Crónicas galantes

Igual gana Pontón (o no)

Ánxel Vence

Ánxel Vence

No parece muy probable, pero tampoco ya imposible que Galicia pase a ser gobernada por un partido nacionalista tras las elecciones del próximo día 18. La candidata del Bloque es, entre todos los aspirantes, la que mayor grado de simpatía despierta entre los electores gallegos, si hemos de creer a las encuestas.

Ser el más simpático no significa que uno –o una– vaya a convertirse automáticamente en ganador, por supuesto; pero es un indicio para tener en cuenta. Ana Pontón ha conseguido limar las aristas más antipáticas del bando que lidera, lo que acaso explique que sea ahora mismo la jefa de la oposición en Galicia.

Obviamente, el Bloque Nacionalista no va a ser el más votado en las elecciones del domingo. Ese puesto le toca en todas las encuestas al Partido Popular, por razones curiosamente similares a las que fundan el crecimiento de la candidatura de Pontón.

Pocos ignorarán, desde luego, que el PP debe en gran medida su persistente éxito en las urnas a la imagen galleguista que viene ofreciendo desde los tiempos de Don Manuel I, atípico restaurador del Reino de Galicia. Fraga propuso en su día una Administración Única que delegaría en la Xunta casi todas las competencias del Estado; e incluso desarrolló su propia política de Asuntos Exteriores con viajes a Libia, a Irán y a la Cuba de Fidel Castro. Apenas dejaba espacio político al Bloque.

A falta de una burguesía autóctona de derechas como la que sostiene a los partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña, la también conservadora Galicia depositó su confianza en el PP. Un partido “estatal”, por decirlo con jerga ya algo antigua, que sin embargo cayó pronto en la cuenta de que su clientela le exigía ciertas dosis de galleguismo para sazonar mejor la oferta. Años y años de poder autonómico certifican el éxito de esa fórmula.

"El PP debe en gran medida su persistente éxito en las urnas a la imagen galleguista que viene ofreciendo desde los tiempos de Don Manuel I"

El Bloque, partido hegemónico, si no único, del nacionalismo tras el fallido experimento de Coalición Galega, era difícil de votar para una clientela mayormente conservadora como la de Galicia. Hablamos de un partido a la izquierda de la izquierda que en ocasiones ha pescado en el mismo caladero que Podemos o Sumar. Demasiado para el votante medio.

El mérito que llevó a Pontón a ser la dirigente mejor valorada en Galicia ha sido precisamente el de darle al otrora hosco BNG una cara amable y hasta socialdemócrata en el mercadillo de las elecciones.

Algo parecido había hecho años atrás su correligionario Anxo Quintana con no poco éxito; si bien es verdad que el sanedrín del Bloque no tardó en ponerle freno al hereje. Se ignora si pasará lo mismo en el caso de Pontón. Eso dependerá del resultado que obtenga en las urnas el 18-F, que son las que de verdad empoderan.

Lo cierto es que por primera vez el nacionalismo gallego tiene alguna posibilidad de hacerse con la presidencia de la Xunta. No es probable que lo consiga, pero tampoco lo parecía en el caso de Pontevedra, donde Miguel Anxo Fernández Lores se aupó a la Alcaldía en las elecciones de 1999; y ahí sigue, veintitantos años después.

Lo normal sería que el próximo día 19 siga gobernando el PP, aunque con los gallegos ya se sabe que nunca se sabe. Bien lo decía el sabio Pío Cabanillas: “Vamos a ganar, eso seguro; aunque todavía no sé quiénes”.

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