El trago de las despedidas tras una Navidad en casa
Trenes repletos con cientos de ourensanos que se marchan a estudiar o trabajar lejos, tras las vacaciones junto a la familia: “Da pena, pero es por algo bueno: se va a buscar su futuro”
La última demostración física de amor –besos muy largos, abrazos que pretenden durar hasta el infinito– llega hasta el vestíbulo, hasta el andén de la estación, hasta la cinta de seguridad que separa a los que se van de los que se quedan, sin ellos. El adiós de la Navidad es la hora de las despedidas.
Centenares de ourensanos se subieron ayer a trenes repletos, desde primera hora, con destino a otras ciudades en las que estudian o trabajan, en las que escriben su futuro. Ese objetivo alivia un poco la tristeza inevitable que, sobre todo quienes ven partir, sienten en el momento de la despedida.
“Da pena que se vuelva pero es por algo bueno, porque se va a buscar su futuro. Lo más importante es que esté bien”, valora Belén, la madre de Alejandro, de 19 años, que regresa a Barcelona –el primer tren, desde Ourense a Madrid– para continuar con sus estudios de Medicina, tras haber disfrutado junto a la familia en casa, desde su llegada el 24 de diciembre.
“Lo recibimos con todo el cariño del mundo y ahora es un poco triste, pero bueno, esperando ya a que pueda venir cuanto antes”, dice la mujer. “En casa se está bien, estás allí sin verlos y, aunque todos los días hacemos videollamadas, se echa en falta el cariño”, reconoce Alejandro.
Su hermana mayor Adela, que ya se fue en su día a estudiar fuera y ahora vive en casa, así como el padre, Alfonso, completaban el grupo familiar que acudió este domingo a la estación, después de Reyes. La intermodal fue el punto de partida y el escenario de muchas despedidas de familias, parejas y amigos.
Ana Isabel y su hija Alba se fundieron en varios abrazos desde que llegaron a la estación. La joven se marchaba a Madrid ayer, 7 de enero, después de una estancia en casa que comenzó el 23 de diciembre. Finalizadas las fiestas, toca regresar a la rutina. En la capital de España, Alba estudia desde el curso pasado Interpretación, en el Instituto del Cine. “Decirse adiós cuesta porque este año tiene clases también en julio, así que hasta agosto no vendrá”.
Para poder pasar la Navidad en casa tuvo que gastarse 200 euros entre los trayectos de ida y vuelta. “Las líneas del AVE no están contempladas en los bonos, al ser de largo recorrido, y son muy caras. No volverá hasta el verano, salvo que con las líneas ‘low cost’ le compense venir también en Semana Santa. Con estos precios es imposible”, explica la madre.
Ana Isabel, cuya otra hija también está estudiando fuera, sabe que las despedidas cuestan, pero que a la vez son ley de vida. “Ella aprovecha mucho el tiempo allí”, comenta con orgullo, antes de dar a Alba un abrazo final, el último gesto hasta la próxima vez del amor interminable que profesan los padres a los hijos.
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