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Empatía y casa para los que huyen de la violencia

Provivienda llega a Ourense para dar a solicitantes de asilo un lugar donde vivir y orientación social

Profesionales de la asociación Provivienda, en la nueva sede de Ourense. // Iñaki Osorio

"Trabajamos con personas que han tenido que atravesar una situación compleja, en ocasiones desde entornos de guerra, torturas o violencia. Requieren un poco de empatía, que nos pongamos en sus zapatos y veamos cómo los podemos ayudar. Han tenido que marcharse como en su día lo hicieron muchos gallegos, para poder buscarse la vida". Con más de dos años de experiencia en Vigo y con presencia también en A Coruña, la entidad social Provivienda se instala en Ourense para posibilitar que solicitantes de asilo tengan un lugar donde vivir, prestándoles además orientación social desde distintos ejes. "En todos nuestros proyectos, el punto de inicio es la vivienda. Entendemos que para que una persona pueda cambiar su proceso de vida y mejorar su situación necesita disponer de un espacio de seguridad, como es la vivienda", explica Ana Pardo, responsable en Galicia de la ONG, que nació en 1989 y se dedica a "mejorar la realidad sociorresidencial de las personas, sobre todo de aquellas que se encuentran en situación de especial vulnerabilidad".

Provivienda, sin ánimo de lucro, se nutre de subvenciones bajo un marco establecido por el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social. Arranca con 25 plazas en la ciudad pero la intención es llegar también al rural, mitigando la despoblación que cierra aldeas y merma el territorio. "Pensamos que es posible llenar ese vacío demográfico que hay en las zonas del rural". La entidad trabaja con familias y con perfiles individuales. En un año atenderán a 50 o 60 personas aquí. En Vigo llevan más de 200 beneficiarios. Las acogidas en Ourense comenzarán en febrero. "Los primeros 6 o 9 meses se trabaja en la incorporación del idioma, si es necesario, y en que las personas se adecuen culturalmente a la ciudad. Después queremos dar el salto a ayuntamientos que requieran población y que a veces están perdiendo recursos por la falta de habitantes, a zonas que demanden y necesiten mano de obra y donde estas personas tengan opciones de disponer de un trabajo y una vivienda y de desarrollar sus proyectos de vida".

Este tipo de iniciativas son una solución contra la crisis demográfica. "Galicia tiene una población muy envejecida, lo que lleva preocupando mucho a las administraciones. Estas personas son familias con niños pequeños, jóvenes en edad de trabajar y que quieren una oportunidad. Vienen huyendo de situaciones complejas y quieren estabilidad para poder desarrollar un futuro. Tenemos la posibilidad de dárselo y no es a coste cero, sino en igualdad de oportunidades".

Garantías de pago a los dueños

La asociación capta las viviendas en el mercado privado y ofrece garantías a los propietarios. "Firmamos la titularidad del contrato, efectuamos nosotros el pago con el dueño, gestionamos un seguro multirriesgo y ofrecemos el certificado de eficiencia energética en aquellos casos en que no lo tienen. Además, en esas viviendas se realiza un seguimiento técnico profesional continuado", explica Pardo.

Ya han gestionado varios pisos y trabajan para cerrar los últimos que configurarán la red inicial del dispositivo de acogida. La responsable territorial reconoce que se han encontrado ciertas reticencias, "miedos, dudas y prejuicios" de los titulares de inmuebles. "Hay un modelo de propiedad particular, que ve la vivienda no solo como una inversión sino como algo que forma parte de sí mismo por tratarse de una herencia o del fruto del trabajo de toda una vida, que pretende dejar a la familia. Lo que queremos precisamente es cuidar ese patrimonio, ponerlo en valor y tocar la conciencia de la población. En Galicia todos tenemos entre nuestros antepasados a personas que han tenido que emigrar, a Europa o a América, para buscarse un futuro. No se trata de regalar la vivienda ni de correr un riesgo, porque como entidad social damos unas garantías muy por encima de las que puede ofrecer un particular", subraya Ana Pardo. Según sus palabras, "garantizamos el pago durante el tiempo que dura el programa y, cuando las personas pasan a una segunda fase, en la que serán ellos los que firmen ya el contrato, se vincula un seguro de impagos y sigue habiendo un seguimiento técnico profesional sobre el estado de la vivienda y el mantenimiento del pago. Además, las personas tienen ayudas para ello".

Un proceso de 18 a 24 meses

La intervención social de Provivienda parte de posibilitar un piso a quienes llegan, "un punto de estabilidad". El proceso continúa gracias a los 8 profesionales que integran el equipo en Ourense de la ONG. Un equipo multidisciplinar trabaja a favor de la autonomía de las personas, "para que en 18 o 24 meses como mucho -según se trate de individuos o de familias con menores a su cargo- puedan estar ya integrados, en su propia vivienda, con su propio trabajo y como un ciudadano más", según explica la responsable territorial. "Somos un paraguas temporal".

La asociación presta una labor de acompañamiento social, ofreciendo información sobre el padrón, la asistencia sanitaria o cómo realizar trámites. Cuenta con servicio de abogacía para orientar en el proceso jurídico de solicitud de asilo, así como con psicología. Porque varias de estas personas afrontan "un duelo migratorio", un nudo emocional por haber dejado su tierra para buscar un lugar mejor. Además, la entidad ofrece clases de castellano para que los recién llegados aprendan el idioma. Un técnico de empleo trabaja en la incorporación sociolaboral.

"Nos encontramos con perfiles muy variados, desde personas con titulación universitaria, que tenían en sus países empresas y trabajos, a otros sin apenas estudios pero que fueron desarrollando sus oficios. Tenemos que intentar acoplar sus perfiles a la realidad de Galicia", explica Pardo. Atienden a beneficiarios de distintos orígenes. En Vigo, "en el primer año de trabajo, recibimos más población de Siria, Mauritania, Ucrania o Rusia, mientras que en el segundo subió la de países hispanos, como Venezuela, Colombia, El Salvador o Nicaragua".

Cada emigrante trae su propia historia, sus vivencias y sinsabores. "Si hacemos por un segundo un ejercicio de empatía, nos daremos cuenta de que han dejado toda su vida, toda su historia. Nadie lo haría sin un motivo de peso, real. A veces vienen con un punto de: "Tengo que salir adelante y luchar", y otras tenemos que ser nosotros quienes los ayudemos y recordemos: "Sí, pero también tienes que cuidar de ti y de cómo estás gestionando todo esto". Otras veces, las personas vienen rotas y hay que trabajar con ellas en el proceso de recuperación. Todas son personas que quieren una segunda oportunidad".

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