Opinión

¡A la huelga!

Hay que hacer algo. Me niego a normalizar la putrefacta pelea entre los dos partidos que han gobernado España desde que tenemos democracia. Pelea en la que un sector no pequeño del periodismo participa de forma entusiasta, a qué nos vamos a engañar. No sé cuál es la solución y supongo que tampoco hay varitas mágicas para enterrar tanta inquina de un día para otro, pero esto tiene que parar. La caldera de Madrid amenaza con desparramar por toda España el virus del odio más cainita por el simple hecho de pensar diferente. Hooligans al poder. Sé que debemos insistir en que las responsabilidades no son las mismas y que la (ultra) derecha lleva años erre que erre con la matraca de “Gobierno ilegítimo” cada vez que pierde el poder. Les ha dado igual manosear el dolor de las víctimas de ETA o del 11-M, han encontrado un filón con las ensoñaciones independentistas del procés y ahora, liberados de filtros y complejos, identifican directamente al PSOE con putas y drogas, a saco.

La consolidación del fenómeno Ayuso, propulsado por el bravucón Miguel Ángel Rodríguez, tiene mucho que ver en este encanallamiento; y entiendo que no es fácil para el PSOE, que además tiene sus propios demonios, resistir la presión. Pero han entrado al trapo y ahora mismo el duelo a garrotazos de Goya adquiere todo el significado del absurdo que retrata: dos tipos atizándose hostias como panes mientras se van hundiendo irremisiblemente en el barro. Llegados a este punto, creo que ya no importa tanto quién y por qué empezó, sino detener el combate. Y es que lo peor de esta lamentable exhibición de furia hispánica es que está cuestionando la reputación de muchas instituciones. Demasiadas. Así que se me ocurre que podríamos contraponer el silencio al griterío y dejar de actuar como caja de resonancia de tanta regurgitación. Yo propondría una huelga de micrófonos que funcionara en clave de derecho de admisión. A la que llevaran un mes sin que sus exabruptos tuvieran recorrido mediático, igual levantaban la bandera blanca. Y sí, ya sé que esto es una utopía, pero de ilusión también se vive.