Las hermanas y amigos de una víctima de violencia machista, cuyo compañero está acusado de agresión sexual, lesiones, detención ilegal y difusión de fotografías vejatorias, afirmaron ante el tribunal de la Audiencia Provincial que juzga a R.F.C. por estos hechos, que la mujer solo podía relacionarse con su familia “a escondidas”, siempre sin que él se enterase, y que ella se preocupaba de la ropa que compraba porque “igual no le gustaba a él”, explicó una de sus hermanas.

En el juicio que comenzó ayer en la sección cuarta de la Audiencia de Pontevedra las testigos aseguraron que la víctima vivía “atemorizada” por su pareja, que éste no le daba llaves de casa ni permitía que la hija de ambos visitase a la familia de la mujer, y apuntaron como ejemplo que una noche en la que se fue de cena con sus compañeras de trabajo la obligó a dormir fuera, en el coche, como castigo.

La Fiscalía solicita para el acusado 39 años de prisión, como supuesto autor de los delitos de agresión sexual, lesiones, detención ilegal y revelación de secretos, por enviar fotos de la mujer desnuda.

En su declaración el hombre negó todas las acusaciones y llegó a afirmar que “no le controlaba la ropa porque ella viste muy normal” por lo que “no tenía nada que controlarle”. También aseguró que ella “tenía problemas con las compras” y que las decisiones sobre la hija de ambos “mayoritariamente las tomaba yo, porque ella no le pone muchas normas, la consiente bastante”. El acusado solo respondió a las preguntas de su abogada. Argumentó que no le gustaba que la hija de ambos fuese a la casa de la familia de ella porque “su padre está a tratamiento psiquiátrico y su hermana se intentó suicidar; no es un ambiente bueno para la niña”. También alegó que la noche en la que acudió la Policía había ingerido “diez o doce cervezas”.

La víctima declaró a puerta cerrada y separada por un biombo del supuesto maltratador.

Su detención se produjo el 10 de octubre de 2019, cuando la Policía acudió al hogar que compartían porque un amigo de la víctima recibió en su teléfono móvil unas fotos de la víctima, desnuda y vejada, acompañadas de frases obscenas. Este hombre, que testificó en el juicio, decidió avisar a la Policía cuando recibió las fotografías, al entender que no las estaba enviando ella, ya que aparecía en las mismas de espaldas.

“Me contó que él la llamaba gorda, cachalote, bacalao”, afirma una amiga

En el domicilio y tras una búsqueda de aproximadamente media hora por el hogar, los agentes se encontraron a la pareja escondida en el taller que el hombre regentaba a pocos metros del domicilio. Según el testimonio de un funcionario de Policía que participó en la intervención, la mujer se encontraba en el momento de ser localizados “muy nerviosa, amedrentada, si capacidad de articular palabra, totalmente envuelta en serrín que había por el suelo del taller y con la cremallera del pantalón bajada”. Él recibió a los agentes “tranquilo, como si no pasara nada”, dijo el agente.

Las hermanas de la víctima que testificaron en esta primera sesión del juicio afirmaron que a su sobrina, que en el momento de los hechos contaba 8 años, no la había visto nunca porque él no lo permitía. Una de las hermanas había visto una vez a la niña, de forma muy fugaz porque, según explicó, él no lo permitía.

“Tenía miedo por nosotras”

También coincidieron en afirmar que la mujer evitaba encuentros de su familia con el acusado “para protegernos a nosotras, tenía más miedo por lo que nos pudiera pasar a nosotras que por ella”.

Una amiga explicó además que la víctima le contó que él la llamaba “gorda, cachalote, bacalao”, entre otros insultos. Trató de ayudarla, invitándola a quedarse en su casa, algo que hizo durante cuatro días, pero que la víctima quería volver al domicilio que compartía con su pareja porque “no quería dejar a la niña, la echaba mucho de menos”.

Esta mujer explicó que cuando hablaban por teléfono, la víctima siempre cortaba la llamada en cuanto llegaba él y que la notaba “con una muy baja autoestima, se sentía como si no fuera nadie, muy desvinculada de su familia” por lo que en reiteradas ocasiones le intentó hacer ver que “esa no era una vida normal”.

Una de las hermanas explicó además que en una ocasión la acompañó a un centro de ayuda a las víctimas de malos tratos pero que “no sé porqué dejó de ir” y añadió que su hermana “no se abría” a hablar con ellas.

El juicio continuará el próximo 4 de febrero en la Audiencia de Pontevedra.

Obligada a cocinar con leña y no ver televisión

La Fiscalía expone que casi desde el inicio de la relación y en especial desde que tuvieron a su hija, el encausado, sometió a la víctima a continuas humillaciones y menosprecios, que la insultaba y amenazaba diciéndole “cochina”, “derrochadora” y que no era muy femenina, que tras haber dado a luz se había quedado muy gorda, que no servía ni como madre, que tenía la casa sucia, y que si se quería ir, lo podía hacer pero su hija se quedaba allí. Asimismo, –añade la fiscal– la controlaba, no permitiéndole que mantuviese contacto asiduamente con sus hermanas y padres, a quien solo podía ver a espaldas del encausado o llamarlos por teléfono a escondidas, con la finalidad de lograr su aislamiento social y familiar, e incluso prohibía que llevase a su hija a encontrarse con la familia materna, decidiendo él exclusivamente todos los aspectos relacionados con la educación y salud de su hija sin permitir injerencias de ella.

Según la acusación, el hombre llegó a cortar los cables de la televisión para impedir que la mujer pudiese verla, no reparó la cocina de casa para que ella tuviera que encender la cocina de leña, o que en una ocasión la hizo dormir fuera del hogar, en un coche. El 10 de octubre de 2019, después de que un vecino le dijese que su pareja “se daba el lote con otro hombre” el acusado esperó a que la mujer llegase de trabajar, para decirle en cuanto entró por el portal que le ayudase en el taller. Una vez dentro del taller, cerraría la puerta desde dentro para que ella no pudiese salir y después de preguntarle quién era el otro, y responderle ésta que un amigo, le pegó una bofetada con la mano abierta, tras lo que iniciaría la agresión sexual, los insultos, y le tomaría las fotografías para enviarlas al amigo de ella, según expone la Fiscalía.

El acusado habría enviado a un amigo de ella fotos de la víctima con el pantalón bajado y con frases vejatorias

La Fiscalía aprecia hasta cinco delitos en los hechos denunciados, que sumarían 39 años de prisión. Así, por el delito de detención ilegal la fiscal pide una pena de dieciocho años, además de la prohibición de aproximarse a una distancia no inferior a 500 metros de la víctima y de comunicarse con la misma por cualquier medio por un período superior a diez años a la pena de prisión. Por un delito continuado de agresión sexual, con penetración, se solicita doce años de prisión y libertad vigilada durante otros diez años. En tercer lugar, por un supuesto delito de lesiones contra la mujer se pide una pena de prisión de doce meses y privación del derecho a la tenencia y porte de armas por tiempo de tres años.

Por el delito de maltrato habitual se solicitan para el acusado las penas de tres años de prisión, unida también a la privación del derecho a la tenencia y porte de armas de cinco años y libertad vigilada durante diez años. En quinto lugar, la Fiscalía aprecia un delito de revelación de secretos (por las fotos enviadas a un amigo de la víctima), por lo que pide que se añadan penas de cinco años de prisión.

La acusación afirma que el hombre hizo primero dos fotografías a la mujer de espaldas y con el pantalón bajado, y se las envió desde la aplicación Whatsapp al teléfono de su amigo, acompañado del mensaje “mira que puto chulo”. Después habría enviado otra foto con un pene ante la mujer. Todas estas penas van acompañadas de la prohibición de aproximarse a la víctima, de su domicilio, lugar de trabajo, o lugares que ésta frecuente y de comunicarse con la misma por cualquier medio, además del abono de las costas procesales. Para el cumplimiento de las penas de prohibición de aproximarse a la víctima se solicita su control mediante pulsera telemática para aquellos períodos en los que no se encuentre ingresado en un centro penitenciario.