Opinión | Crónicas galantes

Un hombre lo hace todo en España

Componentes del dúo musical Astrud

Componentes del dúo musical Astrud / FDV

“Hay un hombre en España que lo hace todo”, sostenían hace ya veinte años los músicos del grupo catalán Astrud en una canción de ese título.

Versátil como ningún otro, ese proteico individuo escribía todos los libros, era el crítico literario más leído, redactaba y respondía las encuestas, servía copas, vendía periódicos, alternaba el empleo de cajero con el de teniente coronel y dejaba todas las propinas en los bares. Añadía además la letra que “es el que te coge los bajos del pantalón y el cura que te dio la primera comunión”. Y aún le quedaba tiempo para inventar el Cola Cao.

Lamentablemente, los autores del tema no facilitaron el nombre de ese hombre total; así que cualquiera podrá ponerle el que mejor le plazca. Tal vez a sus adversarios y, sobre todo, a sus seguidores, se les pase por la cabeza el presidente Pedro Sánchez; pero eso sería un bulo de manual. La canción data del año 2004: y por aquel entonces Sánchez era un módico concejal que ni siquiera salía en la tele.

Lo que la copla podría retratar, en tono surrealista y por tanto españolísimo, es la figura de uno de esos caudillos en los que tan pródiga fue y es Latinoamérica, como probable herencia de la Madre Patria.

El caudillo es el hombre providencial que lo hace todo para ahorrarle faena a sus súbditos. Dado que está capacitado para acometer cualquier empeño, las instituciones están de más y tiende a concentrar el poder en su sola persona. Aun así, no es infrecuente que llegue al poder bajo la promesa de recuperar y fortalecer la democracia.

“El caudillo es el hombre providencial que lo hace todo para ahorrarle faena a sus súbditos”

No se exigen grandes cualidades físicas o cinematográficas para ejercer el caudillaje. El más famoso de los de España, Francisco Franco, era un hombre tirando a bajito, regordete y con un tono atiplado de voz que no se compadecía con su alto destino de Centinela de Occidente. Pero aun así se proclamó Caudillo por la Gracia de Dios, que ese día debía de estar particularmente gracioso.

No fue el único, naturalmente. Al argentino Juan Domingo Perón lo llamaban sus seguidores “El primer trabajador”; y a su esposa, Evita, “El hada rubia”. Abundaron otros títulos igualmente sonoros, como El Supremo –que parece nombre de tribunal–, El Protector, El Tigre de los Llanos, el Gran Ciudadano o el Patriarca de la Federación, por citar solo algunos. Más modesto, Fidel Castro se conformó con el de Comandante, aunque no había general que le tosiera.

A diferencia de los dictadores en sentido estricto –aunque muchos lo fuesen–, no es infrecuente que el caudillo conviva con las instituciones democráticas durante un tiempo. Por desgracia, tampoco es raro que finalmente se deje llevar por su tendencia a cerrar Congresos, amordazar a la prensa adversa y/o perseguir jueces que osen llevarle la contraria.

No hará falta decir que los europeos estamos a salvo de estos peligros gracias al paraguas de la UE. Más aún los españoles, a quienes se nos atribuye una propensión a la pereza incompatible con la figura del caudillo que no para de trabajar con el fin de hacerlo todo por sí mismo, sin que nadie le estorbe.

Sosiéguense, pues, los que temen la llegada de un Estado Unipersonal a este país. El hombre de la canción de Astrud es un mito.

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