Entrevista | Antón Castro Catedrático de Arte Actual de la Universidade de Vigo

Antón Castro, catedrático de Arte Actual: “Lorca queda impresionado por Galicia y absolutamente seducido por Santiago”

El Museo de Pontevedra acoge hoy la presentación de Máxicalorca Compostela

Antón Castro, en un autorretrato “lorquializado”.

Antón Castro, en un autorretrato “lorquializado”. / Antón Castro

El Museo será escenario esta tarde de la presentación de Máxicalorca Compostela, una obra en la que Antón Castro profundiza en el paisaje urbano de Santiago y que incluye fotopinturas en las que “lorquializo los lugares que voy visitando”, explica, siguiendo las huellas de Federico García Lorca en la ciudad del Apóstol.

–¿Qué aborda en este nuevo trabajo?

–“Máxicalorca Compostela” trata de los tres viajes que hizo Lorca a Santiago de Compostela, y analizo todos los recorridos que hizo, las plazas, las calles, los monumentos, cómo quedó fascinado el poeta por Compostela. Lorca era muy de frases y llegó a decir, cuando estaba en A Quintana, a la consideraba plaza butaca, “si en algún sitio me tienen que enterrar que sea en A Quintana”, A Quintana dos mortos. A partir de Romancero Gitano y de Poeta en Nueva York voy analizando los paseos de Lorca y la visión de los monumentos, plazas y calles con un cromatismo que es el cromatismo lorquiano, que he extraído de la lectura de esos dos poemarios: Romancero gitano, de 1928, con colores muy, digamos, popularistas; y Poeta en Nueva York, que entra en una estructura más onírica y surrealista.

–¿Cómo es Lorca cuando llega a Santiago?

Era un estudiante. Lorca nació en 1898 y la primera vez llega a Santiago un 27 de octubre de 1916. Llega en tren a la estación de Cornes, en Conxo, y en ese momento tiene 18 años. Viene con un grupo de estudiantes de la Universidad de Granada, por lo tanto es un Lorca muy joven, con aficiones musicales, con aficiones literarias, que muy pronto va a ser seducido por Rosalía. Visita varias ciudades gallegas, pero yo me parado en Santiago, donde está tres días, y hace un recorrido en principio por la catedral. Queda fascinado por el Pórtico de la Gloria, recorre los grandes monumentos y las grandes calles y llega hasta la Colexiata do Sar, por la que queda subyugado, tanto por el templo con sus columnas inclinadas, como por el claustro románico.

–También visitó Pontevedra.

–El poeta visitó Pontevedra en dos ocasiones, en mayo de 1932 y en noviembre de ese mismo año. En mayo venía con La Barraca, hizo una representación en la plaza de A Estrela; y en noviembre, concretamente el día 19, pronuncia una conferencia en el antiguo cine Coliseum, que estaba en la calle García Camba. Pero quizás al lugar al que está más ligado es al Café Moderno. Y se publica de él un poema en la revista Cristal de diciembre de 1932.

Lorca era muy de frases y llegó a decir, cuando estaba en A Quintana, a la consideraba plaza butaca, “si en algún sitio me tienen que enterrar que sea en A Quintana”

–En total, vino 4 veces a Galicia

–Cuatro veces, sí. Lorca estuvo 3 veces en Santiago, y visita muchos lugares, las ciudades importantes, A Coruña, Lugo… Hace representaciones, llega a Vigo, donde quedan las únicas imágenes filmadas de la estancia de Lorca en Galicia, e incluso llega a pueblos o ciudades pequeñas, como pueden ser Vilagarcía y Betanzos.

–¿Qué impresión saca de Galicia?

–Lorca queda impresionado de Galicia, especialmente de Santiago, queda absolutamente seducido por Santiago y lo refleja en sus escritos. En Santiago está acompañado por toda la generación de Os Novos, es decir, los vanguardistas históricos gallegos, estamos hablando del segundo y tercer viaje de Lorca, que es en mayo, cuando viene invitado por la Asociación de Intelectuales de la República. Viene a dar una conferencia, aunque realmente impartirá dos, una en el actual instituto Rosalía de Castro y otra en la universidad. En noviembre representa los entremeses de Cervantes en A Quintana y queda tan seducido, tanto, que sabemos que estas estancias nutrieron la concepción de los famosos “Seis poemas gallegos”, que se publican en una edición de Blanco Amor de 1935.