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Me lo repite

Adiós al 406

Adiós al 406

Este sábado, en el garaje, nos vimos por última vez. Fue una sensación compleja. Decimos adiós a un Peugeot 406 de veinte años y 300.000 kilómetros, que hemos conducido padre, hija e hijo, pero quedará la impregnación de los recuerdos, como los que por ejemplo aún persisten sobre el vehículo de casa anterior, un Seat 132 que siempre estará ligado a la memoria de los viajes, siendo pequeños, desde Ourense a Sanxenxo, a la playa de A Lanzada donde el verano parecía infinito.

Cuando el radiador del Seat dijo basta, también sobre los veinte años de vida, que debe de ser una frontera difícil de atravesar, mi padre se tomó un momento para despedirse a solas en el concesionario, y me imagino que en esta ocasión hará algo parecido.

Ahora que tener cariño a un coche puede estar mal visto me vienen a la mente una canción de Quique González sobre su Ford Capri y una frase de Neil Young, que empezó a conducir a los seis años: “Compraba los coches por su espíritu. Todos tenían un pasado. Me sentaba en ellos, percibía sus vivencias y luego componía canciones basadas en esas intuiciones. Los coches tienen recuerdos. Para mí todos los coches están vivos”.

La carretera es un viaje en el tiempo, que puede prolongarse en una pista entre dos pueblos o limitarse a una elipsis y dos parpadeos en la Ruta 61, que conecta Nueva Orleans y Wyoming a lo largo de 2.300 kilómetros.

La representación improvisada de lugares fugaces, luces, colores y cosas fascina como el fuego. Cuántas novelas se han ideado mirando al continuo del asfalto, que es como la rueda de la máquina de escribir. Cuántas vidas se han vivido, cuántas se han perdido en el cuadro que hay tras el cristal, tan próximo y lejano.

La música define la escena, casi cambia el lienzo. La Cavalleria Rusticana, de Mascagni, podría describir las milésimas eternas antes de un siniestro. Runnin’ down a dream, de Tom Petty, la atmósfera de un viernes. Naima, de Coltrane, el pulso del amor. La leyenda del tiempo, de Camarón, mientras entramos de noche a Andalucía. Alborada do Brasil, de Carlos Núñez, para cruzar Francia. Dean Martin y bordeamos el Atlántico desde Muros a Carnota. Los Billo’s Caracas Boys cantando a Santa Marta, Barranquila y Cartagena en nuestro 406.

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