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Portugal, por qué te quiero

José Manuel Costas Sánchez

Hace pocos días los pasé visitando Lisboa y algunos municipios de la zona y, como siempre, la amabilidad de los portugueses y portuguesas fue excelente. Allí, cuando tienes necesidad de preguntar por una dirección o un problema tratan de ayudarte y no es la primera vez que me acompañan hasta el sitio por el que pregunto.

Pero lamentablemente como en todos los casos siempre hay una parte oscura que mancha el buen hacer de otras personas y esta vez fueron las autoridades de Sintra las que consienten que unos pocos y malos comerciantes desprestigien a una población considerada como Patrimonio de la Humanidad.

Creo que esas autoridades se equivocan si piensan que porque les concedieran ese importante título ya pueden dormirse en los laureles y como sigan despreciando a los turistas considerándolos como tontos, pensando que lo normal es que ya no vuelvan más por allí o porque son personas mayores, como en mi caso, y que viajamos en autobús y no en coches de lujo, ignoran que la peor propaganda es la que se trasmite boca a boca y como muestra les diré lo que a nosotros nos sucedió.

Viajábamos en un autobús 40 personas y como sabíamos lo que nos costaría visitar el Palacio de la Pena (5 e por un autobús unos 2 km, más 2.50 e por otro vehículo más pequeño hasta la cima y 13 e de entrada. Total: 20.5 e por persona) solo subimos dos personas, pero luego cuando bajamos al pueblo y nos juntamos en el autobús fue cuando nos indignamos, algunos tenían vergüenza de decir lo que les había pasado y fue que por tomar un café bajo una sombrilla sin nada de lujo porque estábamos cerca de los 30º, nos cobraron 3.90 e por café y 4 e por una cerveza, cuando lo normal en Portugal es que cueste un café sobre 1 e.

Y lo que demuestra el desprecio hacia los turistas en ese lugar fue que la bajada en el autobús era de locura ya que como la hicimos en dirección única y el conductor lo debe hacer muchas veces al día.

La velocidad era de vértigo por una carretera estrecha que apenas cabía el autobús y de gran pendiente, o sea que nos trataron como ganado.

Como mi intención es denunciar este caso de abuso permitido por unas autoridades locales y no desprestigiar al resto de Portugal ni a los portugueses les diré que en ese viaje perdí un anillo de oro en el hotel y me lo van a enviar a casa, eso demuestra lo que decía antes de que Portugal no merece que unos malos comerciantes desprestigien a la mayoría que sí son honrados y amables.

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