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El camino hacia la nueva normalidad

El modelo que capitaneó un año de restricciones

Un grupo de amigos brindan en una terraza en pleno centro de O Carballiño. | // IÑAKI OSORIO

Hace un año las calles de O Carballiño eran grises y silenciosas. Las persianas de los establecimientos estaban bajadas, el mobiliario de las terrazas apilado en las fachadas y los parques precintados. Parece que ha pasado un siglo, pero solo son doce meses desde que esta localidad ensayó las medidas restrictivas más duras que se aplicaban a la población y a la actividad económica en la lucha contra el coronavirus cuando todavía se estaban recuperando del primer confinamiento.

Un año después, esta localidad y el conjunto de Galicia se preparan para entrar de lleno en la nueva normalidad, libre por fin de restricciones. “Por suerte, estamos a años luz de aquello”, afirma uno de los hosteleros de la céntrica zona peatonal de O Carballiño al echar la vista atrás.

Sucedió cuando la segunda ola del COVID-19 estaba en su pico más alto en el área sanitaria de Ourense, fruto de lo que las propias autoridades sanitarias habían denominado “bomba vírica”, una explosión de contagios derivados de reuniones familiares y sociales que se expandía sin control y que, en el caso concreto de O Carballiño, adquiría una velocidad alarmante. Asesorada por el comité clínico, la Xunta daba entonces un paso más allá y endurecía las medidas que ya se habían empezado a aplicar semanas antes mediante la clasificación de concellos por niveles. Los municipios con la peor evolución epidemiológica, en el nivel 3, estaban abocados a cierres perimetrales, hostelería en exterior y limitación de reunión a solo convivientes.

Cierre de la actividad no esencial

Las restricciones más severas llegaron el 22 de octubre a O Carballiño y, por influencia, también a O Irixo y Boborás, y supusieron el cierre de la actividad no esencial. La hostelería quedó limitada al servicio para recoger o llevar a domicilio, los gimnasios cerraron y se redujeron aforos en establecimientos culturales, centros cívicos y lugares de culto. Fue el inicio del que pronto se conocería como “modelo Carballiño”, que acabaría extendiéndose a toda Galicia acompañado del eslogan “para salvar la Navidad”.

Pulpeiras en plena actividad en el centro de la villa carballiñesa. | // IÑAKI OSORIO

De aquellos días convulsos en los que se analizaban incidencias, tasas de positividad, carga asistencial, ocupación en las UCI y todo tipo de porcentajes, el gerente del área sanitaria, Félix Rubial, todavía tiene un dato grabado en la memoria. El 188, el pico más alto que registró la curva durante la segunda ola en O Carballiño.

“Recuerdo claramente la tensión que nos generaba el crecimiento de los casos y se me quedó grabada esa cifra que se alcanzó el 20 de octubre. 188 positivos en una localidad como O Carballiño significa más de 1.300 casos por cada cien mil habitantes, que era una auténtica barbaridad en un momento en el que no había el efecto reductor de la movilidad que representa la vacunación”, relata el gerente.

"En una semana pasamos de 10 casos a 180, una locura que parecía que no iba a tener fin”

Francisco Fumega - Alcalde de O Carballiño

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“Una explosión bestial”, apunta el alcalde carballiñés, Franciso Fumega, “en una semana pasamos de 10 casos a 180, una locura que parecía que no iba a tener fin”. Las restricciones, recuerda el regidor, fueron “muy duras” porque supusieron el “cierre total” de la vida social y la actividad económica en la villa, que regresaba así a una situación muy similar a la del primer confinamiento.

“Las medidas eran muy drásticas, pero la ola se recondujo, conseguimos revertir la situación”

Félix Rubial - Gerente del área sanitaria de Ourense

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Las medidas, admite Rubial, “eran muy drásticas”, pero “los resultados están ahí, la ola se recondujo, conseguimos revertir la situación”. En efecto, entraron en vigor el 22 de octubre y 14 días después los casos se habían reducido a 84, un 55%. “Dio resultado, los casos bajaron de forma notoria, conseguimos doblegar la curva en muy poco tiempo”, incide el alcalde.

Extensión al resto de Galicia

Fue entonces cuando la Xunta decidió extender el modelo y a las dos semanas de su aplicación en O Carballiño se aprobó para 60 concellos más del resto de Galicia, el 60% de la población gallega quedó sujeta a las mismas restricciones. El objetivo era claro: evitar la saturación hospitalaria y salvar la campaña navideña. “No fue solo un modelo que se extendió a toda Galicia, sino que condicionó mucho los modelos restrictivos que se aplicaron en otros lugares de España”, destaca Rubial.

Calles llevas de vida y actividad un año después. | // IÑAKI OSORIO

Con aquellas medidas arrancó también el calvario de la hostelería, siempre pendiente de las decisiones que semanalmente adoptaba el comité clínico y de las directrices que fijaba el Diario Oficial de Galicia. Los bares y restaurantes de O Carballiño fueron los primeros obligados a cerrar y reducir su actividad al servicio a domicilio o para recoger en local. Juan Carlos, del bar Peñasco, en la zona peatonal de la villa, recuerda días de angustia e incertidumbre: “En aquel momento parecía que iba a durar toda la vida, pero ha pasado un año, las medidas se fueron suavizando y vas pasando página. Todavía no estamos al 100% pero podemos decir que sobrevivimos”, señala. “Fueron días duros, sobre todo psicológicamente porque tuvimos que cerrar el interior del local. El cliente se quedaba fuera esperando el café para llevar y tú dentro, solo, con todo apagado y en silencio, una imagen desoladora que no se percibía desde el exterior”, recuerda Juan Carlos, que regenta también la cafetería Doctor Café, frente al centro de salud.

"El cliente se quedaba fuera esperando y tú dentro, solo, con todo apagado y en silencio, una imagen desoladora que no se percibía desde el exterior”

Juan Carlos - Bar Peñasco

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Juan Carlos asegura que el desánimo era aun mayor que durante el primer confinamiento. Una sensación que también compartían las autoridades sanitarias: “No dábamos crédito todavía a esa segunda ola después de sufrir lo que habíamos sufrido en la primera, y no éramos capaces de ver más allá, esperando tener noticias, novedades, con la vacunación”, rememora el gerente Félix Rubial. Fue por aquel entonces cuando el ministro Illa anunció que la intención era empezar a vacunar antes de final de año. Y todos respirábamos deseando alcanzar ese momento, porque teníamos fundadas esperanzas de que la vacunación sería un cambio de paradigma, pero a la vez nos quedaba todo muy lejos”.

Calles y terrazas vacías durante el pico de la segunda ola en O Carballiño.

A nivel asistencial, aquella segunda ola saturó la unidad de críticos y fue necesario derivar pacientes de Urgencias a otros hospitales. “En hospitalización teníamos capacidad de asunción, pero la UCI estaba en una situación muy complicada y, a diferencia de la primera ola en la que los hospitales estaban casi vacíos de otras patologías, en este caso teníamos que darles respuesta. La situación era muy comprometida”.

“En hospitalización teníamos capacidad de asunción, pero la UCI estaba en una situación muy complicada"

Félix Rubial - Gerente del área sanitaria

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Un año después, O Carballiño funciona a pleno rendimiento. Ayer, día de feria, los puestos de los vendedores ambulantes invadían las calles del centro peatonal y las pulpeiras daban salida a las raciones, en pleno bullicio. Una imagen impensable hace un año.

“Hemos estado una semana sin ningún contagio y ahora tenemos uno o dos, pero son brotes que se controlan con relativa facilidad, no como antes, que no se sabía por donde entraban”, señala el alcalde Fumega. El impacto de aquella segunda ola y todo lo que vino después, apunta, “no se olvida”, pero ha quedado superado. “Hemos tenido un verano bueno, hay que decirlo con claridad, y desde el Concello seguimos impulsando medidas de apoyo, el próximo martes aprobaremos otro bono comercio. Hay que dar soluciones”, destaca el regidor. Los ERTE, añade, evitaron el cierre de empresas y la actividad en la zona se mantiene.

65 casos en Ourense y un paciente hospitalizado

La entrada en la nueva normalidad, justo un año después, se produce con los datos epidemiológicos en mínimos: 65 casos activos en toda la provincia y un único paciente hospitalizado en la planta COVID del CHUO.

El contexto en el que se producirá esta transición es favorable en Ourense, destaca el gerente Félix Rubial, con la población inmunizada y “una enorme concienciación social”, señala en referencia a la alta participación en el proceso de vacunación y a la cautela en el uso de la mascarilla.

“Afrontamos la nueva situación con muchas ganas de cambiar de ciclo, de centrarnos en otras necesidades y proyectos. Tenemos por delante dar, como siempre, la mejor asistencia sanitaria a la población en todos los ámbitos, y también un ilusionante proyecto de transformación, tanto en los hospitales comarcales, como en el CHUO: nuevos edificios de hospitalización, nuevas consultas en O Barco, nuevas urgencias en Verín, nuevos centros de salud como el Nóvoa Santos o el de A Rúa o una nueva UCI para Ourense. Son compromisos licitados y que nos van a permitir, si la pandemia nos libera energía, espacio y capacidad, trabajar en cosas positivas y no en luchar contra un enemigo invisible que nos puso en un brete”, añade.

No es un punto y final, incide, porque el virus no ha desaparecido. “Pero el hecho de que exista una circulación menor, nos permitirá hacer rastreos mucho más precisos que cuando hay una gran incidencia y no sabes de donde te caen los golpes” En esta línea, avanza que la vigilancia será mucho más estricta “y cuando lo detectemos seremos mucho más ágiles a la hora de cortar la transmisión entre convivientes porque serán muchos menos y tendremos más capacidad de llegar a ellos”, concluye.

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