Era un hombre justo e insobornable, amigo de ricos y pobres sin acepción de personas. Su hablar era claro como el chorro de una fuente cristalina. Señor de una retranca y humor inteligentes y afilados como acero. Racional y afectuoso sin sentimentalismo.

Cuando vino para Sandiás traía fama de “cura comunista”. Venía de pelear contra los sátrapas de las multinacionales que querían hacer el embalse de Lindoso sin pagar los justo a los propietarios de las tierras que iban a ser inundadas. Decía: “si ser justo es ser comunista habrá que serlo”. Pero, añadía, la fidelidad al Evangelio está por encima de todas esas divisiones.

El último viaje que hicimos solos de Celanova a Xinzo, entre otras cosas, me dijo: “No sé cómo hubiese sido mi vida sin Cristo, pero de hecho Cristo ha sido y es la motivación de lo que hice y hago”. DEP.

(*) Antropólogo y escritor