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CRISIS SANITARIA GLOBAL

El último domingo sin abrazos ni besos en las residencias

Nerea Davila llevaba ayer la intención de achuchar a su abuela Estrella, en la Residencia de la Esperanza, pero al ansiado contacto deberá esperar hasta la próxima cita

Nerea Davila y Estrella Domínguez, en la Residencia Nuestra Señora de la Esperanza. | // FERNANDO CASANOVA

Nerea Davila iba preparada para un abrazo que extraña. Estrella Domínguez, su abuela, la esperaba en la Residencia de Nuestra Señora de la Esperanza (Ourense) con los brazos abiertos. Ambas querían sentir que todo había pasado, que con ese achuchón lo peor formaba parte del pasado, pero no fue así.

Núñez Feijóo anunció el pasado jueves que se podrían “dar abrazos y besos” en los geriátricos gallegos, pero durante el sábado la Consellería de Política Social anunció a las direcciones de los centros que esa norma entraría en vigor a partir del lunes. Nerea se quedó con el deseo, mientras Estrella se consolaba dándole la mano a su nieta o abrazándose a sí misma.

“No sabes cuantas ganas tenía de que me diera un abrazo, porque hace mucho que no nos lo damos. Pero yo llegué pensando que no nos tendrían las sillas puestas y al final nos la pusieron nos dijeron que no podíamos”, dice Estrella.

Nerea también se enteró ‘in situ’: “No pasa nada, por esperar una semana más. Claro que tenemos ganas de abrazarnos, de hecho pensaba que se podía, pero al final no”. Y Estrella señala que “tengo nieto que me coge y me levanta con un abrazo, tengo tantas ganas de esos abrazos”.

Estrella y Nerea, durante la visita en la Residencia de la Esperanza. //F. CASANOVA

Nieta y abuela hablaron de todo y se miraron a los ojos después de casi dos meses sin verse. Los ojos verdes de Nerea son símbolo de alegría por ver que su abuela goza de salud a sus 86 años. Estrella se lleva las manos a la cara, mientras dice que “tenía muchas ganas de verla, porque hacía tiempo que no la veía”.

Sus brazos se dan un autoabrazo, mientras confiesa que “llevo rezando para que le saliera todo bien, porque lleva estudiando muchos años, toda su vida estudiando y luchando”. Nadie entiende mejor que Nerea lo que es la pandemia.

Tras estudiar medicina, acaba de terminar la semana pasada un doctorado en nanomedicina: “El futuro está complicado, pero quiero pensar que después de esta pandemia habremos aprendido algo y se invierta más en ciencia, porque se ha demostrado que la ciencia es imprescindible y la investigación esencial”.

"Organizaron un calendario para llamarme cuando estábamos confinados"

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Tras meses sin ningún caso positivo, en la Residencia de la Esperanza todavía queda el poso de despedir a personas que no le tocaban marcharse y de las incertidumbres cuando fue el principal foco de casos positivos de Galicia. La familia de Estrella se organizó a la perfección haciendo un calendario, donde cada día, recibía una llamada de un familiar diferente: “Me llamaba un día mi nieto, otro día llamaba mi hija, otro día mi hijo y también hubo videollamadas”.

En la retina de Estrella quedan los traslados de la residencia de la Esperanza, a la Virgen Blanca, y los días en soledad que pasó en una habitación. “Lo pasamos mal, porque estaba sola, aunque recibía llamadas, estaba sola y parecía que no se pasaba el tiempo”. Nerea rememora que “lo pasabas mal por la información que te llegaba y por la incertidumbre que te generaba”.

Nerea acompañó a su abuela en un corto paseo. // F. CASANOVA

Estrella tiene la pauta completa puesta y ya está inmunizada. Al nombrarle la vacuna, está a punto de levantarse de la silla con una energía desorbitada: “Estamos felices, felices de sentirnos sanos”. Su nieta se ríe con la mirada, mientras Estrella echa la bronca a todos los irresponsables: “No se entiende como la gente hace fiestas ilegales y esas cosas. Y no son todos jóvenes que yo vi en la televisión personas mayores también. Había que ir a por ellos, porque están jugando con la salud de todos y eso no está bien”.

A su familia solo le pide que “se cuiden, que, ahora es lo importante”. Nerea la coge del brazo para salir a dar un paseo. El mínimo contacto posible, para sentir que la vida tal y como la conocíamos está a punto de llegar. Queda un último esfuerzo. Ese que tendrá que pasar Nerea para darle un abrazo a su abuela: “En una semana vuelvo, abuela”. El último domingo sin besos ni abrazos en las residencias gallegas.

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