Promoción laboral y cambio del modelo científico en España

Paloma Castro

Paloma Castro

Los cambios que la ANECA propone para la promoción del profesorado universitario en España, lejos de ser una pequeña modificación del modelo anterior se han convertido en una transformación global de la carrera del profesorado y de la propia concepción científica de la investigación en nuestro país.

No se trata sólo de que el nuevo modelo trunque las carreras de los profesores de mediana edad que durante años se han gestionado en base al modelo anterior, sino que, en su diseño colectivo, alumbra una nueva concepción de profesor universitario convirtiéndolo en investigador, docente, gestor, director, incluso emigrante esporádico, para poder acceder a la carrera académica.

Frente a la lógica anterior que ha privilegiado la investigación, objetivándola, creando parámetros, fortaleciendo equipos, creyéndola fundamental para la incorporación de España a la innovación, base del desarrollo de nuestro tiempo, el nuevo modelo supone un retorno al pasado, al debilitamiento de las estructuras de investigación, rompiendo los equipos, priorizando que quienes quieran hacer carrera tengan que formar sus propios equipos para liderarlos, promoviendo más cabezas de ratón que cuerpos de león.

Si para ser catedrático tienes que ser director de un equipo de investigación, los equipos se rompen; si tienes que marchar al extranjero, discriminas a los que no pueden salir por motivos familiares; si tienes que ser obligatoriamente investigador principal (IP) de un proyecto concedido en Madrid, provocas que nadie quiera ir en un proyecto que no dirija. Es todo un sinsentido en contra de la lógica actual, que prima la investigación colectiva, la cooperación, los grupos fuertes y agregados que tanto han hecho por el desarrollo de la investigación en España.

Era necesario renovar el modelo, pero desde su filosofía, no desde la contraria. El modelo actual tiene defectos, pero ha sido exitoso; hay que modificarlo desarrollando vías alternativas para la carrera académica, no destruyendo las carreras de los investigadores y obligándoles a comenzar de nuevo en sentido contrario al que anduvieron durante este tiempo.

Es cierto que la docencia debe tener más peso, y que la gestión debe tener su recompensa en la promoción de los profesores y profesoras, pero lo que no puede ser es que se busque convertir a los profesores en hombres y mujeres orquesta, para los cuales todo es obligatorio, porque ese camino ya lo hemos andado.

No me gusta el modelo porque debilita las estructuras de investigación y tampoco me gusta porque quiebra las expectativas de miles de investigadores e investigadoras que ya han proyectado sus carreras de un modo contrario al que ahora se propone.

En cualquier caso, si se persiste en este retorno, debiera asegurarse al menos cuatro condiciones para su implantación: a nivel de derechos individuales, la convivencia de ambos modelos durante un periodo de tiempo prudente, la obligación de que todas las administraciones financiasen proyectos de investigación, plantillas y financiación suficientes para que se pueda hacer todas esas tareas, y finalmente, suficiente personal de administración para que la burocracia no sea una carga asfixiante para investigadores y profesoras.

Desde que los catedráticos no tienen el privilegio de ser rectores, la cátedra no es más que la culminación de la carrera docente. Cuando un profesor tiene evaluados positivamente veintipico años de docencia e investigación, cuatro sexenios y cinco quinquenios, tiene que ser catedrático, no puedes decirle que tiene que irse a una vendimia y bailar el cha-cha-cha; seamos serios, solo es una promoción laboral.

*Profesora de Ciencia Política de la USC

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