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Material escolar muy delicado

Dos modelos de la Facultad de Bellas Artes relatan cómo llevan su trabajo de posar desnudos ante los alumnos

Material escolar muy delicadoRafa Vázquez

Se muestran desnudos ante un grupo de alumnos que examinan con atención cada milímetro de su piel. Sin embargo, son ellos los que deben hacerles bromas para distender el ambiente. "Te saludan con vergüenza por el pasillo, pero en algún momento tienen que pedirte que levantes un brazo o le enseñes la mano y la relación llega a ser de confianza, incluso de amistad en algunos casos", comenta Begoña.

A sus 45 años es la modelo más veterana de la Facultad de Bellas Artes, adonde llegó por "casualidad" en el 94 tras quedarse en el paro en una empresa de topografía. Fue la única que aceptó posar desnuda y se estrenó en un examen: "Llegué y me dijeron que me pusiera en una tarima. No llevaba ni albornoz. Pero en dos o tres días ya estás más que acostumbrado".

Con los años ha llegado a convertirse en la jefa de sus compañeros a través de su propia empresa. La plantilla actual está conformada por cinco modelos fijos, tres chicas y dos chicos, que se refuerza en momentos de "sobrecarga de trabajo".

Posan solos, en parejas o grupos, a veces abrazados e incluso en poses eróticas. "Tenemos mucha confianza entre nosotros. Si te toca en invierno piensas ´¡Qué bien, qué calentito!´", bromea Roberto, de 34 años y en la facultad desde 2001.

Y es que la dureza de mantener la misma posición durante largo tiempo esquiva cualquier otro pensamiento. Las clases se prolongan, con pequeños descansos, entre las tres y las seis horas. "Lo único que puedes mover es el cerebro, así que piensas en la lista de la compra, en qué vas a hacer de comida...", asegura el modelo.

Por eso, más que la estética les preocupa el físico. "Hay que mantenerse en forma. Una vez al mes visito al fisioterapeuta y ya tengo secuelas después de catorce años", explica Begoña. Las corrientes de frío son uno de sus mayores enemigos. "Somos modelos a un calefactor pegado", ironiza Roberto.

En su trabajo no importa sin son flacos o gordos, es más, "el cuerpo perfecto no interesa" y por las aulas de la facultad ya ha pasado una pareja de jubilados. Las posturas "se negocian", aunque la improvisación es muy importante e incluso interesa que demuestren en la cara sus diferentes estados de ánimo.

Cuentan con una profesión completamente aceptada entre profesores y alumnos -"Esta facultad no tiene nada que ver con otras; el ambiente es liberal y tolerante"-, pero la reacción cambia en el exterior, aunque no con sus parejas y la gente cercana. "Lo que más me suele pasar es que se lo tomen a risa y me digan que estoy allí sin hacer nada, pero es sacrificado tanto física como psicológicamente", reivindica Roberto.

Begoña cree que todavía hay muchos tabúes cuando se relaciona desnudez y trabajo. " Cuando empecé, mi hija tenía seis años y sus compañeras del colegio me insultaban. Tuve que enseñarle cómo trabajaban los pintores y llevarla a una clase de la facultad para que entendiese lo que hacía su madre. Creo que hoy me pasaría lo mismo", lamenta.

Frente a mentalidades trasnochadas, Begoña puede presumir de formar parte de la colección del CGAC a través de una foto realizada por un ex alumno. "Me reconocieron en una playa nudista por esa obra", apunta con asombro.

Ambos modelos guardan dibujos o bocetos de alumnos, que no siempre les inmortalizan favorecidos. "Ya me han pintado con cuarenta años más, pero nosotros no juzgamos", dice Begoña. Roberto compró "por un café y un donuts" un retrato que le gustaba mucho y le gusta invertir en obras de estudiantes: "Tienen la fuerza de la gente joven".

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