Rodeado de centenares de personas y muchas flores fueron ayer despedidos los restos mortales del trabajador ourensano, Felipe Pérez Carral, muerto en un trágico accidente laboral en Arrecife, Lanzarote. Tras ser velado en el tanatorio de su pueblo natal, Seoane, en O Carballiño, el cadáver fue posteriormente trasladado a la parroquia de Longoseiros, donde tuvo lugar la misa y entierro en el panteón familiar de su esposa, Jackeline Fernández Ferreiro.

Con sólo 41 años recién cumplidos el día anterior, este empleado de la construcción, con dos hijos, perdió la vida al desplomarse la grúa en la que él y otro operario de la empresa se encontraban, a una altura de unos 18 a 20 metros. Ambos fallecieron trabajando en la obra de un edificio de lujo, casi rematada, y de la que Carral era uno de los encargados.

Fueron muchas las personas que ayer quisieron darle su último adiós a un hombre, que quienes le conocían, lo definen como un gran padre y esposo, dedicado a su familia, un aficionado acérrimo del Real Madrid, y enamorado de la isla donde vivió varios años por motivos laborales. Una persona jovial, alegre, inquieta y buen amigo. Detalles que fueron también expuestos en una emotiva carta de despedida que leyó un miembro de su familia al finalizar la misa.

Este trabajador amaba Lanzarote, pero Lanzarote también le quería mucho. Muestra de ello, fueron los ramos de flores que recibió de sus compañeros de trabajo, del Club de Fútbol donde jugaba su hijo, de la comunidad de vecinos del edificio donde residía, del colegio de sus hijos, entre otros. Pero además, Pérez Carral no llegó sólo en su último viaje a Galicia, sino que su féretro vino acompañado de varios de sus compañeros de trabajo y uno de sus jefes.

Y como no podía ser, ante tan gran aficionado al Real Madrid, y cumpliendo con lo que él muchas veces comentó sin saber que iba a ocurrir tan pronto, en su funeral hubo un detalle de su equipo. Delante de su féretro lucía, confeccionado en flores, el escudo, algún que otro ramo con los colores blanco-azul y una banderita del mismo. Pero además, fue enterrado con una bandera y vestido con chandal y zapatillas del Real Madrid.

Un accidente extraño

Su muerte sorprendió a todos, ya que no era la primera vez que subía en una grúa, con las que tenía experiencia desde hacía unos tres años. Y como la construcción del edificio, donde aconteció el accidente, era su orgullo, no quería descuidar ningún detalle, por lo que ese fatídico día se ofreció a subir con el nuevo trabajador para comprobar que podía manejarla bien.

Pero no siempre tanta dedicación es bien correspondida, y ante la sorpresa de todos la grúa se vino abajo. Sobre todo, ante la sorpresa del otro encargado de la obra, Alberto, que asistió ayer al entierro, y observa que esa máquina tiene un sistema de seguridad que cuando detecta alguna irregularidad, como podría ser el exceso de peso, falta de equilibrio, movimientos inadecuados, “emite unos pitidos de aviso y paraliza el mecanismo”, lo cual había ocurrido en otras ocasiones, incluso cuando había viento. Ante estos casos, un operario abajo debía de bajar la canasta manualmente.

Según este encargado la primera vez que se bloqueó la máquina “llamamos a la empresa que nos la alquiló y nos explicó como hacer las próximas veces para bajar el brazo.” Asegura que cualquier inestabilidad que surgiera el sistema de seguridad de lo detecta y debía parar automáticamente. Pero esta vez no lo hizo, y cuando cayó estaba encendida. Asimismo, sobre la falta de casos y arneses observa que no sirven para nada en caso de caída de la propia grúa, y a esa altura aún menos. Ahora sólo queda investigar lo que ocurrió.