La trascendencia de Charlie Parker, de cuyo nacimiento se cumple hoy un siglo, reside no solo en la revolución que protagonizó en la música entre los años cuarenta y cincuenta, sino también en su vigencia, en su eternidad, tras una muerte prematura, en marzo de 1955. 'Bird lives!', reivindicaban a las pocas horas varias pintadas en los muros del Greenwich Village de Nueva York. El genial saxofonista de jazz falleció demasiado pronto, antes de que alcanzara los 35, aunque su cadáver fue etiquetado en un primer momento con la edad de 53, quizá por un error en el orden de los números (también se le identificó equivocadamente como John), o tal vez por el aspecto envejecido que arrojaba, castigado por los excesos y las adicciones de una vida descontrolada, como su fraseo y su genio acelerados, irrefrenables. "En el momento de su muerte, se escuchó el enorme estallido de un trueno", dijo la baronesa Pannonica de Koenigswarter, una rica aficionada al jazz que dio apoyo y protección a varios músicos de la era dorada.

Tres días antes del trágico desenlace, Charlie Parker se presentó en el hotel de la aristócrata, en Nueva York. La mecenas se percató de la gravedad del enfermo cuando 'Bird' rechazó una copa. Parker murió el 12 de marzo de 1955, un sábado por la noche, mientras veía por la televisión a unos malabaristas. La heroína fue su peor compañera. En el 'Jazz at Massey Hall', el 15 de mayo de 1953, considerado el mejor directo de la historia de este género, usó un saxo de plástico prestado por una tienda de Toronto porque -se sospecha -había empeñado el suyo en Nueva York para comprar heroína. En noviembre de 1945, llegó a vender los derechos de una de sus grandes composiciones, 'Now's the time', por solo 50 dólares. Según la autopsia, Parker padecía cirrosis hepática, neumonía y úlceras estomacales y, en su instante final, un ataque al corazón. Nunca nadie había ensanchado tanto los márgenes de la música, nadie había ampliado de tal manera los límites de la vida. Aquel genio disruptivo que alteró los patrones de la métrica y la sonoridad del jazz ha pervivido en las obras y modos de centenares de músicos de todo el mundo que tienen a Charlie Parker entre sus artistas de referencia.

"No toques el saxofón, deja que él te toque a ti", proclamaba. Fue el gran exponente de una revolución musical, la del bebop, que quiso alejarse del estilo del que se habían adueñado los blancos, con el swing y las orquestas. "Queríamos hacer música que ellos no pudieran tocar", manifestó a las claras el pianista Thelonius Monk.

Como otros grandes artistas, Charlie Parker sufrió el racismo cultural: no pudo estudiar en los conservatorios de su ciudad porque no admitían a estudiantes negros. Tras ser minusvalorado por cierto sector de la crítica pese a su contribución innovadora y su entrega a la música (era habitual que ensayara unas 15 horas al día), cuando murió en Nueva York solo unos periódicos publicaron la esquela, algunos no sabían su nombre y le llamaban simplemente 'Yardbird',el que fue su apodo original (se lo pusieron porque recogió una gallina para cocinarla tras el atropello a varias en un viaje junto a sus compañeros de gira), y solo el New York Post citó su edad correcta. A medida que su ausencia se hizo patente, su figura se magnificó, el aura y el mito crecieron.

En 1950, el mayor club de Manhattan, entre la calle 52 y Broadway, fue bautizado en su honor como 'Birdland.' Parker era el ídolo y mentor del otro gran genio del jazz del siglo XX, Miles Davis. "Pasé mi primera semana en Nueva York gastando el primer sueldo en buscarlo", recordaría el trompetista. En 1951, el saxofonista se percató de la presencia en su concierto de Stravinsky, a quien dos años antes había hecho un guiño durante una actuación en París, cuando introdujo las primeras notas de 'La consagración de la primavera' en su solo de 'Salt peanuts'. Mientras improvisaba en el escenario del Birdland, durante otro de sus estándares más reconocidos, 'Ko-ko', Charlie Parker tocó unas notas de 'El pájaro de fuego', un ballet obra del ruso. A Stravinsky le impactó tanto que derramó el güisqui de su vaso. Julio Cortázar caracterizó a Charlie Parker en el cuento 'El perseguidor', con Johnny Carter como trasunto. En este relato, donde la biografía de 'Bird' desborda la ficción, durante un ensayo con Miles Davis, Carter dejó de tocar de golpe, exclamando: "Esto ya lo toqué mañana".

La pandemia trastoca el plan inicialmente previsto para este domingo en Lugo, donde más de 150 intérpretes iban a darse el relevo durante varias horas en una jam session histórica, la Gran Festa do Jazz Galego, en torno a la figura de Charlie Parker, por su centenario. El evento, organizado por la Asociación de Amigos do Jazz de Lugo, Escobijazz, tenía la ambición de convertirse en la mayor jam session de la historia en España. Dado el avance de la pandemia y las nuevas medidas preventivas de la Xunta, ayer se optó por retrasar esta cita hasta el 27 de septiembre, "por reponsabilidad con el público y los propios artistas implicados", según la organización.

Charlie Parker reposa en el cementerio Lincoln de Kansas City, en una tumba contigua a la de su madre Addie (1891-1967). En su lápida está perfilado un saxofón del que sale un pájaro volando libre. El gorjeo de las aves que anidan en los árboles del camposanto acompaña el descanso de Bird, rodeado de un campo verde y plácido. Hace unos días, el saxofonista Matt Otto -productor del disco 'Ontology,' del ourensano Xose Migueléz- acudió a este lugar para depositar un ramo de flores en nombre de los músicos de jazz gallegos. Esa ofrenda por el centenario simboliza la gratitud y el reconocimiento de los herederos del músico, miles por todo el mundo que mantienen vivo el legado -reproduciéndolo, reinterpretándolo- 65 años después de su muerte.Es cierto: Bird aún vive.