La vida de Chuli cambió por completo cuando su dueño, el párroco de Raxó, falleció hace unos días. Ahora, sin nadie que se quiera hacer cargo de ella, está en la Canceira de Poio a la espera de encontrar un hogar. La perra no entiende esta situación y no se adapta al lugar ni a los otros perros. Llora y busca incansable a alguien conocido.

Esta perra, de tamaño mediano, tiene unos ocho años es “muy sociable, le gusta mucho estar con la gente, pero le cuesta adaptarse y evita al resto de los perros”, comentan desde la Canceira señalando que “lo está pasando muy mal”. Después de 10 días, el plazo legal para reclamarla, nadie lo ha hecho y ahora pasa a ser de la Canceira.

La asociación ha vivido casos similares en los que los perros han muerto en la perrera poco después que su dueño y piden para Chuli un destino distinto en un nuevo hogar.