Suena el teléfono de Patricia Blanco -47 años- y, al segundo tono, descuelga una voz infantil. Se hace un breve silencio hasta que un grito avisa: "¡Mamá!" La pequeña cumplirá 2 años el 26 de julio y lleva en casa de Patricia, José Antonio Lama -54, celebrados ayer- y sus hijos Nuria y Mario -16 y 11- desde el 13 de agosto de 2019. "Todavía no hablaba ni andaba, era un bebé". En Ourense hay 25 familias que, como esta, abren su hogar e invierten su tiempo y su dedicación a acoger de forma temporal a menores que, por distintas circunstancias, no pueden estar con sus padres biológicos durante un tiempo. Otras 29 también realizaron la solicitud y permanecen a la espera. "Desde el principio le inculcamos que tiene dos mamás, su madre biológica y, hasta que esté con nosotros, también a mamá Chicha y papá Xose [así pronuncia la pequeña sus nombres]. Es muy lista y es plenamente consciente".

El viernes a mediodía, los cinco posaban para la foto en el Parque de San Lázaro. Bueno, los seis, porque Teo, un caniche adoptado en una protectora -él llegó en febrero de 2019-, también es parte de la familia. La pequeña "es una más desde el momento en que la tienes en casa. La quieres como una más, la cuidas, la coleas. Ella está plenamente incorporada desde el principio; yo en este momento tengo tres hijos", asegura Patricia. "Hay que tener muy claro que se trata de una situación temporal, es una acogida y no una adopción. Sabemos que no es nuestra y que en algún momento se va a ir, porque este proceso tiene un final una vez que la familia de origen está preparada y el servicio de Menores lo determina. Nuestro papel es el de la guarda: proporcionar alimentación, cuidados, cariño y estabilidad emocional", expone esta ourensana.

Cruz Roja se ocupa de la selección de familias según las necesidades de la acogida, de cuyo proceso también se encarga, con unos plazos que van de los dos meses y medio y a unos cuatro. Mónica Devesa es trabajadora social en este programa de la ONG. En el denominado 'banco de familias' están inscritas en la actualidad 54, dispuestas a abrir su hogar a menores que necesitan uno. Las técnicas de Cruz Roja -esta trabajadora social y una psicóloga- hacen entrevistas de idoneidad para cada perfil de niño y teniendo en cuenta el ofrecimiento de cada familia, en cuanto al rango de edad preferible. El perfil habitual es el de un matrimonio con uno o dos hijos, pero pueden optar núcleos monoparentales, divorciados o parejas de hecho. "Cada hogar tiene sus fortalezas, lo que buscamos es un mínimo de estabilidad".

En las evaluaciones abordan las perspectivas motivacional, educativa, laboral, social y familiar. Tras la valoración, entrevista y visita domiciliaria, los candidatos reciben una formación de veinte horas, así como supervisión, apoyo y acompañamiento en todo el proceso. "Siempre necesitamos más familias de acogida, porque es difícil disponer para todos los perfiles, por ejemplo con adolescentes y grupos de hermanos siempre nos cuesta más", dice Cruz Roja Ourense.

El equipo técnico del servicio de Menores de la Xunta hace el seguimiento y control de la familia de origen. Existen dos tipos de acogida: la temporal, con una duración máxima de dos años, y que suele corresponder a menores de 0 a 11 o 12, aproximadamente, y la permanente, que no es definitiva, aunque lo parezca por el término. "Se llama así porque de inicio no hay una vuelta ni reincorporación al núcleo familiar de origen. Se trata, generalmente, de niños tutelados que están en un centro, en régimen de sistema de protección, con una previsión de que puedan permanecer mucho tiempo, incluso hasta alcanzar la mayoría de edad", explica la experta.

Seguridad y afecto

En estas familias existen "problemas cronificados, de gran vulnerabilidad", son núcleos desestructurados, aunque la mayoría pueden mantener las visitas con sus hijos, durante la acogida, si existe relación y no hay incompatibilidades legales. En ocasiones, los propios niños solicitan ser acogidos "porque no quieren continuar en centros de protección, aunque allí los educadores facilitan su camino, y prefieren experimentar la vida en familia sin poder dejar de ver a la suya de origen", dice la técnica.

Encontrar un hogar aporta a los menores "seguridad y ven cubierta la parte afectiva. Además da la normalidad que todos los niños necesitan. Sienten que forman parte de una familia que los va a atender de forma individual. También les ofrece la alternativa de conocer un funcionamiento familiar al margen del suyo, para que cuando sean mayores puedan reproducir un ambiente normalizado", explica Mónica Devesa. Se intenta que ambas partes expliquen a estos menores el proceso "para que no sientan abandono, y siempre reforzando la idea de que los papás no se van, los pueden seguir viendo y estarán con otra familia solo un tiempo".

José Antonio trabaja en la recepción de la residencia universitaria As Burgas, del campus. Patricia no tiene empleo ahora mismo -fue teleoperadora varios años-, sí cuando llegó la pequeña. Es la primera vez que el matrimonio acoge, aunque hace tiempo que empezaron a mostrar interés y acudieron a informarse a Cruz Roja. Entonces, entre los horarios de trabajo y que sus hijos aún eran pequeños, no llegaron a dar el paso. En septiembre, la niña podría volver ya con su madre biológica, con quien las visitas son ya más largas y frecuentes, tras comenzar en el inicio del periodo de acogida con una hora a la semana. Se reanudaron en junio tras quedar suspendidas en el confinamiento. La videollamada salvó la distancia durante ese periodo.

Mario empezará el próximo curso la Secundaria y Nuria ha superado Primero de Bachillerato. En parte, la decisión de abrir el hogar a menores que necesitan en estos momentos uno se basó en que "pensábamos que era un buen ejemplo para los niños, para que vieran que existen otras realidades".

Patricia y José Antonio, que se mostraban dispuestos con Cruz Roja a acoger a menores entre los 4 meses y los 7 u 8 años, hablaron de sus intenciones con sus hijos, para que participaran del proceso. "Queríamos el compromiso de todos, siempre con la idea de que se trataba de algo temporal. Son buenos chicos y sabíamos que iban a responder bien, pero la verdad es pasmoso cómo se adaptaron. Nos quedamos incluso sorprendidos de la buena adaptación, del buen trato, del buen recibimiento y de su ayuda en casa", dice la madre.

Los "hermanos de acogida"

"El niño pasó de ser el pequeño al mediano y ganó una compañera de juegos. La niña, que está en la adolescencia, fue al principio un poco más reticente pero una vez que se lo explicamos lo entendió, y muy bien también. Movió las horas de estudio para que coincidiera con los momentos en los que estaba durmiendo. Desde el principio se ofreció a dar el biberón y de comer. La colaboración de ambos fue total. Desde el momento que la nena entró en casa fue una más. Cuando se refieren a ella fuera, dicen que tienen una hermana de acogida". A la hora de la despedida, más cerca, "estarán preparados".

Dice la trabajadora social de Cruz Roja que "es imposible no coger cariño" a los pequeños que, temporalmente, llegan al hogar. "Las familias entienden que no es un proyecto con la finalidad de adopción, sino que llega un momento en el que los niños tienen que seguir su vida y no pueden quedarse más tiempo del que deben. Precisamente porque los quieren lo que desean es que llegada la hora se vayan; quieren que estén en su sitio definitivo, en su lugar".

En varios casos, el contacto no se pierde, siempre que la familia de origen y la de acogida -que suelen conocerse mediante una presentación, así como compartir impresiones y consejos durante los intercambios en las visitas- lo vean conveniente. "Han sido personas que han cuidado a tus niños mientras tú no podías. Es un proyecto de ayuda", subraya Devesa.

"La relación con su mamá es muy buena, muy cordial y muy respetuosa. Las dos estamos de acuerdo en que estamos unidas por la niña", expresa Patricia. Que siga el contacto en el futuro, tras el regreso de la niña a su casa, "será una decisión de la madre biológica. La relación es positiva y supongo que, por lo menos al principio, seguiremos en contacto y alguna llamada habrá. En cualquier caso, exista o no, el trabajo por nuestra parte está hecho, la misión cumplida y la satisfacción queda. Cuando se vaya notaremos un vacío, pero no será traumático porque creo que por encima de todo va a quedar la satisfacción tan grande de haber sacado a la niña adelante. Ese es realmente el papel de una familia acogedora".