La guerra entre Inglaterra y Francia sirvió para estimular el tráfico del bacalao: en septiembre de 1563, un mercader inglés vende a otro de Aveiro la nave Marie cargada de bacalao, atento que entre franceses e yngleses avía guerra apregonada. Cuando la coyuntura bélica se altere y los navíos portugueses, en virtud de la Unión Ibérica, sufran los envites de la piratería inglesa, optan por encauzar el tráfico naval al transporte y distribución del azúcar brasileño, como señala Magalhaes Gondiho. Estas agresiones llegaban a realizarse frente a las costas gallegas: en 1585, corsarios ingleses toman once naos aveirenses dedicadas a la pesquería de Terranova.

El retroceso portugués incrementa la presencia bretona en estos tratos, aunque ya eran de sobra conocidos con anterioridad en los puertos gallegos: en 1567 una flotilla de trece navíos y doscientos cincuenta tripulantes de Morbhian, en Bretaña, que transportaba 10.000 bucios de cereal para vender en Lisboa y con su producto adquirir la sal precisa para la pesquería de Terranova; la tempestad les obligó a refugiarse en Baiona, donde las autoridades locales les obligaron a descargar cuatro mil bucios de sal. Bacalao de La Rochela era despachado en el puerto de Vigo, en 1578, cara al mercado cartagenero. Significativamente, en 1580, cuando el prior de Crato busca refugio en el puerto de Viana da Foz do Lima, encuentra dos navíos extranjeros, seguramente bretones, descargando bacalao.

Baiona, al quedar vedado legalmente el comercio internacional en Vigo, se convertirá en un activo centro distribuidor del bacalao, subsidiario del puerto de Aveiro, antaño organizador de flotas pesqueras en alta mar; el elevado consumo de sal de los buques bacaladeros mantiene la importancia del puerto del Vouga, punto de partida y destino final de los navíos entretenidos en esta actividad. A nivel regional este tráfico venía avalado por la intensa conexión mantenida entre las marinas portuguesas y los mareantes gallegos. Como en otros sectores comerciales, tal como el de los paños ingleses, los reales de a ocho castellanos ejercían una poderosa atracción sobre los mercaderes extranjeros: la ruta Terranova-Aveiro posee una escala intermedia en Baiona, para hacerse con una sustanciosa partida de plata americana. No resulta extraña la implicación de los arrendatarios del estanco de la sal; en Baiona reside el comendador de Aveiro Luís Arias Becerra, arrendador de los partidos de Castilla, Zamora, Badajoz Galicia y Asturias; en 1600, se encontraba en este puerto el navío La Domina, de San Juan de Luz, con 2.500 quintales de bacalao y 60 barricas de grasa, que son adquiridas por el comendador, aunque, finalmente la venta es cancelada. Este personaje se aprovechará, incluso, de las presas de navíos holandeses, que realizan las armadas reales: en 27 de diciembre de 1592, se había rematado, por orden del capitán Troncoso, en el mercader local Antonio de Villalpando el "vacallau", que trasportaba la nao Joanes, surta en este puerto. Este bacalao (580 quintales, de los que 132 van en pasta y el resto secos) se cargó en la carabela de la que es maestre Mateus Ribeiro, fletada por el comendador Luís Arias Becerra y consignada a Gaspar de Figueiredo, residente en Aveiro. En 8 noviembre de 1594, Juan Pérez de Acevedo, vecino de Azurara y maestre de la carabela San Salvador, surta en Marín, fleta a Joanes Diz de Goyen, vecino de San Juan de Luz, para cargar de bacallao, que recogerá en Baiona, para llevar a Aveiro; flete: 1 real/quintal. Desde el puerto de Baiona se llega a remitir partidas de bacalao a Brasil en navíos de Vila do Conde.

La gestión de los diezmos menudos de la colegiata de Baiona permite localizar el momento en que este puerto se convierte en receptor del bacalao capturado por la flota bretona. El arriendo de 1580-83 excluía a la pesca de alta mar, al reservarla para sí los abades, y ascendía a 1.540 reales anuales; el trienio siguiente ya redituaba 4.730 reales cada año, al incluir los bacalaos y demás pesca de altura: "diezmo de las pescadas y badejos que se tomaren con bolantes y los diezmos menudos, conviene a saber, pan, vino, lana, lino, cabritos, pollos, cebollas, diezmos personales, congrio, sardina, bacallao y todo el pescado que viniere de Tierra Nueva y cabo Daguel".

Diezmos

Los diezmos que perciben los canónigos de Baiona ofrecen el panorama de unas campañas en Terranova monopolizadas por la flota bretona. En un recuento de los navíos surtos en los puertos gallegos, en 1588, figuran en este puerto dos embarcaciones de Bretaña artillados y con carga de bacalaos. Los protocolos notariales de la villa del Miñor confirman esta visión: a finales de agosto de 1596, el comisario del Santo Oficio y abad de la colegiata visita un navío de San Juan de Luz, La Maria, procedente de Terranova y consignado a Aveiro, que hace escala en el puerto del Miñor. En octubre de ese mismo año, dos maestres bretones de las naves Santa Catalina y Santiago, cargados de bacalao en pasta, protestan ante la autoridad militar, por haberles sido confiscada parte de la carga y el dinero obtenido en de su venta. La autoridad militar, que había movilizado a veintiún soldados, justifica esta medida con la necesidad de abastecer a la armada real surta en Vigo. Como toda compensación obtienen permiso del general de la armada para continuar viaje. Este percance no eximió a los bretones de satisfacer el pago del diezmo al abad y canónigos de la colegiata. En 1601, paga el diezmo del bacalao, por ser costumbre, Nicolás Falcón, vecino de Begoña.

En 1574 se instala la más prolongada y profunda crisis en las rías gallegas, como recogen las drásticas ordenanzas pesqueras pontevedresas de 1577: "la gran falta"-de sardina- "que en ella" -la ría- "dende dos años a esta parte" y que ejemplifica la descarga de sardina inglesa en Baiona.

Las cartas de fletamento recogen esta inestabilidad de las cosechas: Vigo, 27 noviembre 1575. Juan Carballo, vecino de Zezimbra y maestre de la carabela Santa Cruz, fleta a Aº. Borrajo y Cristóbal de Ladoça, para dirigirse a Sevilla, la qual carga de sardina me abeys de dar en la dicha costa de Portogal o en otra cualquiera puerto desde Reino de Galicia donde la ubiere e moriere asta en medeando el mes de dezembre e aviéndola e podiéndola aver a preçio conveniente. Un agosto frío y lluvioso presagiaba todos los males imaginables e insuperables. La radical carencia de cardúmenes empuja a los cercos pontevedreses a abandonar su caladero tradicional y desplazarse a la costa portuguesa, provocando el nerviosismo del arzobispo compostelano por el impago del diezmo. Los testimonios sobre esta crisis pesquera son muy abundantes, pero, posiblemente, el más acertado sea el emitido por el administrador del estanco de la sal Martín Aragonés, en septiembre de 1577: "ahora, que hay sal, no hay pesquería. Y lo peor es la poca salud de este Reyno. Están infeçionados de peste los puertos mejores y más principales, donde se había de meter y alojar gran cantidad de sal".

Las paupérrimas mareas de 1574-81 marcan el inicio de un declive irreversible de las pesquerías, aunque alterne con intervalos de aparente bonanza. La Unión Ibérica constituye un estimulo muy efectivo, al poner las salinas de Aveiro a disposición preferente de los alfolíes gallegos y asturianos; hasta tal punto funcionó esta simbiosis que las marinas aveirenses declinaron tras la independencia lusa.

*A María Jesús Abal Sabarís.