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Sedados

La exhibición pública de la desnudez humana sólo puede aspirar a verse como muñeca hinchable, no como "persona" destinada a compartir más registros comunicativos que el sexual.

Los nazis usaban este método para quebrantar la dimensión más frágil y delicada del prisionero: la que proporciona el sentido del ser. El Salón Erótico del Atlántico, celebrado en Vilagarcía, lo practica. En Auschwitz era gratis, secreto, impuesto desde el poder y orientado a la quema del cuerpo; en Vilagarcía sale a veinte euros, publicitado, motivado desde el poder y orientado a la alienación de la persona.

A menudo se habla de "valor"; conviene recordar que la palabra no significa lo mismo en Bolsa que en Filosofía : un valor bursátil se mide en precio; el valor personal en dignidad. La pareja humana, por encima de todo, se enfrenta al desafío de saber amar: algo imposible si se usa el cuerpo humano como basura -perfumada ahora por SEDA para dotarla de precio-.

Vivimos en democracia. La idea de que la libertad se enriquece humillando el cuerpo humano no sólo es equivocada sino estúpida. Pensemos en el elenco de alienaciones que el mercado oferta y que, por dignidad, rechazamos abiertamente sin que por eso la conciencia nos acuse de "estrechez mental" o "anacronismo". ¿A qué viene el complejo de exceptuar SEDA del elenco de bodrios rechazados? Este espectáculo contamina por: 1 ) sustraer el cuerpo humano del ámbito antropológico y confinarlo en el zoológico, 2 ) interpretar falsamente la naturaleza humana, 3 ) rebajar el sexo desde el nivel personalizante al embrutecedor y 4 ) "enseñar" ignorancia -valga la paradoja-.

Al echar un vistazo a la última estadística de divorcios, abortos y suicidios entendemos que el repunte de la triple desgracia guarda correlación positiva en el tiempo con el apoyo institucional a eventos erótico/pornográficos.

Qué más da: el Concello de Vilagarcía ve utilidad social a SEDA y le presta cobertura institucional. Sólo pido al alcalde que -tras las inevitables secuelas del impacto- no nos dé la murga con lamentos a toro pasado ni menos aún con los clásicos "¡Viva San Roque!" . Tanto fervor nos deja sedados.

Xusto Otero - Vilagarcía

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