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La segunda juventud de los “abuelos”

Los perros más viejos, los que más años pasan en las protectoras, rejuvenecen al tener hogar

Wilson, Sabela y Gandalf posan, rejuvenecidos, junto a quienes les dieron un nuevo hogar. | // GUSTAVO SANTOS

“Los perros que lo han pasado tan mal cuando empiezan a encontrarse bien viven como una segunda infancia”, apunta Elisa López, portavoz de la Canceira de Poio. Gandalf encontró hace unos meses, a sus 12 años, un hogar definitivo después de cinco años en la protectora. Está aprendiendo a jugar imitando al otro perro de sus dueños y donde antes veía una simple pelota ahora ve un motivo de juego. “Antes lo veías y parecía que no sentía nada, tenía otra mirada. Ahora ves cómo intenta jugar a pesar de ser mayor, cómo sube las escaleras corriendo cuando antes le temblaban las patas y es muy bonito vivir ese cambio”, señala su propietario, Yago Muíños. A Gandalf lo encontraron abandonado desnutrido y con un tumor. Obsesionado con la comida, ahora duerme tranquilamente mientras ve cenar a su dueño.

El pasado invierno la Canceira de Poio hacía un llamamiento a través de FARO para que los “abuelitos” encontraran un hogar en el que aguantar las bajas temperaturas. A día de hoy tres de ellos han sido adoptados y una cuarta está en acogida.

Miguel con Oso

Justo cuando Gandalf encontró su hogar la Canceira recibió una llamada desde Asturias preguntando por él y definitivamente se quedaron con Oso, otro de los casos urgentes. Un perro de 12 años que fue rescatado el pasado verano por la policía local y que cuando llegó a la asociación ni si quiera era capaz de andar. “Desde que nos mudamos a una casa en el campo decidimos adoptar al perro que más lo necesitara y empezamos a adoptar perros mayores, que pueden estar en una protectora desde 6 a 10 años. Intentamos adoptar a los perros que más difícil lo tienen”, cuanta su actual dueño. Miguel Sariego. “Son perros que llevan mucho tiempo allí y a nada que le des cariño te lo devuelven con creces. No nos importó que Oso fuera PPP y nos enamoramos en seguida. Tenía como esa mirada perdida de necesitar ayuda. Ahora parece un perro nuevo, está aprendiendo a correr y a jugar”, apunta Sariego. El asturiano aclara que, dispuestos a adoptar, buscan entre los casos más complicados de todo el país porque entienden que “los cachorros al final salen más fácilmente” y pese a que ya han visto morir a alguno de esos perros cree firmemente que vale la pena haberle dado una segunda vida.

"Son perros que llevan mucho tiempo allí y a nada que le des cariño te lo devuelven con creces"

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Raquel Montes también poner por encima el bienestar de Wilson en sus últimos años de vida que el dolor de poder perderlo rápidamente. “Más pena me daría que se muera allí solo y que sus últimos años de vida os pase sin hogar. Sea dos meses o dos años te quedas con la satisfacción de que en su última etapa estuvo bien cuidado y con cariño”, explica. Montes adoptó a este perro de 9 años después de que su descripción en una publicación de Facebook “me recordaba a mi perra y me la imaginaba pasándolo tan mal que no podía dejar que se muriera allí.” Así , todos animan a darle una segunda vida a estos perros que solo necesitan un poco de paciencia y cariño. “Su familia los abandonaron y una vez allí ven cómo otros salen, pero ellos no”.

Seis abuelos en adopción

Desde la protectora explican que no acostumbran a trabajar con casas de acogida a menos que sea un caso de necesidad, dado que ya les ha ocurrido que “se han cansado” y vuelven a traer al perro. A día de hoy la Canceira aún tiene en adopción seis perros mayores de 10 años, de los que algunos llevan ya seis años sin hogar. La asociación incide en la importancia de adoptar “abuelos” a los que el paso del tiempo en la Canceira le comienza a pesar en exceso.

Sabela continúa buscando adopción

Sabela, de unos 11 años, es una de las perras más especiales de la Canceira. Llegó hace tres años y tenía pánico a todo el mundo. Desde hace unos meses está en una casa de acogida y ha cambiado por completo. “Vimos cómo era la situación en invierno, cómo el suelo se congelaba y nos pusimos en contacto para ver qué casos tenían con más dificultades y me hablaron de Sabela”, explica Aimara Sotelino. “El primer día tenía un miedo tremendo, no me dejaba acariciarla, tenía pánico. Pero me dijeron que era así con todo el mundo. Fui a visitarla varias veces para que el cambio no fuera tan brusco y la trajimos en acogida. Los primeros días no comía, estaba distante, si se asustaba echaba a correr, pero poco a poco comenzó a dejarse acariciar. Ahora le encanta los mimos, viene corriendo a recibirnos y es una perra sin ningún problema”, explica.

Pese a todo no le pueden dar un hogar definitivo y Sabela sigue estando en adopción. Sotelino explica que la perra ahora es mucho más sociable y que no cree que vaya a tener ningún problema para adaptarse a un nuevo hogar. Sabela tiene varios bultos en el estómago y necesitaba adelgazar para ser operada, por lo que estar de acogida le urgía.

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