VUELVA USTED MAÑANA

Nada es lo que parece

Parece ser, de seguir el discurso de los más eruditos líderes del PSOE renovado, que España está hoy dividida, con una línea nítida, entre fascistas extremos y demócratas progresistas, categoría esta en la que se incluye a la totalidad de las formaciones nacionalistas, incluso las de predicado conservador confeso. Este discurso, tan evidentemente absurdo, carece de toda base y es solo fruto de una forma de entender el presente una vez hecho trizas el consenso constitucional y sustituido por la confrontación más elemental, terreno en el que se mueven con facilidad aquellos que carecen de las condiciones para otra cosa. Las dos Españas han vuelto por sus fueros, sin que, seamos sinceros, abandonar esta división parezca convenir a ninguno de los contendientes.

Dicho esto, desde el hartazgo que provoca este juego de nulas convicciones y promesas vacías y desde el abandono de la ciudadanía y sus problemas, supeditados a la ambición partidista, hay que analizar el presente conforme a la realidad toda que lo envuelve, sin tapujos o argumentos que empañen lo que todos sabemos y ocultamos cegados por el instinto frentista que inunda nuestro corazón y ciega nuestra mente y, a veces, nuestra dignidad y libertad.

La amnistía puede ser o no legal, no hay verdades absolutas en derecho, ni siquiera una sola y única lectura constitucional. Puede ser conveniente o no serlo y favorecer la convivencia o alentar lo contrario. Ambas cosas están ahí y hubieran necesitado de una reflexión profunda y en calma, amplia, para valorar los efectos de lo decidido en horas y días y con un diálogo sincero, no impuesto por la necesidad inmediata de la contraprestación.

No se ha hecho esto, sino que se ha pactado un conjunto de medidas muy gruesas y acordado progresar en otras que en sí mismas constituyen una reforma de la Constitución por una vía falsa. Reconocer el término nación, por ejemplo, no es constitucional, pues el art. 2 de aquella solo habla de “nacionalidades y regiones” al rechazar el constituyente de modo expreso el concepto de “nación”. Los debates parlamentarios están ahí para quien los quiera consultar.

En un mes se han adoptado acuerdos que se negaban un mes antes con tanta fuerza como hoy lo contrario. La conclusión, pues, es que ni la legalidad, ni el fomento de la convivencia son elementos tenidos en cuenta, sino solo y exclusivamente los votos en juego y la investidura. Hubiera sido un acto de sinceridad y honestidad decir lo que se sabe, sin adornarlo de cualidades que, pudiendo ser ciertas, lo que no se puede negar si el futuro avala la decisión tomada, han carecido de importancia alguna. Qué diferente hubiera sido enfrentar los problemas con rigor y prudencia y, sobre todo, poniendo por encima a los ciudadanos, no a los partidos.

Negar la realidad está en la base de los discursos extremos, de los calificativos a media España de fascistas irredentos. Si se es fascista por oponerse a la amnistía, este nuevo PSOE lo ha sido hasta hace dos meses, exactamente hasta el día de las elecciones, pues hasta ese momento juró y prometió lo que ahora ha decidido.

Este partido, tal vez y su militancia toda, ha sufrido una revelación que le ha hecho pasar de la derecha extrema contraria a la amnistía a la luz cegadora del progresismo. En un día cientos de miles de personas han visto alteradas sus convicciones y sanados sus errores ultras. Basta ver a Borrell, otrora radicalmente contrario a lo que hoy profesa con el fervor del converso caído del caballo en un solo acto. Qué final de carrera política tan triste.

Cansa todo este asunto y cansa discutir sobre bondades que han sido ignoradas, incluso pudiendo ser positivas si se hacían bien. Y cansa este devenir de mentiras cuyo fin es solo el de crear y fortalecer una democracia demagógica en la que la ciudadanía es sustituida por los partidos que han dejado de ser nuestros representantes e instrumento de participación política (art. 6 CE), para adueñarse del Estado y del sistema más allá de lo que imaginaron nuestros constituyentes en su ingenuidad.

En este marco, el acuerdo entre Junts y el PSOE adquiere una importancia relevante y determinante. Que no se integre en la ley de amnistía es lógico, porque aunque el objetivo sea el mismo, el objeto difiere. Un acuerdo que ataca los pilares del sistema y que, con seguridad provocará crisis entre poderes que tendrán recorridos muy complejos. Un acuerdo inútil, cuyo fin es solo el de atacar a los tribunales que no se sometan al Ejecutivo y sus aliados. Y un acuerdo sin eficacia alguna que revelará la fortaleza del Poder Judicial y su respeto al sistema en el que ocupa una posición nítida que no entienden quienes no gustan del modelo, ahora también el PSOE.

Y mientras los políticos juegan y se divierten con lo que saben hacer, la sanidad, la educación, la justicia y demás servicios públicos van perdiendo la calidad que les es exigible. Los acuerdos de gobierno, las cesiones hechas, las condonaciones de deuda, el fraccionamiento de Renfe, todo esto se ha avalado sin analizar su repercusión en la vida ordinaria, sus efectos y consecuencias. En otros tiempos estas pequeñas cosas eran las importantes. Y determinaban las ideologías. Diluirlas es la razón de la decadencia de la socialdemocracia en el mundo. Y el PSOE parece no verlo. Una crisis económica o un cambio de criterios en la UE podrían ponerlo de frente a la realidad. Si el anterior gobierno fue complejo, el que viene será casi ingobernable. Y el PSOE es la parte débil, no la fuerte. Han cedido tanto que les han perdido el respeto. Solo hay que escucharlos.

*Catedrático de derecho procesal de la UA

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