In memoriam Gerardo Domarco Álvarez (1938-2024)

La generosidad del ser humano

Gerardo Domarco, durante una actividad con alumnos de Aeroespacial, en 2018.

Gerardo Domarco, durante una actividad con alumnos de Aeroespacial, en 2018. / Brais Lorenzo

Claudio Cerdeiriña

Gerardo Domarco emigró a Münich en la década de 1950 con la ayuda de unos ahorros que le había dado su tío, cura de la parroquia de Parada de Amoeiro. Un día me contó que sus dificultades iniciales con el idioma le empujaron a visitar las iglesias para hablar con los sacerdotes en el latín que había aprendido en el seminario. Tras unos años en Alemania, se mudó a París. Allí pudo cursar estudios universitarios de física y dos ingenierías, de materiales y de máquinas y motores térmicos. “Un trabajador no va a la universidad a perder el tiempo”, siempre decía. De regreso a España, montó en Madrid su propia empresa de frío industrial y ya en Ourense trabajó para Citroën al mismo tiempo que, durante los fines de semana, pudo rematar su tesis doctoral en la Universidad de Santiago.

La Licenciatura de Física de nuestro campus hizo que nuestros caminos se cruzasen a principios de la década de 2000. Para mí, que por entonces tenía la inmensa suerte de ocupar una plaza de profesor a tiempo completo con poco más de 25 años, el verdadero privilegio fue compartir despacho con él en su condición de profesor asociado. Cuando llegaba a las cinco de la tarde tras una jornada entera trabajando como ingeniero en la fábrica yo le recomendaba que se tomase un respiro y él respondía “yo aquí descanso”. No era raro que se fuese a las diez de la noche y recuerdo que un día regresó a las diez y media para recoger su cartera olvidada y decirme “ya me dirás tú cómo estudio esta noche sin esto”.

Al poco tiempo de llegar al campus, con más de 60 años, pudo dejar la fábrica para dedicarse como profesor a tiempo completo a su pasión, que era la física. Así fue capaz de desarrollar líneas de investigación en superconductividad de las que salieron tres buenas tesis doctorales y un notable número de artículos científicos. Una carrera impresionante se mire como se mire y una verdadera fuente de inspiración para mí, que no tuve las dificultades a las que se enfrentaron él y la gente de su generación. Me quedo con muchísimas cosas, pero, sobre todo, con la constatación de que se puede ser extraordinariamente humilde y respetuoso con respecto al mundo que te rodea y, a la vez, extraordinariamente ambicioso con respecto a tus sueños y pasiones. Supongo que todo se resume en una palabra: generosidad.

*Catedrático del área de Física Aplicada de la UVigo y docente en la Escuela de Ingenería Aeronáutica y del Espacio de Ourense