El correo americano

Necesidades particulares

Xabier Fole

Xabier Fole

La entrevista que le hizo Tucker Carlson a Putin no ha arrojado demasiada luz sobre el personaje. Oliver Stone ya le había hecho otra más extensa, igual de amable y mejor producida. No hay duda de que ahora Putin, por razones obvias, forma parte del llamado interés general y sus declaraciones pueden cobrar un valor noticioso. Pero tampoco es que el mandatario ruso aprovechara la ocasión para ofrecer datos reveladores o reflexiones inéditas, más allá de pedirle a Estados Unidos que deje de entrometerse en sus asuntos o de asegurar que no tiene ningún interés en invadir países de la OTAN.

Sin embargo, Putin sí que se explayó a gusto impartiendo lecciones de historia, que abarcaron desde el establecimiento de “Rusia como estado centralizado en 862”, pasando por la invasión mongola del siglo XIII y los conflictos con Polonia, hasta la Primera Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética. Mientras Putin hablaba, Carlson ponía esa cara de extrañeza que solía poner también en su antiguo programa de Fox, como si el presidente ruso fuera uno de esos invitados a los que daba y quitaba la voz cuando le venía en gana. Pero esta vez le tocó a él escuchar pacientemente, incluso durante 30 minutos seguidos, sin interrupciones ni comentarios sarcásticos, lo cual dificultaba la consistencia de su rostro, inevitablemente fuera de plano. “¿Esto va a ser un talk show o una conversación seria?”, le preguntó Putin.

Como ocurre en el documental de Oliver Stone, uno puede percibir en la entrevista lo mucho que disfruta el líder ruso explicándole el mundo al hombre occidental, a sus ojos tan soberbio e ignorante, riéndose de sus propias gracias e ironizando sobre la hipocresía que manifiesta el país de su interlocutor, quien, con una mezcla de fascinación y agotamiento, ha de digerir todas esas parrafadas. Es verdad que Carlson, de vez en cuando, aun maravillado por la exhibición de “conocimiento enciclopédico”, se preguntaba si era necesaria una alocución tan dilatada sobre unos hechos tan remotos para justificar su posición actual. Pero entonces Putin, irritado, le regañaba como a un niño, recordándole que todo eso le podía parecer muy aburrido, pero era importante, especialmente para alguien como Carlson, que, según la información que manejaba el presidente ruso, había estudiado Historia en la universidad (también le recordó que no fue admitido en la CIA).

Con el estilo que emplea en otras entrevistas, Carlson intentaba conducir a Putin a los asuntos en los que ambos podrían coincidir, como la crítica a la prensa mainstream o la teoría sobre el supuesto papel de la Inteligencia estadounidense en la explosión de los gasoductos Nord Stream (en la introducción del programa, Estados Unidos, con su “corrupción mediática y gubernamental”, ocupa más tiempo que los orígenes de la invasión, la escalada de la guerra o las posibles consecuencias del conflicto bélico en otros países). Aunque, entre la traducción y la verborrea, hasta las bromas llegaban con retraso. Al contrario de lo que prometía el presentador, los ciudadanos estadounidenses no están ahora mejor informados; sus seguidores, en cambio, sí recibieron una buena ración de propaganda.

"Al contrario de lo que prometía el presentador, los ciudadanos estadounidenses no están ahora mejor informados; sus seguidores, en cambio, sí recibieron una buena ración de propaganda"

Porque Carlson no es el primero en mostrar interés por conocer la versión de Putin (el propio Kremlin salió inmediatamente a corregirlo). Pero sí es el primero al que Putin ha elegido para contar su versión. Carlson le proporciona al presidente ruso una plataforma porque ciertos elementos de su discurso encajan en sus planteamientos ideológicos (teorías conspirativas, su oposición a que Ucrania reciba ayuda económica, la idea de que el deep state lo controla todo, etc.), obviando todo lo demás. Por ejemplo, cuando Putin le cuenta una anécdota sobre cómo unos asesores de George H. W. Bush acabaron influyendo en una decisión de este, Carlson se lamenta del poder que tienen otras “personas que nadie ha elegido”.

Carlson es lo suficientemente inteligente como para saber que no le han concedido la entrevista por su credibilidad como reportero. Sucede que, en este caso, Putin vino a buscar lo mismo de él. La diferencia, claro, es que uno es el líder de una potencia nuclear y el otro es un periodista que no hace mucho ofreció la “exclusiva” de un hombre que aseguraba haber mantenido relaciones sexuales con Obama. Que ambos se necesiten dice mucho del momento en el que estamos.