Un clavo más en el ataúd palestino

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

La decisión de suspender su financiación de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, adoptada precipitadamente por varios gobiernos liderados por EE UU es un clavo más en el ataúd de ese pueblo.

Lo más sorprendente es que esos gobiernos, todos ellos del bloque occidental, tomaran tan drástica medida a raíz de la acusación del Estado sionista según la cual doce o trece de sus colaboradores participaron supuestamente en el ataque del 7 de octubre.

Ni siquiera esperaron a una investigación independiente, sino que les bastó con la mera acusación del Gobierno de Benjamin Netanyahu, que, como se sabe, ha mentido descarada e impunemente en otras ocasiones.

El propio jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, reconoció que su Gobierno no había podido investigarlo por su cuenta aunque calificó las acusaciones israelíes –¿cómo no iba a hacerlo si EE UU apoya en todo a Israel?– de “altamente creíbles”.

Pero incluso si fueran ciertas, castigar al ya suficientemente martirizado pueblo palestino por unos pocos garbanzos negros en una agencia en la que trabajan 30.000 personas, en su inmensa mayoría refugiados, y que ha demostrado en más de setenta años su probidad e independencia, es no ya un disparate sino un crimen.

"Castigar al ya suficientemente martirizado pueblo palestino por unos pocos garbanzos negros es no ya un disparate, sino un crimen"

Y es hacerle sobre todo el juego al Estado sionista, que no pretende otra cosa que la desaparición definitiva de esa agencia, que mantiene vivo el derecho al retorno a las tierras de las que fueron expulsados en torno a 750.000 palestinos el año mismo de la creación de Israel (1948).

Israel se opone a ese derecho básico de los refugiados, reconocido en varias convenciones de la ONU, porque su retorno alteraría a favor de los árabes la demografía de un Estado que pretende ser exclusivamente judío.

Pero mientras ello no ocurra, la UNRWA es la encargada de garantizar que los cerca de siete millones de refugiados palestinos tienen al menos derecho a educación, sanidad y derechos sociales no solo en Gaza y Cisjordania sino también en otros países donde viven como Siria, el Líbano y Jordania.

El Estado sionista podrá seguir bombardeando impunemente Gaza e intentando expulsar por la fuerza de la Franja a los descendientes de los palestinos de la Nakba (“la catástrofe”, como la califican los árabes), pero no acabará con el sueño de millones de árabes de regresar a las tierras que fueron una vez suyas.

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