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Los sombreros de todo un siglo

Pablo Rodríguez Pachón posa sentado delante del escaparate de La Lucha, con Harry y Sally en plano secundario. | // BRAIS LORENZO

Desde el escaparate del número 3 de la calle de las Tiendas, Harry y Sally llevan décadas sin perder detalle de cómo moldea el tiempo a Ourense y sus gentes. Debajo de una gorra, una boina o un sombrero, estos dos maniquíes observan sin juzgar los cambios de época que experimenta la ciudad desde que, en 1917, Fausto Rodríguez Cuadrillero abrió la sombrerería La Lucha.

“Sé que mi bisabuelo comenzó trabajando en una fábrica de sombreros, elaborándolos. Después empezó a vender por su cuenta, yendo de feria en feria, y finalmente abrió esta tienda”, explica Pablo Rodríguez Pachón sobre cuál fue el germen del negocio, que en unos meses cumplirá 105 años.

En sus comienzos, la tienda contaba con un taller en el primer piso. Y de aquellos tiempos resisten, todavía, pequeños vestigios como un conformador –con el que el abuelo y el bisabuelo del actual gerente elaboraban las piezas a mano y por encargo–.

"Un día me preguntaron que cómo se llamaba. Contesté Harry casi sin pensar y a ella la bauticé automáticamente como Sally"

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“Al principio tenía un blog en el que hablaba de sombreros. Ponía muchas fotos del maniquí masculino con diferentes modelos de sombreros y un día me preguntaron que cómo se llamaba. Contesté Harry casi sin pensar y a ella la bauticé automáticamente como Sally, por la película”, comenta sobre otro de los vestigios que dan al local cierto aire de museo.

“Yo me crie aquí. En las épocas de más trabajo veníamos a echar una mano y aprendí poco a poco cómo se trabaja con sombreros y cuáles son las características de cada modelo”, cuenta sobre el funcionamiento de los antiguos oficios en los que el saber se transmitía de los más expertos a las nuevas generaciones.

En este pequeño comercio –ubicado entre la plaza Mayor y la catedral, en pleno corazón de la ciudad– ofrecen servicio de reparación gratuito para todo el género adquirido, cuantas veces sea necesario, para el propietario del sombrero. En La Lucha no entienden de caducidad en lo que a periodos de garantía se refiere. Tanto es así que, en más de una ocasión, Pablo ha arreglado piezas que había vendido su abuelo cuando estaba al frente del negocio.

"Aquí la gente entiende que se lleva consigo una buena prenda"

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Sobre si esto les perjudica a la hora de que los clientes no compren más sombreros por alargarse la vida de los que ya tienen, contesta tajante: “Para nada. Aquí la gente entiende que se lleva consigo una buena prenda. Este trato nos diferencia de internet u otras tiendas que no ofrecen lo mismo. Además, si la persona se queda satisfecha lo va a agradecer en el futuro. Si no es comprando otro sombrero para sí misma, cuando necesite hacer un regalo a algún familiar o amigo, se acordará de venir por aquí”.

Su abuelo y su bisabuelo elaboraban los sombreros a mano. | // B. L.

Nuevos tiempos

"Ahora muchos fabricantes trabajan con lanas, que tienen una vida más corta pero no son tan frágiles"

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Explica Pablo que el respeto con el medio ambiente ha generado que las materias primas de confección sean cada vez menos contaminantes y más sencillas de reciclar. Pero esto, a su vez, propicia que la vida útil de los sombreros sea más corta. “Antes primaban los fieltros y el pelo de animal. Materiales que cuidándolos mucho pueden heredar las terceras generaciones. Eso sí, si los estropeabas no había vuelta atrás. Ahora muchos fabricantes trabajan con lanas, que tienen una vida más corta pero no son tan frágiles. Se pueden doblar o mojar que no pasa nada. Aunque no duran tantos años”, resume sobre las diferencias.

Otro de los indicadores de que los nuevos tiempos se hacen hueco poco a poco en el negocio son las redes sociales. El año pasado, este ourensano decidió que Instagram podía ser un soporte que complementa al trato personal que ofrece y lo usa para exponer novedades que van llegando a la tienda, consejos de protocolo sobre cuándo sí y cuando no es conveniente quitarse el sombrero o métodos de cuidado y limpieza para que las piezas se conserven como si estuvieran recién salidas de fábrica.

"Es importante, sobre todo en los sombreros de fieltro, dar un cepillado en círculos para levantar el pelo. En sentido de las agujas del reloj"

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“Es importante, sobre todo en los sombreros de fieltro, dar un cepillado en círculos para levantar el pelo. En sentido de las agujas del reloj”, afirma en una de sus publicaciones. “Para manchas y sudor utilizaremos un paño. Echaremos un chorrito de amoniaco sobre él y después lo rebajaremos con agua para que no resulte agresivo”, añade sobre la maniobra. “Escurrimos el paño para que quede húmedo, y no empapado, y frotaremos el sombrero”, remata.

“El fedora es mi favorito”, confiesa sin dudar sobre el sombrero que más le gusta mientras busca un ejemplar entre los altos armarios –cuenta con una escalera para poder llegar a todos los recovecos– que cubren las paredes del negocio. Este modelo es el típico que portaban detectives y mafiosos en las películas de cine clásico.

En La Lucha ofrecen un servicio de reparación sin fecha de caducidad para todo el que compra un sombrero. Brais Lorenzo

Dos estaciones, una canción

"En España contamos con una de las casas más importantes, Fernández y Roche, en Sevilla, que abrió sus puertas en 1885"

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Para adquirir el género de cada temporada se trabajan, principalmente, dos estaciones: verano e invierno. No existe término medio. Y los talleres cada vez están más concentrados. “En la actualidad, gran parte de las marcas europeas derivan su producción a Italia. Aunque en España contamos con una de las casas más importantes, Fernández y Roche, en Sevilla, que abrió sus puertas en 1885. Como dato curioso, el 80% de los judíos ortodoxos llevan sombreros de esta firma. Exportan muchísimo a Brooklyn, por ejemplo”, explica sobre la situación del mercado.

Otrora, solo en Ourense, llegaron a coincidir abiertas cinco sombrererías –tres masculinas y dos femeninas–. Es una más de las que resisten, en 2021 en toda Galicia. “Ahora mismo queda una en Lugo, otra en Santiago de Compostela, esta y una cuarta que abrió hace poco una chica en A Coruña”, enumera.

Y es que los tiempos –como decía Dylan– están cambiando. Pero, por suerte, La Lucha continúa.

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