Opinión | Crónica Política

El viaje

Dicen los clásicos que cuando hay un problema lo que conviene es hacerle frente y no disimular como si nada sucediera. Y es un sabio consejo el que ha seguido don Alfonso Rueda en su viaje relámpago a Portugal. Porque, efectivamente, había un problema: recientes declaraciones de la señora Ayuso, presidenta de Madrid, acerca de prioridades en infraestructuras ferroviarias hispano-lusitanas sembraron dudas en Galicia. Sobre todo una frase que se atribuyó a doña Isabel a cerca del enlace Lisboa-Madrid. Más concretamente, reforzó la sospecha de que la preferencia era Extremadura y no Galicia.

Es verdad que Madrid tiene un suplemento de importancia por ser la capital y generar movimiento económico muy por encima del resto de comunidades. Pero, en cualquier caso, no resulta imaginable que el Gobierno central dé ventaja a una de sus rivales más contundente, reforzando así el papel de la presidenta. En cualquier caso, una de las claves es Lisboa, porque tiene en su mano buena parte de la obra que, financiada por la UE, interesa al noroeste peninsular tanto o más que la variante del centro. En la búsqueda de claridad hay que encuadrar la entrevista entre el presidente de la Xunta y miembros del ejecutivo lusitano.

La reunión tiene también un significado político interno. La oposición gallega sigue insistiendo en un error: considerar al señor Rueda Valenzuela como una especie de auxiliar del presidente del PP, señor Feijóo. El hecho mismo de que el titular gallego haya ido a preguntar y clarificar la cuestión ferroviaria habla por sí mismo. No hay timidez, y mucho menos temores, en el carácter y la actuación que en estos dos años ha mostrado su señoría, más bien lo contrario. Probablemente esta opinión no tenga un respaldo universal, pero la sociedad gallega sabe distinguir actitudes, como quedó demostrado en las elecciones de hace tres meses.

La noticia que acaba de publicar FARO DE VIGO, y que confirma que Lisboa tendrá en 2032 rematada su parte de la obra AVE entre su frontera norte y Vigo proporciona, a la vista de los precedentes, mayor tranquilidad a la comunidad gallega que las reiteradas afirmaciones del ministro español señor Puente, ahora mismo dedicado en apariencia a crear escándalos que desvíen la atención del mal momento que atraviesa el Gobierno al que pertenece. Algo especialmente provocador si se tiene en cuenta que don Óscar es el responsable de los transportes y la movilidad en toda España.

La perspectiva es por tanto optimista, y el viaje de don Alfonso oportuno, pero aún quedan asuntos que conviene resolver cuanto antes. No debe olvidarse que la región Douro ha apostado públicamente por el refuerzo y la competitividad del aeropuerto de Oporto. Ni tampoco que la capacidad portuguesa para captar inversiones es a día de hoy superior a la gallega. Estas cuestiones merecen, sin duda, especial atención; y no tanto por rivalidades que no vienen a cuento, cuanto por la urgencia gallega de progresar “mirándose en el espejo de Portugal”. Y esa tarea implica una modernización de las estructuras, además de una reflexión sobre la parálisis que la burocracia impone aquí a no pocas iniciativas. Serán necesarios más viajes presidenciales, por si acaso.