En la parte baja de una de las laderas de la aldea de Campeiros, Ángel Estévez Sierra, conocido como "Quevedo", con 83 años a sus espaldas, es uno de esos carrilanos (trabajadores del Camiño do Ferro), que durante muchos años de su vida fue uno de los que contribuyó a la construcción de la vía férrea Puebla de Sanabria-Ourense.

Unido al ferrocarril mas de media vida, como recuerda, sostiene en sus manos un diploma que recibió, en ese homenaje que tuvo lugar en la localidad de Campobecerros (Castrelo do Val). En una pequeña caseta, justo al lado de donde se ubicó un complejo de barracones que tenía noventa camas, y que era la vivienda de muchos de los que participaron en el tendido de la vía, sigue el gran fuelle de la fragua en la que trabajó a destajo para que las barrenas estuviesen a punto.

Fueron jornadas duras e intensas, llenas de sacrificio, pues "había que sacar adelante a seis hijos, y sin higüela(herencia)". En esa larga travesía siempre contó con el apoyo de su mujer, Carmen Fernández, con la que lleva casado 61 años, pues como recuerda, el día de su boda "el cura dijo que iba a casar a dos niños".

Pero Ángel Estévez inició su largo recorrido de ferrocarril, después de estar 19 meses en Stanlingrado, como zapador de asalto y minadores en la División Azul, a la que se apunto en una fiesta en Viana do Bolo. "Me dijeron que me podía borrar, pero al final me tuve que ir", comenta un episodio propio de la juventud.

Cuando se acaba la vía del ferrocarril, Ángel Estévez se tuvo que buscar la vida como herrero por los pueblos, y posteriormente en un surtido en A Gudiña, con jornadas intensa e interminables.

Ahora, la jornada es más llevadera y merecida. Dice que se acabaron los madrugones, aunque se levanta a las 9,30 de la mañana, y se dedica al cuidado de la huerta, el millo, y a dos fornidos cerdos. En un alpendre tiene aparcado su Seat Marbella, con el que se traslada por lugares de la zona, aunque cada vez menos. Frente a su casa, un túnel que le recuerda su pasado de carrilano.