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Diez años del Costa Concordia: “Me despedí de mi mujer, pensamos que íbamos a morir”

Hoy se cumple el décimo aniversario del accidente que costó la vida a 32 personas | Mínguez, un superviviente: "No quité nunca la tarjeta del barco de la cartera

El ourensano con su libro y la portada de FARO de aquel día. | // B. Lorenzo

Alejandro Mínguez tiene los recuerdos intactos, los detalles frescos y las emociones indemnes de todo lo sucedido el 13 de enero de 2012, cuando una maniobra de dirección del capitán del Costa Concordia hizo que el barco se chocara contra una roca y se abriera una brecha de 70 metros en la estructura, en frente de la isla del Giglio, cercana a Civitavecchia y Roma.

El ourensano, que viajaba con su mujer en el crucero, recuerda el siniestro donde murieron 32 personas y otras miles resultaron heridas. Diez años después, Alejandro no ha vuelto a hacer un crucero y no se despega del que considera que es un amuleto de vida: “Pues si te soy sincero llevo diez años con la tarjeta de embarque del barco en mi cartera. He cambiado de cartera y siempre está ahí, me acompaña cada día, no podría explicar por qué, pero la tengo ahí. Llevó desde el minuto cero del accidente hasta hoy con ella y nunca me he despegado de ella. Es como un amuleto y como lo llevo desde entonces, tengo la sensación de que si la retiro puede pasar algo”. 

"También guardo las chancletas con las que llegamos a Giglio, pero no me las pongo nunca"

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De aquello, también guarda unas chancletas que le dieron en la farmacia de la pequeña isla italiana, cuando llegaron tras el accidente: “Nos las dieron porque llegamos descalzos y esas las tengo guardadas, no me las pongo”. Aquel 13 de enero, el barco se fracturó mientras estaban cenando y solo llevaba en ese momento la tarjeta de embarque del barco. Corrió al camarote a por una bandolera con los pasaportes y las carteras, para posteriormente ocupar un bote hinchable con el que abandonar el crucero.

Tardaron tres horas en abandonar el barco y durante más de una hora estuvieron colgados. Hubo un momento que su mujer y él se despidieron, sintieron que ahí acababa todo: “Cuando te ves en esa situación, es lo que piensas, el barco estaba ladeado hacia la izquierda y nosotros estábamos en la derecha con una pendiente de más de 30 metros. En un momento dado cuando nos intentan bajar el barco se quiebra y pensamos o morimos a consecuencia del impacto o morimos porque nos puede caer alguien encima y nos podemos ahogar. En ese momento, nos miramos mi mujer y yo y nos despedimos. Sentimos que era el último adiós”.

La tarjeta de embarque del crucero Costa Concordia sujetada por Alejandro Mínguez. | // BRAIS LORENZO

Diez años después, comenta que “es una experiencia que no se olvida, fue una salida difícil de aquel barco para mí y mi mujer, pero de todo aquello aprendes a relativizar muchas veces. Porque, evidentemente, cuando piensas que te vas a morir, a partir de entonces hay ciertas cosas que creías que tenían importancia que dejan de tenerla, no le das importancia a cosas que no se lo merecen. Es una enseñanza que sacas de ese tipo de situaciones extremas donde piensas que vas a morir. Del resto, vas a olvidando ciertas cosas”.

Antes vivían en Vigo y ahora lo hacen en Ourense. En el pasado tenían un trabajo y ahora se dedican a otras ocupaciones. Diez años dan para mucho y ante la pregunta por su estado actual responde que “nuestras vidas han cambiado mucho desde entonces y creo que no tuve estrés postraumático ni nada por el estilo por el suceso y hoy en día nuestras vidas son otras y, por supuesto, el Costa Concordia no forma parte de nuestro día a día. Es algo que pasó y que sí que surge en conversaciones con familias y amigos como anécdota, sobre todo por la experiencia”.

Las experiencias trágicas marcan y ellos no han vuelto a ir de crucero, pero sí han cogido barcos para trayectos cortos y aviones para desplazamientos largos como, por ejemplo, a Brasil. No tienen temor a viajar, pero creen que no hay necesidad de embarcar en otro buque. Alejandro arguye que “no lo analizamos tan fríamente, pero es para pensárselos la verdad si merece la pena planificar o no un viaje”.

El Costa Concordia se hundió y perdieron todo menos la bandolera que cogieron con los pasaportes. De todo lo que se tragó el mar, el ourensano destaca que le gustaría recuperar “una pieza de ropa que era de la madre de mi mujer que le tenía mucho afecto o una edición en italiano de “El Principito” que mi mujer había comprado en el Vaticano ya que ella es muy aficionada al libro, pero no piensas en nada en esos momentos solo quieres salir de allí como sea”. En el décimo aniversario, Alejandro Mínguez rememora todo lo sucedido, ante cómo se verá diez años después, dice que “justamente eso me pregunté hoy y la verdad no sé como estaremos en diez años, pero desde luego el Costa Concordia nos acompañará siempre, aunque ya solo sea una experiencia, un recuerdo”.

Una historia terapéutica rota y reescrita años después en un libro

Escribir libera emociones, sentimientos, pero también ansiedad y estrés. Alejandro lo hizo para recordar y estar mejor anímicamente. El ourensano dice que “al principio escribir fue un alivio y después quería sacar algo positivo de una mala experiencia, en este caso, el hecho de que mi mujer estaba embarazada era un hecho positivo dentro de un suceso trágico, luego cuando perdimos al bebé se convirtió un suceso trágico de un suceso trágico”.

"Los primeros aniversarios llamaban los medios y el quinto año no llamó nadie, había perdido actividad informativa"

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La mujer de Alejandro viajaba en estado de gestación y tras el accidente perdieron al bebé que esperaba. Alejandro dice que “en ese impás, entre el suceso y la pérdida del bebé, me puse a escribir pues todo lo que recordaba. Era una especie de crónica de mi experiencia, aunque hay tantas historias como pasajeros. A raíz del aborto, rompí con todo lo que había escrito. Con el aniversario del quinto año, reanudé escribiendo todo lo que recordaba. Porque el primero y el segundo año te llamaban los medios, porque había actividad sobre el accidente con los juicios que vinieron y sus resoluciones. Pero en el quinto año no llamó nadie, esa frase la recojo en el libro y me pareció idóneo que en el momento de no haber actividad informativa era el mejor momento de sacarlo para recordar lo que había pasado”.

“A mi hija le diría que hiciera un crucero, es una experiencia buena y segura”

Tras el tráfico suceso marítimo, Alejandro y su mujer concibieron una hija que ahora tiene 8 años. Él reconoce que a partir de ahora es cuando será consciente de todo lo que han pasado sus progenitores y si en algún momento ella decide hacer un crucero “le diría que lo haga, me parece una forma de viajar, por regla general segura, cómoda y eficaz. Vas en un buque con un hotel cómodo, con buena comida y que haces muchas escalas donde puedes visitar varios sitios y es una oportunidad. Que yo haya tenido una accidente y un percance es anecdótico, pero se lo recomendaría a mi hija como a cualquiera".

Y añade que "a mí me pasó a esto y no me volveré a subir a ningún otro. Si lo vives en primera persona es diferente, pero no voy a decir nada en su contra. Pero en mi caso fue una negligencia del capitán, no fue nada natural ni técnico, fue la negligencia de un señor que está condenado.

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