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Un testigo del tornado: "Era una gran tromba de agua y viento que se movía en remolino"

Los vecinos de Meaño hablan de un fuerte "estruendo" y relatan cómo las tejas entraron como proyectiles en las casas -Meteogalicia registró vientos de hasta 100 kilómetros/hora

Señales de tráfico arrancadas casi de cuajo por el viento. // Noé Parga

Los profesionales de Meteogalicia afirmaron ayer que "sobre el papel, el sábado a media tarde había condiciones meteorológicas para que pudiese producirse un tornado, pero cabe esperar a mañana (por hoy) para confirmarlo a ciencia cierta". "Sí que las primeras imágenes que podemos ver -añaden desde Meteogalicia- indican una inestabilidad muy fuerte a esa hora, con puntos amarillos en el radar que son indicio de que pudiera haberse producido un tornado".

Así se expresan los técnicos del servicio meteorológico de la Xunta de Galicia, después de que sobre las 16.30 horas del sábado un supuesto tornado echase abajo parte de las paredes y de la cubierta del pabellón deportivo de Xil, los tejados de varias viviendas y el plástico de un par de invernaderos. "Por el momento solo podemos confirmar de pleno que ayer se produjeron ráfagas de viento de más de 100 kilómetros por hora en esa zona, y será cuando analicemos todas las imágenes del radar cuando se defina con certeza si fue o no un tornado", agregan.

En Meteogalicia admiten además que "predecir estos fenómenos es imposible... Cierto que toda la zona costera está más expuesta a que trombas marinas que se originan en el mar, donde sí son más frecuentes, toquen tierra y se conviertan en tornados, y de hecho todos los años se registran fenómenos de este tipo". "Aún así -añaden los meteorólogos- son tornados de baja intensidad que no recorren muchos kilómetros tierra adentro porque en Galicia enseguida se encuentran con obstáculos que los desactivan".

Testimonios

Meaño intenta recuperar la normalidad tras el insólito suceso del sábado. Docenas de curiosos se aproximaron ayer a Xil para ver los enormes daños producidos por el temporal. Entre tanto, algunos testigos de lo sucedido relatan sus impresiones. En Dena, Emilio Cabaleiro, residente en el barrio de Coirón, fue testigo de lo ocurrido. "Me sobresaltó un enorme estruendo cuando sesteaba en la sala, y al asomarme vi una gran tromba de viento y agua que se movía en remolino y que tiraba todo por doquier". "Fue cosa de un minuto -agrega-, levantó el tejado de la casa por los cuatro costados, nos rompió la chimenea, y un bloque de hormigón que tenía en la terraza voló por los aires acabando allá bajo la viña".

Susto tremendo también el sufrido justo al lado en el restaurante Casa Portuguesa, donde una de las tejas arrancadas de la cubierta del colegio de Coirón impactó de forma violenta contra el cristal de la ventana de la cocina del restaurante, lo rompió y entró con tal fuerza en la cocina que rebotó en varias paredes antes de acabar en el suelo. "Solo la fortuna -apunta José Ruel, que regenta junto a su esposa el establecimiento- hizo que no se produjera una desgracia porque en ese momento estábamos cuatro personas trabajando en la cocina, y la teja y las esquirlas de cristal salieron en todas direcciones".

Mientras, en el exterior, muestra los daños en el tejado y como el viento arrancó literalmente una ventana corredera de aluminio del raíl de una cristalera y dobló el marco de otras hojas que tenía al lado. Prueba de la virulencia del fenómeno fue que el viento sacó incluso de su raíl el pesado portalón de barras de hierro de 4 metros de longitud por 1,80 de alto que da entrada al colegio, y arrancó de cuajo un tramo de la bajada de un canalón de aluminio.

Aunque los daños no solo fueron de consideración en el centro escolar, sino también en el bloque de viviendas de profesores, donde el impacto de tejas rompió los cristales de varias ventanas y dejó muescas en las paredes exteriores.

Justo detrás, en el número 4 de la Rúa do Colexios, la violencia del viento arrancó un pilar de hormigón que sostenía una terraza exterior, destejó una vivienda y le rompió la chimenea.

Entre tanto, en la "zona cero" de Xil, los dueños de la vivienda más afectada explicaban a sus convecinos lo ocurrido en compañía de su hija Pilar, que fue quien en realidad lo vivió en casa, ya que ellos regresaban a esa hora de un viaje por Canarias "y supimos lo que había pasado cuando volvíamos con ella del aeropuerto". Tenían su casa cubierta con lonas, para aguantar más jornadas de lluvia y viento.

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