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Luis, el paciente que cantaba en la UCI

Luis García Prieto, con Pili y Cristian, los enfermeros que le cuidaron en planta. | // IÑAKI OSORIO

Cumplido un año del inicio de la pandemia es inevitable echar la vista atrás y recordar como era la vida de uno entonces y cómo ha cambiado en estos doce meses. Muchas de estas historias comienzan con la bajada de una persiana, coloreando un mural para el balcón o haciendo una maleta. Otras muchas arrancaron con una gripe más fuerte de lo normal, una PCR con resultado positivo y una experiencia nunca antes vivida tan intensa que todavía humedece los ojos al recordarla. Como la del ourensano Luis García Prieto (76 años), el primer paciente que ingresó en la UCI del CHUO con COVID-19.

Cuando Luis García llegó a la UCI era 16 de marzo, pero de aquellas primeras semanas de incertidumbre y confinamiento, él no recuerda nada. Ayer, justo cuando se cumplía un año de su ingreso, regresó al hospital para reencontrarse con el personal que lo atendió primero en críticos y después en planta. Ellos sí le recuerdan a él y de una manera muy especial porque también para el personal sanitario aquello era el comienzo de algo totalmente nuevo.

En realidad, la historia de Luis empieza el 12 de marzo, con su llegada al centro médico El Carmen de Ourense. Iba con su esposa porque ambos se encontraban mal desde hacía unos días. El diagnóstico fue rápido, neumonía bilateral. Quedó ingresado y a la espera del resultado de la PCR que, por entonces, todavía se enviaba a Madrid. La confirmación del positivo, recuerda su hija Eva, fue como un jarro de agua fría.

Luis con la enfermera Mar Salvado, en su llegada a la UCI, en marzo de 2020. FdV

Canciones

Lo último que recuerda Luis es entrar por la puerta de esa clínica y después alguna vaga imagen de su paso por la unidad de críticos del CHUO. Lo que domina en su memoria son las alucinaciones que tuvo durante su estancia de un mes en la UCI. Cuando pensaba que el hospital estaba en Salesianos y la extensión desde allí al Seminario era un gran prado verde, sin un solo edificio. Otro día venía desde su pueblo natal de Os Chaos da Limia (Lobeira) en una plataforma pero al llegar a Bande se atascaba y había que desmontarla. Le da la risa pensando en las historias que pasaban por su cabeza.

Casi todo el tiempo se lo pasaba cantando. Ahora sabe que era su mente, pero él creía que cantaba de verdad. “Si me hubiesen podido oír aplaudirían”

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Dice que casi todo el tiempo se lo pasaba cantando. Ahora sabe que era su mente, pero él creía que cantaba de verdad. “Si me hubiesen podido oír aplaudirían”. No recuerda qué canciones eran, letras que tarareaba en su cabeza y que siempre sonaban de fondo. “Así pasé el tiempo”. La única imagen real que le concede su cabeza es una en la que al abrir los ojos se veía rodeado por cinco personas que lo cambiaban de posición.

El primer EPI

Para cubrir sus lagunas, ayer lo recibieron en el hospital algunos de los profesionales sanitarios que cuidaron de él. Mar Salvado es la enfermera que lo recibió aquella mañana en la UCI. Luis era el primero de los muchos pacientes que acabarían pasando después por críticos y tuvo que ponerse el EPI por primera vez.

“Nos miraba con miedo porque todos le hablaban a través del cristal y la única que entraba en la habitación era yo". Mar Salvado, enfermera de UCI.

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“Tenía muchísimo miedo a que se colase algo y llevarlo a casa. Fue una mañana horrible”. Luis no lo recuerda pero ella sí: “Nos miraba con miedo porque todos le hablaban a través del cristal y la única que entraba en la habitación era yo. Tenía una mirada de pánico porque se veía allí metido y la única persona que entraba iba completamente tapada. Nos decía que tenía ganas de vernos la cara, para ver como éramos”, relata. Que Luis no tenga ningún recuerdo es normal en los pacientes de la unidad de críticos, explica la enfermera, “es muy común que borren su paso por UCI y recuerden solo cuando llegan a planta”.

Los profesionales que le atendieron lo recibieron ayer con fotos de recuerdo. | // I. OSORIO

Víctor López Ciudad es el médico ucista que dirigía el servicio en la primera ola. Él también tiene muy presente aquel primer ingreso. El equipo estaba preparado desde hacía días, el primer positivo en Ourense se había detectado el día 8 y ya había pacientes en planta desde el 12. “Pero sinceramente, teníamos un estrés y un miedo tremendo porque había mucha escasez de material, y aunque había unos vídeos colgados nadie nos había enseñado como teníamos que ponernos y sobre todo quitarnos correctamente un EPI”, describe. La incertidumbre era total y a eso se añadía el miedo a contagiarse y contagiar.

"Teníamos un estrés y un miedo tremendo porque había mucha escasez de material; nadie nos había enseñado como teníamos que ponernos y sobre todo quitarnos correctamente un EPI”. Víctor López Ciudad, médico ucista.

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Recuerda que hablaban con Madrid, que había recibido el primer impacto de la pandemia, para consultar los tratamientos. Luis llegó consciente a la UCI y lo pusieron boca abajo. “Era la primera vez que lo hacíamos y no sabíamos como iba a reaccionar, qué podía pasar. El problema que teníamos en aquellas primeras horas con él es que el oxígeno estaba bajo en la sangre y había que entrar rápidamente pero no podías hacerlo porque tenías que ponerte el EPI… Era un maremágnum de emociones”. A partir del 20 de marzo la actividad se intensificó y el día 25, ya con 9 pacientes, se abrió la URPA porque en la UCI no había espacio y era imposible atenderlos a todos. “Fue una época muy dura, y ahora piensas que ya pasó un año y la experiencia es diferente, sabemos qué hay que hacer y lo hacemos con rapidez y tranquilidad”, apunta.

Su mujer, también en UCI

La historia de Luis está ligada a la de su mujer, que también enfermó de COVID, ingresó una semana más tarde y pasó por la UCI. Ella seguía en críticos cuando él subió a planta y su preocupación al llegar era conocer como evolucionaba ella y como se encontraba su hija, que también dio positivo pero pasó la enfermedad en casa.

Es aquí cuando la memoria de Luis se aclara. Todo el personal sanitario fue “excepcional”, dice, pero los nombres que recuerda son los de Pili y Cristian, los enfermeros de la unidad de Neumología a la que fue trasladado después. “Cristian fue el primero que me dio de comer pero yo no podía y me decía que si no me había muerto en la UCI no me iba a morir ahora de hambre; Pili era extraordinaria, siempre se metía conmigo para animarme”.

“Estábamos nerviosos porque no sabíamos como vendrían a nivel físico y de alimentación". Cristian Vispo, enfermero.

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Al verlo llegar ayer acompañado de su hija Eva y con 20 kilos más casi no lo reconocían. “Cuando llegó era un saco y unos huesos”, cuenta Cristian Vispo. Luis también fue de los primeros pacientes postCOVID que llegaron a planta en la primera ola. “Estábamos nerviosos porque no sabíamos como vendrían a nivel físico y de alimentación. Luis era un reto más porque su mujer también estaba en UCI y tramitamos con admisión que los ingresasen juntos”. Ella llegó una semana después y el reencuentro “fue muy emotivo”. El 30 de abril abandonaron juntos el hospital. Para Cristian, “no hay mayor satisfacción profesional que un paciente recuerde tu nombre un año después y el trabajo que hiciste por él”.

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