Un poco más bajo (1,93 metros frente a los 1,97 de ahora), con 25 años menos pero el mismo gesto entre seriedad y timidez. Así empezaba el príncipe de Asturias la etapa más gallega de su formación como futuro Jefe de Estado. La Escuela Naval de Marín (ENM) recibía, un 1 de septiembre del que hoy se cumplen las bodas de plata, a Felipe de Borbón para progresar en su preparación militar. "Fue uno más", dicen quienes compartieron con él la experiencia.

El trato recibido por parte de los profesores o su "excelente integración" con el resto de los compañeros apenas le hacían diferenciarse como el heredero de la Corona. No hubo trato preferente y por ejemplo se recuerda que el príncipe compartío habitación al igual que cualquier otro estudiante. Pero es evidente que la presencia del joven príncipe, con solo 18 años, supuso gran repercusión tanto en las instalaciones y el municipio de Marín, como en otros puntos de la provincia que aprovechaba para visitar durante su tiempo libre los fines de semana.

Su alteza real o "caballero Borbón", como le llamaban en la ENM, ingresó en estas instalaciones para hacer un curso intensivo que el resto de estudiantes realizaban en cinco. El exigente plan de estudios tenía tres finalidades: ambientación naval para conocer la Armada y la profesión naval militar, su formación castrense con vistas a la preparación para el mando y una apuesta por la convivencia y la vinculación con sus compañeros.

Quizás las dos primeras facetas resultaron fundamentales para su formación como futuro rey de España, pero posiblemente sea la tercera de la que el príncipe guarde un recuerdo más entrañable. Abandonando la adolescencia, con 18 años, compartió con sus 70 compañeros de la III Brigada momentos de estudio y responsabilidad, pero también de confidencias y alguna que otra travesura o despiste con sus consiguientes repercusiones.

Al igual que otros estudiantes fue castigado por faltas leves. Sobre todo debido a retrasos en la incorporación a las distintas actividades o a las denominadas "faltas de policía", relativas a incorrecciones en indumentaria o reglamento. Y como ocurrió con cualquiera que incurriese en estas faltas, tuvo que saldar bien con carreras o con escaladas al palo mayor de la explanada de la Escuela.

Anécdotas dentro de un historial académico y militar que desde la ENM se recuerda como "francamente bueno". De hecho, el "caballero Borbón" nunca tuvo un suspenso durante su estancia en Marín. Al parecer destacaba en las operaciones navales tácticas y en las actividades físicas, haciendo gala de la tradición de la familia real por el deporte.

Ahora, un cuarto de siglo después de que el joven Felipe comenzase su formación naval (etapa precedida por sus estudios en la Academia General Militar de Zaragoza y continuada por su formación en el Ejército del Aire en Murcia), algunos de los que entonces fueron responsables de la institución destacan el éxito de su paso por este recinto por la conjugación del aspecto académico y de la "formación humana".

La estancia de Don Felipe en las instalaciones marinenses se prolongó durante algo más de un centenar de días. Comenzó hace justo 25 años con una recepción por parte de las autoridades militares cuando pasaban unos minutos de las doce del mediodía y, en la práctica, terminó en enero de 1987 con su embarque en en el "Juan Sebastián Elcano", en el que permaneció durante seis meses para completar su formación en la Armada.

Justo antes de enrolarse en este nuevo episodio, el príncipe de Asturias fue el protagonista en el baile que los guardiamarinas organizan antes de comenzar la navegación. Según relatan quienes estaban al mando de la ENM en la década de los años 80, para esa edición de la celebración "hubo tantas peticiones de invitaciones que no se pudieron atender todas". Solicitudes, en muchos casos, de jóvenes mujeres de todo el país que querían conocer en persona a un príncipe que levantaba expectación allá donde iba.

La estancia en Marín también le sirvió al príncipe para conocer a fondo Galicia y, sobre todo, las Rías Baixas. Durante la semana estaba siempre en las instalaciones militares, con una rutina que comenzaba a las siete de la mañana y que concluía con el llamado "toque de silencio" a las once de la noche; por tanto, con escaso tiempo libre. Pero durante los fines de semana aprovechaba para recorrer diversos puntos de la geografía. Había constancia de que "muchas veces se quedaba en el Parador de Pontevedra o en un hotel de Vigo". Su ayudante personal, el teniente coronel Alcina, casado con una hija de la familia pontevedresa Gorostiaga, le acompañaba los sábados y domingos. Además de hacer turismo, Don Felipe también aprovechaba sus ratos de ocio para ponerse al tanto de asuntos de la actualidad nacional e internacional.

En estos días hacía las labores más comunes y apartadas de sus condición "real". Ir al cine o de compras formaban parte de sus pasatiempos habituales. Precisamente, en una visita a unos grandes almacenes de Vigo el príncipe se convertía en el centro de atención de compradores y dependientes, que le recibieron con aplausos cuando todos se empezaron a dar cuenta de quién era uno de los clientes.

También en su tiempo libre sufrió uno de sus incidentes más conocidos durante su etapa gallega. Tras comer marisco sufrió una gastroenteritis por la que requirió cuidados hospitalarios durante dos días.

La participación del heredero en la vida social de la capital fue notoria. Sobre todo en el Liceo Casino, que le otorgó una de las tres medallas de oro que ha entregado en sus 156 años de historias (las otras fueron para el almirante Méndez Núñez en 1868 y para la Escuela Naval en 1993). "Era un asiduo aquí y se le veía como bromista con sus compañeros y una persona amable", indicaba ayer el que fue presidente de la entidad entre 1985 y 2006, José Ángel Fernández Arruti. Recordando la efemérides que se cumple hoy, se muestra convencido de la influencia que Galicia ha tenido en la vida del único vástago varón de los reyes de España. "Hizo buenos amigos y amigas aquí que todavía mantiene". Mientras, su paso por Marín queda registrado en el libro de honor del municipio como "hijo adoptivo".