Ni la lluvia, que hizo acto de presencia varias veces a lo largo de la mañana, consiguió evitar que cientos de pontevedreses disfrutasen ayer de la undécima Festa da Cabaza, una celebración que busca recordar la gran feria tradicional del arranque de la primavera que se celebraba antiguamente en las inmediaciones de la desaparecida iglesia de Virgen del Camino.

A pesar de que el cultivo de la hortaliza sufrió un fuerte declive en las últimas décadas, todavía son numerosos los vecinos de la comarca que plantan en sus huertas este producto y cultivan decenas de variedades del mismo.

Lo pudieron comprobar ayer los asistentes a la fiesta, en la que salieron a venta todo tipo de calabazas, una buena parte de las cuales (especialmente las más pequeñas) se vendieron a modo de amuleto y de recuerdo.

También pudieron adquirirse calabazas ya decoradas a artesanos como Susana Cons, cuya madre, Maribel Durán, decora los productos de huerta con diferentes colores y motivos.

Estas piezas adornadas salieron a la venta a precios hasta 18 euros, mientras que las pequeñas calabazas peregrinas podían adquirirse a 3 euros la unidad.

Por su parte, los más pequeños tuvieron oportunidad de participar en un taller de decoración de calabazas que se celebró en los Soportales, así como de degustar las filloas que prepararon los vecinos de Valongo.

Los dulces tradicionales se vendieron a 50 céntimos la unidad y las filloeiras de Valongo prepararon hasta 900 filloas para la venta durante la mañana de ayer.

Otra de las ofertas de la feria fueron los talleres de cestería o los puestos de venta de productos gastronómicos como el pulpo (que se sirvió a 6 euros la ración) las bollas de pan de Cea o de Soutelo o los productos a base de miel y jalea real como los que presentó en su puesto Pilar Núñez. Ésta es una de las vendedoras que afirma que el balance de la jornada es "relativamente bueno a pesar de la lluvia".