Yo

Mercè Marrero

Mercè Marrero

Yo creo que mis problemas son más importantes que los tuyos. Es más, creo que tus quebraderos de cabeza son injustificados. Por eso, jamás te pregunto cómo estás.

Yo priorizo mi comodidad y, aunque sea un incordio para el tráfico fluido de cientos de coches, aparco mi vehículo en doble fila porque, total, es “solo entrar y salir a recoger un paquete”.

La cajonera y el perchero antiguos me molestan en casa y paso de informarme acerca de los horarios de recogida, bajar los trastos a la calle y todo el trabajo que eso implica. No es su lugar, lo sé, pero los dejo al lado de los contenedores de orgánico.

Soy ambiciosa, tengo poder y quiero ganar mucha pasta, aunque no la necesite. Puedo hacer una corruptela a cargo del erario público y la hago. Me da igual.

Yo estoy en posesión de la verdad y no soporto que pienses de forma diferente a mí. Te insulto y critico cada vez que te escucho decir algo distinto a lo que pienso.

Mi perra hace caca y pis en la acera, pero como nadie me ve y hace un frío que pela, me alejo sin recoger el presente ni limpiar el espacio público. Ya lo hará alguien por mí.

Quiero estar cómoda y escuchar vídeos de Youtube para entretenerme en el autobús. Coloco los pies en el asiento delantero y me importa muy poco molestar con el volumen alto al vecino.

Me apetece ver vídeos de Tiktok y cotillear los comentarios de Instagram sentada en la máquina para trabajar aductores. El que espera que se aguante. ¡Eh, que yo también abono la cuota del gimnasio!

Pienso que tus conflictos son chorradas y, en cuanto me cuentas alguno, te recuerdo todas las cosas parecidas y mucho más dramáticas que me suceden.

“Primero yo, después yo y, más tarde, también yo. El difícil equilibrio entre pensar en una misma y en el bienestar de los demás”

Mi paraíso terrenal es un bufet. Puedo servirme comida a mansalva y dejarla en el plato sin que el camarero me pida explicaciones. No me harán pagar más por ello.

Estoy en la crisis de los cincuenta. No me siento deseada como hace años y mi pareja, desbordada por cuestiones domésticas que me aburren, ha dejado de hacerme caso. Un amante cubrirá todas mis necesidades. Mi felicidad es prioritaria.

Disfruto de las duchas largas y, como el agua es un gasto comunitario y tampoco hay restricciones, uso litros y litros para mi bienestar particular.

Estoy harta de que Hacienda me robe y de la deshonestidad política. Cobro en negro y me quedo tan ancha. Quien más quien menos lo hace y no voy a ser yo la tonta del grupo.

Soy feliz con mi coche limpio y no aguanto tener colillas o papeles en el cenicero. Siempre que aparco mi vehículo, aprovecho para vaciarlo, aunque sea en el suelo. No es mi problema que el Ayuntamiento no ponga papeleras por todo.

Un señor mayor se acerca peligrosamente al paso de peatones y piso el acelerador para no tener que pararme. No tengo dos segundos que perder.

Yo quiero que mis hijos lleguen a ministros y no aguanto que la profesora pierda tiempo con el alumno que no es tan listo. Me quejo ante la dirección. ¡Para algo hay centros especializados!

Y, por cierto, ¿tú qué tal? Pensar en los demás sienta bien. Vale la pena probarlo de vez en cuando.

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