Si una crecida del Lérez arrasase mañana con la zona de As Corbaceiras alguien emplearía el concepto violento para referirse al río, pero nadie apuntará a los violentos que achicaron su cauce, lo rellenaron y contaminaron, amén de los que aprueban nuevas mini centrales que amenazan con redondear el error.

Éste arrancó a mediados del pasado siglo. Todavía en 1856 el mapa de Coello muestra el río (ya ría) bañando las viviendas de A Moureira y de San Roque. "Los barcos varados en los límites de los arrabales serán la imagen frecuente de la mayor parte de las ciudades en contacto con el mar,", explica el ingeniero experto en urbanística Carlos Nárdiz Ortiz en su estudio sobre las intervenciones en los ríos urbanos de Galicia.

Sólo en la margen izquierda del puente de O Burgo aparecen en el plano de Coello muelles que servían de embarcaderos. De hecho, al concederle a Pontevedra el título de ciudad el texto sellado por la Reina Gobernadora hace alusión a este arrabal marinero de A Moureira: "Es uno de los más famosos de la antigüedad y el mayor de todas las poblaciones de Galicia, de modo que aún conserva diez y siete muelles".

En el plano de Coello no aparece tampoco la escollera, con la que se intentó canalizar el acceso al puerto, salvando las barras de arena que podrían hacer encallar los barcos.

"En esta escollera, construida en la segunda mitad del siglo XIX, identificamos un primer momento de transformación del borde marítimo y fluvial", indica el experto, "el segundo momento coincide con la construcción del propio puerto, a principios del siglo XX, frente al barrio de San Roque y en la desembocadura del río Gafos".

Hasta finales de los años sesenta del pasado siglo ese malecón de sillares de piedra se mantuvo como el borde de contacto entre la ciudad, el río Lérez y la ría de Pontevedra.

Aguas arriba estaba el puente de O Burgo. Fue la primera "barrera", establecida por los romanos alrededor de 134 para salvar el Lérez en la vía XIX enumerada en el itinerario de Antonino. Fue sucesivamente modificado y alterado y constituyó durante siglos la única vía para acceder al entonces arrabal de O Burgo.

Para conectar con Poio, se proyectó a finales del siglo XIX el que vendría a ser el segundo puente, una estructura situada al otro extremo de la ría y que inicialmente se diseñó como un levadizo de madera.

Fue inaugurado en 1872 y veinte años después Benito Corbal dirigió las obras para sustituir al puente levadizo por uno metálico. Desde el, relatan los cronistas, la visión era impresionante: una gigantesca desembocadura en la que las dos xunqueiras servían de zona de desagüe del Lérez.

Las imágenes rescatadas del Arquivo Municipal de Pontevedra dan testimonio de los miles de metros que se robaron al río en los años siguientes. Lo peor empezaría a mediados del siglo XX, cuando se proyecta la fábrica Tafisa en un emplazamiento imposible: frente a la principal xunqueira y vertiendo al cauce a diario miles de litros de agua contaminada que literalmente barrió la fauna en unos pocos años.

La otra fábrica prevista para el litoral, Celulosas, no haría más que ahondar en el error: se roban a la embocadura de la ría miles de metros, que se rellenan para el paso de la autovía y para habilitar espacios públicos en los que situar la segunda industria contaminante.

A partir de ese momento el otrora riquísimo Lérez, al que acudía Franco para pescar salmones y que remontaban los delfines, vivirá su particular calvario de contaminación, vertidos urbanos sin ningún tipo de depuración y abandono, hasta el punto de que la fauna desaparece prácticamente de las xunqueiras y del cauce hasta su tímida recuperación, iniciada esta misma década.

Y en este escenario de despropósitos Carlos Nárdiz Ortiz añade otro factor no menos importante a la hora de analizar las agresiones al Lérez: La propia transformación del frente urbano del barrio de A Moureira, que convertirá las viviendas unifamiliares anteriores en manzanas de seis y ocho plantas, siguiendo las alineaciones establecidas por el Plan General de 1953.

Esta barrera de edificios, que continuarían las sucesivas corporaciones locales, no sólo quebró la estructura de crecimiento original de la ciudad sino que situó a numerosos edificios ante el riesgo de inundación si en una crecida el río no pudiese desaguar.

El ejemplo de los puentes de A Barca y O Burgo, dos estructuras diseñadas para unir espacios y respetar el cauce, tampoco cundió: no sólo se alteraron inicialmente esas estructuras originales (por ejemplo sustituyendo el armazón metálico de A Barca por cemento o eliminando los arcos de los extremos) sino que las nuevas construcciones que vendrían en el siglo XX se convirtieron en diques.

En diciembre de 1989 se iniciaron las obras de la AP-9 en Pontevedra, un gran vial que supuso reducir el cauce alrededor de 17 metros (otros estudios apuntan a más de 20 metros) y que continuó con el no menos polémico puente sobre la autopista.

Éste fue inaugurado en 1992 y su construcción supuso la creación de una isla artificial en medio del río. Es un amplio viaducto de 700 metros de longitud con un pilar central en "V" levantado sobre 15 pilotes de 2 metros de diámetro, es decir nuevos obstáculos en el camino natural del Lérez.

La degradación ambiental del margen izquierdo pronto se trasladó al derecho, para empezar porque Pontevedra no se reconocía en el otro lado del río (a pesar de su cercanía o su conexión con O Burgo desde la época romana). Carlos Nádiz incide especialmente en este hecho y recuerda que "tanto es así, que en un extremo de los rellenos efectuados en la xunqueira de O Bao, en contacto con el propio río, estaba situado un extenso vertedero municipal al aire libre, que proyectaba su contaminación sobre la propia ciudad. Al relleno efectuado en la otra xunqueira le había tocado mejor suerte, al haberse localizado en el mismo, aparte del campo de deportes municipal, una serie de equipamientos docentes que no encontraban acomodo en el interior de la ciudad".

La comunicación con estos equipamientos se realizó a través del puente de Santiago. Las obras concluyeron en 1983 y sólo los estribos "redujeron a casi la mitad el ancho del río, con el fin de que pudieran prolongarse en un futuro con la ampliación de la avenida de Uruguay", explica el experto.

A mayores, la carretera que unía el barrio de O Burgo con el vial de Vilagarcía será el soporte de "sucesivos rellenos y concesiones en esta margen, dejando convertida la xunqueira de Bao en un canal".

El último paso fue el llamado puente de Los Tirantes, inaugurado en 1995 y que no sólo implicó nuevos rellenos sino que cortó el paso en el Lérez, hasta entonces navegable hasta los llamados "salones" cercanos al monasterio de San Benito. Y para rematar, la construcción del Pazo da Cultura y del recinto ferial sobre la misma xunqueira, previamente rellenada con basuras.

¿El resultado del rosario de agresiones? El Lérez es el río gallego más encauzado: el 30,5% de sus márgenes han sido alterados y el 41% del total del curso se considera "muy modificado" por las centrales eléctricas, tal y como reconoció el Plan Hidrolóxico de Galicia-Costa.

Están previstas al menos tres mini centrales más y a todo ello se suman otras acciones como la del puerto de Marín, que alteró el 22% de la linea costera.

En este escenario, expertos y asociaciones ecologistas alertan del riesgo de inundación, que suelen coincidir con picos anuales de mareas. Sería un nuevo ejemplo de que la naturaleza del Lérez y la complicidad del tiempo podrán siempre más que la fuerza y la violencia.