El síndrome de “estar quemado” o Burnout, se refiere a una percepción de las personas sobre una situación laboral, en la que sienten una gran distancia entre los esfuerzos que aplican y lo que reciben por ello. Generalmente los síntomas que presentan son estrés emocional, agotamiento físico y mental, deshumanización, falta de interés y de motivación, despersonalización, y una impresión conjunta de falta de realización en el trabajo, descrito en 1974 por el psiquiatra Herbert Freudenberg.

La OMS, hace más de 10 años, viene alertando de las consecuencias de los riesgos laborales en la sociedad actual. Incluso lo denomina como problema social, con grave riesgo para la salud pública, siendo los sectores más vulnerables todas las profesiones cuya actividad sea en interacción con otras personas: educación, sanidad, atención al público y los sectores en los que estén implicadas las nuevas tecnologías.

El estrés se define como un proceso de activación fisiológica, consecuencia de la presión sobre un sujeto, que desarrolla importantes esfuerzos para adaptarse a la demanda cada vez más alta. Al vivir implicado durante un periodo de tiempo prolongado, los recursos del sujeto se van agotando, acabando en el desfallecimiento y enfermando, sin poder continuar con ese ritmo.

El estrés produce unos efectos dañinos sobre la persona. Cuando se da cuenta, está involucrada en un proceso de angustia, ansiedad o depresión, generado por el estrés, con las consecuencias de enfermedad y/o ruptura o un importante deterioro. El estrés dispara la hormona del cortisol. Puntualmente se comporta como algo beneficioso para el sujeto, preparándolo para la lucha o la huida, pero es muy dañina a lo largo del tiempo.

El cortisol, desde el torrente sanguíneo, impacta en todo el cuerpo. Y es la permanencia en el organismo lo que genera un gran deterioro y produce enfermedades, singulares en cada persona, según la susceptibilidad de cada uno. Principalmente afecta a la piel, con manchas, acné, psoriasis, inflamación en los músculos, corazón, sistema nervioso central, cerebro, sistema inmune o aparato digestivo, además de influir en el peso corporal, hígado, pulmones, páncreas y órganos genitales, con disminución de la libido.

A su vez, afecta a las relaciones de pareja, el pensamiento y los procesos cognitivos, a las emociones, los comportamientos, las rutinas, las actitudes, los sentimientos, las relaciones interpersonales y familiares, así como al rendimiento laboral y al fracaso en objetivos y metas.

Favorece las adicciones al juego, al alcohol, a la velocidad, a internet, despersonaliza, somete y convierte a las personas en esclavos. En conjunto afecta a todas las áreas personales, de relaciones, y por todos los contextos por los que transitan los humanos. Puede concluirse que trunca las vidas de la gente. Desde que se inicia el círculo del estrés, cada vez va a más, con las altas exigencias laborales demandadas por un mundo ávido de rendimiento, con importantes desajustes entre lo que pide y lo que ofrece a cambio. En resumen, actualmente el estrés es una de las causas principales de la enfermedad humana todos los niveles, neuro-bio-psico-social-espiritual.

(*) Psicóloga