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El mago de las cuerdas

El de luthier es un oficio de amor por los instrumentos | Martín González los restaura y diseña en un proceso totalmente manual

Martín González sosteniendo uno de sus violines en su taller de Vilaboa. | // GUSTAVO SANTOS

La Real Academia Española define Luthier como la persona que construye o repara instrumentos musicales de cuerda. Es decir, un artesano de la música, que no sólo compone o interpreta partituras, sino que crea, con sus propias manos, los elementos de los que brotan las melodías. Martín González es un auténtico mago de las cuerdas. Sólo hace falta poner un pie en su taller, en la Rúa Paredes, 70 (Vilaboa), para darse cuenta de la intensidad y la dimensión de su pasión por la música y, de todo, lo que emana de ella.

En el número uno de la lista de amoríos instrumentales de Martín González se encuentran los violines. “Mi vínculo con la música se remonta a la infancia. Tuve mi primer violín con siete años, y empecé a formarme en una escuela de música para, posteriormente, estudiar en el conservatorio. Fue el hecho de ser violinista lo que me puso en contacto por primera vez con los luthiers, ya que todo instrumento requiere de mantenimiento. Yo veía trabajar a estos artesanos, y rápidamente me entró la curiosidad por aprender más del oficio”, explicó. De hecho, la suya fue una vocación temprana y muy reveladora. “A los trece años ya tenía claro que quería estudiar y dedicarme a luthería”.

Este joven artesano recuerda como un momento trascendental para el inicio de su carrera profesional el visionado del filme “El violín rojo”. “Fue una película que vi en la televisión, y que narra la historia del violín a lo largo del tiempo. Me quedé prendado de las escenas en las que el luthier construía y reparaba los instrumentos. Fue el impulso que me faltaba para empezar a tirar del hilo y descubrir de qué manera podría formarme en luthería”. Su propio luthier ejerció de guía en su camino y, de todas las sendas posibles, Martín se aventuró por la más exigente. “Tomé la decisión de hacer la prueba de selección para el acceso a la Escuela Internacional de Luthería Antonio Stradivari, en Cremona, Italia” y, tras una temporada estudiando italiano, este intrépido pontevedrés, de tan sólo 19 años, consiguió el ansiado ingreso.

"Veía trabajar a estos artesanos, y rápidamente me entró la curiosidad por aprender más del oficio”, explica. De hecho, la suya fue una vocación temprana y muy reveladora. “A los trece años ya tenía claro que quería estudiar y dedicarme a luthería”

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En Cremona, capital mundial del violín, Martín estuvo formándose durante tres años, y trabajando durante otros dos. “Me especialicé en construcción y restauración de instrumentos, y tuve la suerte de recibir instrucción de grandes maestros como Alessandro Voltini o Davide Sora”. Además, el joven recuerda con emoción como en Italia construyó su primer violín y la reparación de dos piezas muy especiales. “Se me presentó la oportunidad de reparar dos violines del año 1800, y siempre lo recordaré con gran cariño”. Fue coincidiendo con el estallido de la pandemia de COVID-19 que Martín regresó a casa, y, aunque sus aspiraciones se vieron un tanto alteradas por la situación sanitaria, se resolvió a abrir sus taller, que cuenta con apenas un año de actividad. “En Galicia hay realmente pocos luthiers y eso me animó a regresar e iniciar mi propio negocio”.

“Tomé la decisión de hacer la prueba de selección para el acceso a la Escuela Internacional de Luthería Antonio Stradivari, en Cremona, Italia” y, tras una temporada estudiando italiano, este intrépido, de tan sólo 19 años, consiguió el ansiado ingreso

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El suyo es un trabajo realmente minucioso y delicado. “Todo se hace manualmente, sin máquinas. Incluso el barniz, que emplea resinas naturales”. Martín considera que lo más importante para construir un violín es la elección y el tratamiento de las maderas. “Cada trozo es singular, precisamente se estudia física acústica para saber cual es la sonoridad de la madera de resonancia”. Y relata que el momento “más crítico” de su oficio “es encajar el mango del instrumento en la caja”. En cuanto a las reparaciones, el luthier adquiere la precisión de un cirujano, “abrir la tapa armónica es el momento más invasivo para el instrumento, ya que puede agrietarse por todos lados. Es importante no sólo reparar las grietas, sino buscar el motivo por el que se produjeron” .

Coincidiendo con el estallido de la pandemia de COVID-19, Martín regresó a casa, y, aunque sus aspiraciones se vieron un tanto alteradas por la situación sanitaria, se decidió a abrir sus taller, que cuenta con apenas un año de actividad

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De esta forma, Martín González trabaja por conseguir el sonido más perfecto, el instrumento ideal que sea como una extensión del propio violinista y que le permita expresar con naturalidad todos sus sentimientos. Y, en ese proceso, mantiene viva la tradición de construir los instrumentos con los mismos métodos, materiales y herramientas que se usaban hace 300 años, a lo que se une hoy además la investigación en acústica y materiales para mejorar aún más las prestaciones de estos instrumentos. ”Los clientes me contactan por instagram (@vmartinluthier) o a través de correo electrónico (vmartinluthier@gmail.com) pero siempre pido ver el instrumento en persona para poder hacer una valoración justa”, detalla el artesano.

Trabaja por conseguir el sonido más perfecto, el instrumento ideal que sea como una extensión del propio violinista y que le permita expresar con naturalidad todos sus sentimientos

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Dentro del sector de la artesanía, el de luthier es uno de los oficios menos frecuentes, pero para Martín es esa singularidad la que aporta un aura romántica y bonita a la profesión. “Este es un trabajo muy gratificante. Para mí, el top, el momento más feliz de mi profesión es ver un violín, o una guitarra mía, tocando en un concierto. Es una pasada, porque ese sonido que llega a tus oídos está hecho por ti”. Martín González seguirá trabajando para hacer instrumentos únicos y para seguir sintiendo la misma emoción cada vez que una nota alcance sus oídos. Que los violines sigan sonando.

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