Da igual que hablemos de debates o de elecciones. Al final, en función de los resultados, siempre adjudicamos, por lo menos, un ganador y un perdedor. Pues no, señores. No se trata de la victoria o la derrota del aspirante o de la formación política que representa. Se trata de aprobar (raspado o con nota) o de suspender. Aunque, objetivamente, los que ganan o pierden siempre son el país y los ciudadanos.

Dicho lo cual, en las inminentes elecciones autonómicas gallegas del 25S, los únicos ganadores o perdedores serán, en cualquier caso, Galicia y los gallegos. Conviene recordar, por tanto, que la calificación de aprobado o suspenso la otorga, con sus votos, el pueblo soberano. Es decir, nosotros los ciudadanos. Todo lo demás es una actitud de triunfalismo, personal y partidista, arrogante y prepotente, totalmente prescindible.

En cualquier caso, al ejercer nuestro derecho en las urnas el próximo día 25 de septiembre es incuestionable que los gallegos estamos legitimados para aprobar o suspender a quien corresponda. Pero hemos de ser conscientes de que nuestra decisión llevará implícita la parte alícuota de responsabilidad que puede significar el éxito o el fracaso para el Fogar de Breogán.