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El Teatro Principal, una propiedad muy codiciada

Manuel Becerra compró el edificio en una subasta judicial en 1892, luego pasó en 1942 a Dolores Vázquez, y ésta lo vendió al Ayuntamiento en 1983

Creada en 1864 con el único fin de promover una sede para el Casino y un teatro para Pontevedra, veinticinco años después la Sociedad Constructora del Liceo Teatro creyó llegado el momento fatal de su liquidación irremediable. Abrumada por las deudas y acosada por los embargos, no vislumbró otra salida que una subasta pública de ambos edificios para encarar su quiebra.

El Casino se endeudó hasta las cejas para hacerse con su local social en 1889 previo pago de 65.000 pesetas. Pero la licitación del Teatro del Liceo -así llamado inicialmente- aún coleó, hasta que el Juzgado de 1ª Instancia puso fecha y precio: el 25 de enero de 1892 a un tipo de 25.500 pesetas.

Como la tasación del teatro era un chollo, el Ayuntamiento trató de adquirirlo a pesar de que no tenía un real. El pleno municipal facultó al alcalde, Ángel Cobián Areal, para acudir a la subasta, “previa autorización del ministro de la Gobernación, que puede solicitarse telegráficamente”. Sin embargo, el permiso nunca llegó o el Ayuntamiento se echó para atrás a última hora.

José Riestra López, Isidoro Martínez Casal, Enrique Pazos Poncet y Manuel Becerra Armesto, todos ellos personas distinguidas y adineradas, formalizaron sus proposiciones respectivas. Finalmente, éste último se llevó el gato al agua porque hizo la oferta más alta: 45.500 pesetas, contra las 45.000 que presentó el marqués de Riestra.

Nacido en Santiago, de familia noble oriunda de Navia de Suarna (Lugo), Manuel Becerra Armesto Gómez Rancaño y Zubieta, se convirtió en vecino de Pontevedra por su matrimonio con Josefa Malvar de la Maza Taboada y Quiroga, descendiente del arzobispo Malvar y Pinto y propietaria del Palacio de Gandarón en Salcedo, donde fijaron el domicilio familiar.

La propiedad del teatro dio un plus de notoriedad a Becerra entre la buena sociedad y contribuyó a su designación como alcalde entre el 1 de enero de 1906 y el 15 de julio de 1909, una de las etapas más largas de aquel tiempo, cuando los regidores pontevedreses solían durar a lo sumo un año.

Becerra dotó al teatro de una notable redecoración, amén del arreglo necesario para su reinauguración el 5 de junio de 1893. Él nunca contempló su explotación como promotor de espectáculos, sino en régimen de alquiler a las compañías teatrales y musicales de gira por Galicia; también realizó algunas cesiones generosas para veladas benéficas.

Durante esa etapa inicial, a caballo entre los siglos XIX y XX, el Principal funcionó de manera discontinua, con diversos períodos de inactividad preocupante. No obstante, el teatro pasó a la historia como el lugar donde los pontevedreses conocieron el cine, primero mudo y luego sonoro.

Gonzalo Mucientes Vigo fue el primer empresario local que arrendó el local por una larga temporada. Luego siguieron Ramón Dios y Albino Patiño, que regentaron al mismo tiempo el Teatro Circo en Las Palmeras. Y finalmente, la actividad continuada llegó con Isaac Fraga Penedo desde 1916. Bajo la gestión de este gran empresario, el Teatro Principal acogió exitosas temporadas cinematográficas y teatrales que recogió en detalle Carlos Aurelio López Piñeiro en su libro “O nacemento dunha cidade. A implantación do cine en Pontevedra”. Por cuenta de Fraga corrieron igualmente mejoras y arreglos del local; sobre todo, una amplia renovación interior en 1921.

Estos cambios en su gestión comercial provocaron una cierta confusión entre investigadores sobre la propiedad del teatro tras el fallecimiento de Manuel Becerra en 1912. Algunos autores incluso consideraron y escribieron que pasó a manos del Ayuntamiento, atribución totalmente errónea.

El Principal siguió en manos de la familia Becerra durante el primer tercio del siglo XX. Su hermano Joaquín firmó el 4 de enero de 1930 con Isaac Fraga el contrato de alquiler más largo, por un período de diez años a 9.000 pesetas anuales, así como una reforma por su cuenta para darle mayor cabida, así como la compra de un nuevo telón metálico.

FARO publicó el 2 de julio de 1941 un anuncio sobre la venta del Teatro Principal, que remitía para cualquier información a Jesús Lombos Pazos, en la Herrería. El anuncio se publicó cuatro días seguidos y nunca se habló más del asunto, pero el traspaso se materializó al año siguiente con total discreción.

Manuel Becerra Fonseca y Marina Fonseca Quintairos, herederos de la propiedad entonces, firmaron su venta a Dolores Vázquez Fernández el 1 de diciembre de 1942 ante el notario Alberto Campos Porrata. La nueva propietaria era una respetada empresaria cinematográfica que poseía el Teatro Cine Cervantes, el mejor de Vilagarcía. Solo un año después inauguró como arrendataria el Cine Victoria construido por el rico industrial Agustín Nores Patiño, morador con su familia de Villa Argentina, un envidiado palacete de la calle Salvador Moreno, a la vera del río de Os Gafos.

Curiosamente, doña Dolores solo estuvo siete meses al frente de la programación del Victoria y luego cedió su gestión a Isaac Fraga. Tras hacerse con el Principal, también alquiló su local durante las décadas siguientes al mismo empresario vigués, quien más tarde fortaleció su posición de dominio con el Malvar. Solo el Coliseum escapó de su control. Los cuatro cines conformaron la cartelera pontevedresa durante mucho tiempo en los Soportales.

Cuando en 1980 un pavoroso incendio destruyó el Liceo Casino y el Teatro Principal, este seguía perteneciendo a la viuda Vázquez Fernández. El alcalde Rivas Fontán contó que desde el día siguiente del lamentable suceso se propuso la adquisición del histórico local. La negociación entre ambas partes resultó muy laboriosa, pero finalmente logró su anhelado propósito. El Ayuntamiento pagó a la propietaria 45 millones de pesetas y luego acometió una rehabilitación polémica, larga y costosa, hasta que Monserrat Caballé abrió el festival inaugural del nuevo Teatro Principal a principios de 1987.

Desde entonces, el sostenimiento del Principal se convirtió en una pesada carga para el Ayuntamiento. Por esa razón y porque ya estaba en proyecto el Auditorio de A Xunqueira, el alcalde Javier Cobián acarició en 1992 su venta a Cajamadrid, entidad que apostó fuerte por Pontevedra bajo la presidencia del gallego Jaime Terceiro. Lamentablemente, una indiscreción truncó aquella negociación a punto de cerrase. Pero esa ya fue otra historia.

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Inauguración solemne

La inauguración del Teatro del Liceo bajo esta denominación original tuvo lugar el 1 de agosto de 1878 con un programa especialmente cuidado. El acto comenzó con la interpretación de una sinfonía a cargo de una orquesta formada para tan fausto acontecimiento con destacados instrumentistas de Pontevedra y Santiago, bajo la dirección del maestro Prudencio Piñeiro, reputado pianista y destacado compositor pontevedrés. A continuación, pronunció el discurso inaugural Antolín Esperón, vicedirector y catedrático de Lengua Francesa del Instituto de Segunda Enseñanza. Esperón pasaba por ser entonces el mejor pico de oro de esta ciudad, tanto por su facilidad dialéctica como por su vasta cultura. Tras la lectura de algunos poemas alusivos y el reconocimiento público a los responsables de la obra, el programa se cerró con la actuación de la compañía madrileña del actor y director Manuel Cepillo, que puso en escena “El esclavo de su culpa”, una comedia de Juan Antonio Cavestany. Cepillo y su elenco ofrecieron una larga temporada de abono hasta el día 22 con obras de Echegaray, Tirso de Molina y López de Ayala, entre otros

El cambio de nombre

Teatro del Liceo, El Teatro y Teatro Principal. Estas fueron las tres denominaciones que tuvo el local a lo largo de su dilatada historia. En realidad, el Teatro del Liceo nunca perteneció al Casino, sino a la Sociedad Propietaria del Liceo Teatro, también conocida como Sociedad Constructora, de carácter privado, formada para levantar los dos edificios anexos sobre el solar ocupado por la iglesia de San Bartolomé el Viejo, cedido por el Ayuntamiento a tal fin: uno para el Liceo y el otro para teatro. El nombre de Teatro a secas respondió a una mera simplificación de Teatro del Liceo, utilizado tanto de forma coloquial como también periodística, que hizo fortuna. Entonces no había en Pontevedra más teatro que el Teatro del Liceo. De modo que no existía confusión posible sobre la referencia. A finales del siglo XIX, toda capital de provincia que se preciara contaba con su Teatro Principal. Pontevedra no quiso ser menos tras la compra del edificio por Manuel Becerra. La primera referencia periodística al Teatro Principal data de diciembre de 1900, y se repitió al año siguiente para anunciar un concierto de la Tuna y una función teatral de La Cobeña y Thuillier.

Arriba y abajo el telón

El Teatro del Liceo gozó de una etapa prehistórica bastante intensa, tanto en su vertiente teatral como musical, que cubrió sus quince primeros años, entre su inauguración en 1878 y su primera venta por subasta pública en 1892. Por allí pasaron las principales compañías madrileñas de gira por Galicia, desde Maximino Fernández hasta Manuel Catalina, pasando por Juliancito Romea. Todas o casi todas repetían visita cada año habitualmente. Entonces comenzó a brillar con luz propia la fina pluma de Torcuato Ulloa como cronista teatral, que levantó acta de todo lo que aconteció en cada actuación, tanto sobre el escenario como en el patio de butacas. La compañía del actor cómico Pablo López pasó por ser quien bajó el telón del Teatro del Liceo en agosto de 1892, abocado a una subasta pública, y volvió a izarlo de nuevo en junio del año siguiente, una vez adquirido y acondicionado por Becerra Armesto. “Los sobrinos del capitán Grant”, zarzuela de Ramos Carrión y Fernández Caballero, fue la pieza selección para tan fausto suceso y cosechó un notable éxito entre la buena sociedad pontevedresa. La citada compañía permaneció en cartel durante cinco días.

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