Otilia es un ángel de la guarda que reparte a diario alimentos a personas necesitadas. Esta monja franciscana de 85 años vela por quienes menos tienen, sintecho y personas vulnerables, con más preocupación si cabe en este año marcado por la pandemia, que amenaza con agravar todavía más la situación de personas que están en riesgo de exclusión.

Cada mañana, Otilia sale a la calle con su hábito para aportar su grano de arena entre los más necesitados, haga sol o llueva. Lleva década y media dando esperanza a los más pobres.

Otilia da un trozo de empanada a una persona. // BRAIS LORENZO

Sobre las 11 del mediodía, recorre el casco histórico para entregar en mano pan, fruta o cualquier otro alimento con su carrito, que empuja con tesón. “Reparto desde que llevo jubilada. La comida que sobra, fruta, pan, todo lo que hay lo llevo al día siguiente”, explica Otilia, sabedora de que su labor es, si cabe, aún más importante en esta época de pandemia, de crisis sanitaria y socioeconómica.

Una mujer recibe una barra de pan de manos de la monja. // BRAIS LORENZO

En cada entrega regala además conversación a estos ciudadanos, que se muestran agradecidos. “En el año y medio” que lleva en la calle, uno de los usuarios, que era técnico de sonido, confiesa que vive de las ayudas que le presta Otilia o entidades como Cruz Roja. Las vacas flacas también se han dejado notar en las limosnas. “Hay días que sacas muy poco. Si antes tenías bastante para pasar el día, ahora no llega”.