Mira Vigo

Los 45 primos Lepina

Los 45 primos Lepina.

Los 45 primos Lepina. / Fernando Franco

Fernando Franco

Fernando Franco

Aquí tenéis, en amor y compañía y en espléndida pose, la xuntanza que los primos Lepina, nietos y tataranietos de Abel y Estrella, vienen celebrando ininterrumpidamente desde hace 38 años. Este año tan querida familia reunió a s 45 primos y contó con tres invitados de excepción: la tía Mara con 89 primaveras, la tía Merchi con sus 86 y el tío Mancho con sus 90, lo que demuestra que es clan de larga travesía. Fue en La Genuína de Playa América, local de mirada oceánica y marina.

El paraíso de las almas perdidas

Cerró sus puertas el Almas Perdidas y con él una memoria de una generación del Vigo la nuit cuyos aromas supo describir hace días muy bien nuestra Carolina Sertal en las páginas de FARO a pesar de pertenecer a otra posterior. Su nacimiento en 1962 de la mano de José Regueiro (yo creo que de Covelo-Maceira) y desde 2019 de la de Luciano Armadáns dibujó una trayectoria que dio respuesta etílica y culinaria en Vigo al universo de la boca desde los años desarrollistas del 600 a los de este capitalismo caníbal que nos asola, pasando por el advenimiento de la democracia, las movilizaciones sociales o la irrupción del punk. El Almas era posada de marineros pero también la letanía anterior a la de La Lechería de América en la calle Real, penúltima parada de la noche habitada por todas las clases sociales, putas, macarras, intelectuales, artistas... desde aquellos años 60 en que Vigo no tenía para acabar la noche más que Las Grutas, el Master, Tonís o el Tom Jones que quedaba lejos. Se podría escribir un libro con las historias del Almas Perdidas y el pintor Secundino Diz podría contar no pocas de esa etapa que fue refugium pecatorum por la noche además de bar portuario durante todo el día. Descanse en paz este paraíso de tantas almas perdidas.

Lo recorridos etílicos de antaño

El Almas Perdidas fue uno de los espacios en que se manifestó que la ebriedad no es otra cosa que la forma superior de sobriedad, la vida iluminada. Ya que estamos metidos en harina hablando de aquel Vigo etílico de los 60 y 70, hablo con el periodista Fernando do Monte que ya tiene años y me recuerda un recorrido normal de una pandilla del centro en la atardecida un fin de semana. Vigo todavía no era un mapa de bares como ahora, pero apuntaba maneras. ¿Recordáis los lectores con canas? Podía comenzar en La Riojana o en El Águila, bajando luego por Carral con las opciones de Tres Carabelas, el Manila, el JosFranc y, si la cosa se pronogaba, el Almas Perdidas era un destino de alta horas para dar rienda suelta a los trinos cantarines (entonces se cantaba) por ejemplo con la cantiga da criada do cura de Corrubedo. Si acaso, las almas ya perdidas del todo se reencontraban en La Lechería.

Devuelvo a los Villar la “l” sustraída

Los dioses me socorran. En días pasados hablé en esta sección de la familia Villar, y se me dio por desposeerla de una “l” y reducirla a Vilar con reiteración aunque no alevosía ¿Porqué robé una letra de su apellido, un capital alfabético dignamente heredado, a para mí tan querida familia a pesar de que haya escrito tantas veces a lo largo de los años de ella por uno u otro de sus miembros, viriles los más porque son mayoría aunque femeninos a veces? De Ventura Villar padre por su empresa de calzados Trevinca, de Javier y Gonzalo por sus bares y músicas, de Vicente por sus kiwies, de Marta o Ventura hijo por su cine... Pues no lo sé pero hoy restituyo la verdad a su apellido, les devuelvo la “l” sustraída al descuido y escribo cien veces Villar.