La pedagoga Antía Cal recibió ayer de manos de la Fundación Otero Pedrayo el Premio Trasalba 2012 concedido a su labor docente y a su proyecto educativo en la escuela Rosalía de Castro de Vigo desde 1961, un centro que plantó cara a la educación oficialista de la dictadura franquista presentándose a la sociedad como una escuela que aparcaba el adoctrinamiento para dar paso a los intereses del alumnado.

La propia Antía Cal afirmó que su propósito fue desde el principio poner en marcha una escuela "abierta y plural que educase en los valores democráticos". Un auténtico desafío en pleno franquismo. Ayer, la intelectualidad gallega le reconoció el mérito y, al tiempo, el de su marido Antón Beiras, compañero en esta misión hasta que falleció hace 43 años.

Antía Cal, de 89 años, leyó en su discurso una carta escrita a su esposo en la que le cuenta como ha sido su vida sin él, lo que le extraña y el vértigo con el que mantuvo el proyecto en solitario: "Lo hice porque aunque te fuiste siempre estuviste a mi lado".

Visiblemente emocionada durante toda la lectura, Antía Cal no logró contener las lágrimas cuando se refirió a la situación económica actual y a los recortes que afectan a la educación y a la enseñanza. Sentada frente al conselleiro de Educación, Jesús Vázquez, la pedagoga rompió a llorar al mencionar el anunciado cierre de escuelas en el medio rural. "Hoy no podemos consentir que haya analfabetos", dijo apelando a la reflexión. Nadie mejor que ella, primera impulsora de la educación integral para la ciudadanía, para afirmar que la educación es la base y la piedra angular de una sociedad libre y desarrollada. La suya proviene de una de esas escuelas de pueblo, en Muras (Lugo), donde se formó al regreso de la emigración (nació en La Habana).

La entrega del Premio Trasalba a Antía Cal reunió ayer en la casa museo de Otero Pedrayo, en Amoeiro, a la intelectualidad gallega. Además del presidente de la Real Academia Galega, Xosé Luis Méndez Ferrín, y el presidente de la Fundación Otero Pedrayo, Víctor Freixanes, estaba el académico Xesús Alonso Montero, que leyó la Laudatio a Antía Cal, dedicada también a Antón Beiras, destacando su valentía, en aquellos tiempos convulsos, de utilizar el gallego en el ámbito doméstico para criar a cuatro hijos, "cuando otros intelectuales no se atrevían a dar ese paso".