El Sindicato Unificado de Policía celebrará la semana próxima su Congreso Federal en el que José Freire dejará el cargo de secretario general que ostenta desde 2002. Antes ya había sido secretario general en la provincia desde 1995 y fundador del sindicato policial en Pontevedra, cuando todavía era ilegal. De forma clandestina, en un "piso franco" de Estribela, elaboró con una vieja Olivetti las fichas de los primeros afiliados y organizaba reuniones en el Bar O Timonel, en la playa de Montalvo o en el garaje del propio Gobierno Civil. "Era el lugar más seguro", explicaba ayer el propio Freire.

-¿Cómo recuerda aquellos primeros pasos del sindicalismo policial en Pontevedra y en España?

-En aquella época nadie pensaba en el sindicalismo en la Policía. Acabábamos de salir de la "longa noite de pedra" y todavía estábamos vestidos de gris. En los cuarteles perduraba la ideología y la filosofía franquista y militar, éramos un cuerpo militar y yo no pensaba para nada en eso. Pero una serie de circunstancias, y una en concreto, despertó algo en mí. Yo ya estaba en Pontevedra e intentaba regresar con mi familia a Santiago. Me formé para servir en el aeropuerto y aprobaron mi traslado, pero una vez allí me encontré con un cambalache y con que habían colocado a otro en mi puesto, práctica muy común por aquella época militarista y que por desgracia vuelve otra vez. Siempre recordaré a un compañero que entonces fue el que me dijo que esto no habría pasado si estuviéramos en otro tipo de Policía, similar a la del resto de países europeos, una policía civil y desmilitarizada con plenos derechos y con capacidad de poder recurrir o protestar por los cauces establecidos. Él me comentó que en Andalucía había un grupo de compañeros que fundaron un sindicato, el Sindicato Unificado de Policía. Nos animamos y fuimos poniendo las primeras piedras aquí también en Pontevedra. Y fuimos captando uno a uno a los compañeros, con todas las precauciones, claro.

-Y es que era una actividad clandestina...

-Era la clandestinidad pura y dura. Entonces, si te cogían como mínimo te iban a trasladar a una plantilla de castigo como Mahón, Melilla o Ceuta, lo más alejado de tu familia para que el castigo surtiera efecto. Pero aún así fuimos ganando adeptos a la causa, la verdad es que sin mucho esfuerzo pero con mucho tacto porque no sabíamos qué policías podían formar parte de la que entonces se llamaba la Segunda Sección, agentes que informaban a los mandos. Hubo unos años muy difíciles en los que todos los que estábamos involucrados en este proyecto aparecimos en una lista que tenía como destino esa plantilla de castigo de Mahón, pero al poco tiempo, en 1984, se legalizó la organización y ya no hubo castigo.

-¿Había ganas de libertad entre los propios policías?

-Éramos una generación nueva, nacidos todavía en el franquismo pero con otras ideas. Teníamos ansias de libertad como todos los españoles. Aunque fuéramos policías no éramos ajenos a lo que estaba pasando. Estábamos sometidos por una bota alta de media caña que era lo que significaba todo lo militar y que representaba al franquismo más puro y duro -que no tiene que ver nada con los militares de ahora-y todavía quedaba gente que quería una Policía sometida y al dictado del poder establecido y que no deseaba la Policía al servicio del pueblo y para defender la libertad y seguridad de los ciudadanos que establece la Constitución. Y luego, evidentemente, queríamos defender nuestros derechos. No teníamos una jornada establecida o las sanciones incluían penas privativas de libertad como varios días en un calabozo sin ver a tu familia. Además de las típicas broncas para que te cortaras el pelo, o por llevar barba?, todavía aquello tenía connotaciones del franquismo y los jóvenes y muchos mayores, hay que decirlo, queríamos cambiarlo y creo que lo hemos conseguido y hoy en día la Policía es otra gracias al pueblo español, pero también al esfuerzo de la propia policía y sobre todo, no me duelen prendas en decirlo, de este sindicato con el que creo que aún hoy día la sociedad española tiene una deuda pendiente.

-¿Es cierto que fue usted uno de los primeros agentes en lucir barba?

-Fui el primero. Junto con un compañero ya fallecido, Francisco Morado Pérez, fuimos los primeros que dejamos barba en el entonces cuartel de Pontevedra. Tan pronto vino una circular que nos autorizaba a llevar barba, eso sí cuidada y con higiene, yo me la dejé.

-Parece una cuestión menor, pero antes las conquistas eran así, milímetro a milímetro...

-Eran conquistas tremendas. Como lo fue el trabajar ocho horas y no 24. Yo recuerdo que en Pontevedra cuando eran las fiestas de la Peregrina que la Policía acudía a todo. Iba a las procesiones, a los toros, a los bailes, a los carruseles... Esa semana te ponías el uniforme el primer día y no lo sacabas hasta que acababan. Descansabas medianoche y todo el resto de la jornada de la semana estabas trabajando. Cuando conquistas las ocho horas y te vas para tu casa tranquilamente como cualquier otro trabajador, eso es la leche. Logramos sueldos más dignos o simplemente cuestiones como cuando se logró cambiar el uniforme, y se quemó el gris?, eso puede parecer insignificante, pero para nosotros fue un gesto tremendo. Hubiéramos preferido ir directamente al azul, pero nos pasaron primero por el de los "maderos", el marrón, que fue el uniforme más malo y más feo que hemos podido tener. Era horroroso.

-Antes de llegar a Pontevedra estuvo usted destinado en Bilbao, en los años más duros del terrorismo...

-Fueron años muy complicados porque cada semana teníamos que asistir al funeral de un compañero Policía o Guardia Civil. En el 78 yo ya tenía dos niñas de muy corta edad y cuando se me dio la oportunidad de venir a Pontevedra no lo dudé, porque aquella situación era muy difícil de aguantar. Sobre todo estando casado y viviendo allí. Cuando se planteó la situación de que había que llevar las niñas al colegio decidimos que había que marcharse en cuanto pudiéramos.

-¿El sindicalismo policial está en un momento de seguir conquistando derechos o de mantener lo que hay?

-Ahora mismo creo que estamos sufriendo un periodo de involución en la Policía. No es muy marcada o hasta los extremos que estaba narrando pero sí hay un anteproyecto de ley de personal que estamos cuestionando y que creo que vamos por buen camino porque ya se han conseguido avances. Sí hay cierta involución como querer imponer ciertas recompensas profesionales semejantes a las que existen en el ejercito, condecorar a la Virgen, volvemos a hacer desfiles y a cantar "la muerte no es el final" en la jura de los nuevos policías?, en fin, hay una cierta involución y aquí tenemos que dar el do de pecho los sindicatos. No podemos dormirnos en los laureles sino poco a poco iremos perdiendo una serie de derechos que costó muchísimo conquistar.