Un verdadero líder es aquel que guía a los suyos a través de medios no violentos y sabe en todo momento lo que es correcto y lo que es equívoco. Este no es el caso de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau que, como siempre, recurre a la ambigüedad para salir triunfante de cualquier situación, por difícil que ésta sea. Esta es su actitud una vez más ante su negativa a secundar la manifestación promovida por ANC y Omnium, el próximo 11S dentro de la celebración de la Diada. En ella la consigna es recuperar la alcaldía de Barcelona por los secesionistas, bajo el lema "Hagamos la República Catalana", que por motivos de legalidad merecía el reproche público y la severa denuncia del Gobierno de España que, últimamente los problemas catalanes los "enfrenta de lado" y ni está ni se le espera. Colau vuelve a moverse en un terreno que es muy complicado, el de la ambigüedad que la caracteriza. Parece que tiene un cierto miedo a perder una alcaldía (a la que en su momento dijo no se volvería a presentar), quizás por ser su mayor contrincante Manuel Valls, quien sigue deshojando la margarita de su presentación a las próximas municipales de la mano de Ciudadanos. Sus decisiones rozan lo inaudito. Defiende el derecho a decidir pero critica al Estado Español responsabilizándole del encarcelamiento de los líderes catalanes. Dice que no se deben ocupar los espacios públicos con símbolos políticos pero está de acuerdo con las sanciones a aquellos que los retiran.

Y digo yo: ¿no le estará pasando como a aquel que iba en el caballo al revés? y cuando alguien se lo recordó le dijo: ¿y tú sabes para dónde voy?... Sra. Colau, usted que inició su vida política en la calle, que poco conoce el terreno y cuanto necesita una brújula para situarse de una vez por todas. He de recordarle que Democracia es la razón plasmada en leyes y no en permanentes dudas.