Opinión | Al azar

Francina Armengol sabe pero no contesta

A disgusto en Madrid, la presidenta del Congreso no ha tejido la red de complicidades que la hubieran inmunizado contra la trama de Koldo en dos pagos que conoce a la perfección

Por extraño que parezca desde la capital, Francina Armengol no tenía ningún interés por instalarse en Madrid hace un año, cuando su Govern envió un tímido “apercibimiento” a la trama de Koldo. Sin ninguna intención de recuperar 3,7 millones en mascarillas, con el solo propósito de cubrirse las espaldas. La entonces presidenta de Baleares estaba convencida el pasado marzo de que derrotaría sin mayores problemas a Marga Prohens, el clon de Isabel Díaz Ayuso que no constaba precisamente entre las preferencias de Núñez Feijóo. El resto es historia.

La confianza ciega en la victoria en las autonómicas del pasado 28-M ha sido esgrimida esta semana por Iago Negueruela, actual portavoz del PSOE de gira por Madrid para defender la escandalosa adjudicación en falso, para justificar que los tibios escarceos de reclamación no estaban motivados electoralmente. La derrota de la izquierda balear ante PP/Vox fue tan estrepitosa como inesperada, 34 a 25.

Desde la añoranza, Armengol confesaba, tras la derrota, que la tercera “iba a ser mi mejor legislatura”. El problema que ayuda a entender la crisis política en curso es que la nostálgica ya ocupaba al pronunciar estas palabras la presidencia del Congreso, la tercera magistratura del Estado en la que no se sentía especialmente cómoda. Su máxima ambición era recuperar el Govern en 2027. Hoy es imposible la promoción de Armengol a cargos ministeriales, resulta inverosímil que vuelva a presentarse a las autonómicas. Por haber dado a Koldo.

El PSOE impuso el pasado martes a Armengol la penitencia de una rueda de prensa monologada. La presidenta del Congreso se blindó con la célebre exculpación de Rajoy en la Gürtel, “no es una trama del PP, es una trama contra el PP”. Sin embargo, los regates y rechaces comportaban la convicción de que Armengol conocía a la perfección los dos pagos a los chicos de Koldo, el segundo después de saber a ciencia cierta que las mascarillas no se ajustaban a lo solicitado. Y no dominaba la adjudicación sin contrato porque hubiera preparado una intervención a la que se presentó desguarnecida, sino porque recordaba perfectamente los contactos que se negaba a confesar.

Armengol sabe, pero no contesta. Jamás ha reconocido un error, palabra inexistente en su vocabulario, y la trama de las mascarillas fraudulentas no iba a alterar esta tradición. Por eso negó a Koldo tres veces a preguntas de los periodistas, con la misma contumacia y mendacidad que Pedro a Jesucristo, antes de que el gallo Pedro Sánchez decretara que el escarnio público era suficiente. Desde Brasil, el presidente del Gobierno colocó magnánimo una manta protectora sobre su subordinada, pero se guardó un as bajo la manga por si avanzaba la vía penal. El número dos del Estado confesó que no había hablado con la número tres desde que estalló el escándalo. Un cortafuegos vocal para la segunda mallorquina agraciada con la amnistía de la Moncloa, después del rapero Valtònyc.

"Armengol ha sido amnistiada por Sánchez tras someterla a escarnio público y con la expectativa de que amaine el escándalo"

Cabe imaginar la tortura de Armengol, plenamente consciente de que aceptó un cargamento defectuoso de mascarillas y de que lo ocultó a las instancias de control, ante el silencio opaco de un Sánchez reencarnado en verdugo. Una semana aguardando a que sonara el teléfono. La distancia entre ambos presidentes ofrece otra prueba de que la titular del Congreso no solo se siente a disgusto en Madrid, sino que ha sido incapaz de tejer la red de complicidades que la hubieran inmunizado contra la trama del ministerio de Ábalos.

Desde luego que han salido voces en defensa del PSOE, y relegando el escándalo de las mascarillas de Koldo a una minucia administrativa. Se ajustan al milímetro con el feroz alineamiento mediático, nada que envidiar a la disciplina en países como Estados Unidos. Sin embargo, Armengol no ha generado hasta la fecha ni un átomo de simpatía personal. Carece de paladines, de plumas de nivel que acrisolen su labor en el Congreso. El propio veredicto oscilante de Sánchez es solo una apuesta, con la expectativa de que amaine el escándalo. Contraprogramar el soliloquio de la presidenta del Congreso con la ejecución del secretario general de Puertos a cargo de Óscar Puente se adentra en el sadismo político.

Armengol vale más que su pesarosa elegía del martes, al torear esa compraventa de la que usted me habla. Ha pagado el exceso de confianza típico de los segundos mandatos, cuando los gobernantes se sienten tocados por la gracia divina y desprecian la levedad de su posición. Ceder ante la trama de Koldo parecía a lo sumo un error, ribeteado ahora por la aureola penal.

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