como primeros espada. Junto a ellos, algunos de los pesos pesados de la comunidad de montes que preside Manuel Castro, el padre de la líder popular.

Ni que decir tiene que Cacabelos se enfrentaba a un público difícil, y esto quedó patente a medida que avanzaba la reunión -supuestamente vecinal- y se irritaban los ánimos. Llegó un momento en el que la gresca política habitual de los plenos se reprodujo en esta reunión, aunque en este caso sin los formalismos ni el supuesto respeto de una sesión plenaria, por eso el alcalde y la oposición se tuteaban y gritaban, especialmente a instancias de un Fernando Meis que quiere demostrar el por qué de su nombramiento como portavoz.

Por momentos la discusión fue bochornosa y las características del PXOM quedaron relegadas a un segundo plano.

La oposición trataba de acorralar al alcalde contra las tablas y éste intentaba contenerse para no entrar a matar mientras reclamaba a sus detractores que dejaran la política para los plenos.

Tras la complicada corrida del regidor en la noche del jueves hay dos cosas claras: Una es que Cacabelos volverá a vestirse de luces para saltar al ruedo nuevamente, de ahí que prepare ya las siguientes asambleas vecinales -la semana que viene para Estonllo, Campos y Meloxo- y la otra es que PP y PSOE de O Grove jamás se entenderán en esto del PXOM.