El filósofo y economista Amartya Sen, premio Nobel, definió la pobreza como una “falta de libertad”. Es la imposibilidad de regir una vida plena y atender las necesidades básicas. La extensión de la pandemia con sus restricciones agrava los estados de vulnerabilidad. Con las medidas sanitarias, que frenan la transmisión del coronavirus y por tanto ayudan a salvar vidas, se resiente la economía, especialmente en el sector hostelero, turístico y comercial. El golpe social del COVID se hace notar también en ciudades pequeñas como Ourense. Cáritas, la ONG de la Iglesia, contabiliza más de 300 atenciones en lo que va de año a personas que requieren una ayuda urgente para poder pagar la luz, el agua, o el gas, o para comprar comida.

María Tabarés, directora de Cáritas en Ourense: “Muchas de las situaciones son dramáticas. Hay personas que tienen que elegir entre pagar el alquiler y hacer la compra"

“Es un dato muy llamativo, algo que no veíamos desde la crisis de 2008”, advierte Óscar Diéguez, coordinador del programa de acogida integral y empleo en Cáritas Ourense. “En lo que va de año hemos atendido, al menos una vez, a 300 personas pero el número de intervenciones supera el millar, porque algunas pueden venir en cuatro o cinco ocasiones”. María Tabarés es la directora de la ONG de la Diócesis: “Muchas de las situaciones son dramáticas. Hay personas que tienen que elegir entre pagar el alquiler y hacer la compra. El perfil más habitual es del de familias monoparentales, padres o madres solos con hijos a su cargo”, subraya la portavoz.

Óscar Diéguez, coordinador del programa de acogida integral y empleo de Cáritas en Ourense. // FERNANDO CASANOVA

"A algunas personas se les está haciendo larga esta crisis y los recursos y las reservas se les van agotando"

“Esta tercera ola se está notando en la necesidad de ayudas de emergencia a personas que no pueden pagar recibos de suministros, o que necesitan material escolar o apoyo para comprar alimentos sin que necesariamente tengan que acudir al comedor social”. La responsable confirma que la extensión de la pandemia, con su golpe socioeconómico por las restricciones, provoca un aumento del número de familias “que antes llegaban a cubrir sus necesidades básicas y ahora no. El grupo es cada vez más amplio, con personas por ejemplo que están en situación de ERTE y sin cobrar, porque los recuperan unos días y luego vuelven, con suspensiones que no van acompañadas de una tramitación ágil por parte de la administración y no ingresan. Hay mucha gente vinculada a la hostelería, como camareros, cocineros, etcétera. A estas personas se les está haciendo larga esta crisis y los recursos y las reservas se les van agotando”, expone María Tabarés.

Las trabajadoras domésticas

El impacto de la pandemia también es notorio entre las trabajadoras del hogar, porque el miedo al contagio en las casas reduce la demanda de estos servicios. “Hay casos de personas sin prestación desempleo o que no estaban en una situación regular, por lo que no tienen ahorros para hacer frente a ningún imprevisto”, indica la directora.

“La cobertura de las necesidades básicas es importante, pero además hacemos hincapié en la promoción personal, posibilitando un empleo digno, una salida"

Los técnicos de Cáritas detectan los casos vulnerables para buscar soluciones. “La cobertura de las necesidades básicas es importante, pero además hacemos hincapié en la promoción personal, posibilitando un empleo digno, una salida. Dando un apoyo para hacer frente al pago del alquiler o el recibo de la luz permites que la situación familiar siga normalizada, y si además fomentas una formación y una inserción sociolaboral, la situación mejora. Se hace una apuesta decidida por el empleo, con un itinerario y un seguimiento personalizados”, destaca María Tabarés.

Voluntarios en el comedor social de Ourense, gestionado por Cáritas. // FERNANDO CASANOVA

En la sede central de la ONG de la Iglesia en la plaza de Bispo Cesáreo, hay tres profesionales dedicados a acogida integral y empleo, más otros dos en Covadonga y uno en el comedor social de As Lagoas. En este último recurso, en el que cada jornada colaboran entre una decena y una docena de voluntarios, la media diaria actual de raciones dispensadas está en unas 300. En la primera ola, con el cierre casi total de la economía, se superaron las 600.

Los expertos de la asistencia social temen que la pobreza y la necesidad aumenten si, tras esta época de ERTE, que han evitado que el paro se dispare a cifras descomunales, llegan despidos.

Un colaborador en el comedor social de Ourense. // FERNANDO CASANOVA

Aldrin: “No podía con el alquiler y me ayudaron”

Aldrin, de 49 años, llegó de Venezuela a Ourense, solo, en octubre de 2019. “Estuve trabajando en negro en el sector de la construcción, para poder sobrevivir. Pero la situación de la pandemia hizo todo más difícil y me quedé como quien dice en la calle, ya no podía pagar el alquiler. Tenía 15 días para desalojar”, introduce. Cáritas fue para él una tabla de salvación, porque le ayudó a hacer frente a ese pago, y también un modo de dar con una salida. “Me ofrecieron ayuda y apoyo para mejorar mi situación”, destaca.

Aldrin, graduado en administración en Venezuela, hizo cursos de carretillero, de manipulación de alimentos y de jardinería. Y es esta última profesión, que aprendió en un curso de formación de más de 300 horas, la que le permite acceder a un contrato para trabajar en un vivero en el que ya ha hecho 80 horas de prácticas. Su plan de vida está en Ourense. “Mis expectativas son trabajar, conseguir un piso y hacer vida aquí, es un lugar tranquilo y bonito, he coincidido con buenas personas”.