Rascar un plato con un tenedor, ¿música o ruido?

José Manuel Otero Lastres

José Manuel Otero Lastres

Recientemente, leí en un diario una entrevista con el polifacético Javier Corcobado, en la que, entre otras cosas, sostenía que “rascar con un tenedor un plato cuando lo conviertes en algo eufónico, es decir, agradable de escuchar, es música. Y es irrebatible decir que no es música: es música”. La afirmación me llamó la atención y me llevó a reproducir el sonido de las púas del mencionado utensilio frotándolas por la superficie de un plato. La conclusión a la que llegué fue que era ruido y, más concretamente, del que produce dentera o grima.

Es verdad que Corcobado añade algo al hecho del sonido que surge al rascar: que tenga eufonía. Yo intenté convertir el ruido en un sonido eufónico, pero dada mis escasísimas facultades para la música, me resultó imposible. Pero busqué otras opiniones y encontré otra que acrecentó mis dudas sobre si el ruido en general podría ser música. Fue la de Tomas Quintero, el cual afirma que tanto el ruido como el sonido están compuestos por notas musicales, la diferencia está en la armonía que cada uno tiene, esa armonía muchas veces no la identificamos, no sabemos qué escuchamos. Y añade “en la música, el ruido es descrito como un sonido sin tono, indeterminado, descontrolado, estridente, no musical e indeseado”. Y concluye “el ruido “puro” no se puede representar en un pentagrama. El ruido “puro” (blanco) se supone que abarca todas las frecuencias del espectro auditivo”. “Pero las cosas –concluye– no son tan simples, claro. En el mundo real probablemente no existe el ruido blanco, ese ruido “perfecto” que abarca todas las frecuencias por igual”.

Sentado lo hasta aquí dicho no serán pocos los que llegados a este punto no sepan todavía a qué atenerse: aún no han conseguido formarse su opinión sobre si el ruido es música o no. La causa de esta perplejidad está, en mi opinión, en que no hemos establecido bien los términos de la discusión. La cuestión aquí planteada no es si el ruido puede ser música o no, sino si el ruido concreto de rascar un plato con un tenedor es música o no.

“El ruido de un instrumento de percusión es música en la medida en que se articula melódicamente y con ritmo para recrear el oído”

Según el Diccionario de la RAE ruido significa “sonido inarticulado, por lo general, desagradable”, mientras que por música se entiende “melodía, ritmo y armonía” (acepción 4) y “sucesión de sonidos modulados para recrear el oído” (acepción 5). El ruido de un instrumento de percusión, como un tambor, es música en la medida en que se articula melódicamente y con ritmo para recrear el oído. Y lo mismo cabe decir de los platillos. Y ello porque el sonido que sale de ambos instrumentos se combina con el de los otros para hacerlo agradable a los sentidos.

De lo que antecede se desprende que mientras que hay ruidos que pueden convertirse en música, no todo ruido es música. Hay ruidos (el de los indicados instrumentos de percusión) que, con el añadido de la melodía, el ritmo o la armonía pueden ser música porque se articulan melódicamente, y hay otros, en cambio, a los que no cabe agregarles eufonía (sonoridad agradable derivada de la combinación acertada de elementos acústicos) y, por tanto, no son nunca música.

Así las cosas, me vuelvo a preguntar: ¿es música el ruido que surge al rascar un tenedor contra un plato? Habrá quienes estén ya convencidos de que no. Por mi parte, creo que todavía hay que hacerse dos preguntas más, a saber: ¿puede dotarse de eufonía al ruido del rascado? y ¿puede representarse ese ruido en el pentagrama? A mi entender la respuesta a estas dos preguntas es negativa, por lo cual mi conclusión particular es, a diferencia de Corcobado, que el sonido de rascar el plato con las púas del tenedor no es música.

Es muy probable que este autor, que es músico y yo no, sea el que tenga la razón. Y más aún, si se tiene en cuenta que también es escritor. Por lo tanto, tiene una formación más completa que la mía. Pero yo, además de escritor, soy jurista. Y como escribió Ortega y Gasset, “o se hace literatura o se hace precisión o se calla uno”. Ahora, no estamos haciendo literatura, sino precisión. Y eso nos remite al lenguaje.

Pues bien, como ha afirmado Amparo Ariño, “el lenguaje es el instrumento con el que construimos el pensamiento. Por eso el empobrecimiento del lenguaje comporta el empobrecimiento del pensamiento. Y el uso incorrecto del lenguaje, sea a nivel morfológico, semántico o sintáctico entorpece el rigor del pensamiento, dificulta el pensamiento riguroso. Al mismo tiempo, hace que la expresión sea ambigua, a veces incoherente, en definitiva, dificulta su comprensión. Y esto repercute en la comunicación entre hablantes”.

Javier Corcobado tiene plena libertad para pensar y afirmar que rascar un plato con un tenedor es música. Pero se trata de una opinión que puede no ser compartida. Por mi parte, he tratado de mostrar mi discrepancia desde la óptica de la precisión del pensamiento y el lenguaje. Lo enriquecedor es sostener opiniones que generen debate, pero situados siempre en el ámbito de la razón y no de la descalificación o en el de limitarse simplemente de alegar la opinión contraria sin fundamentarla en un andamiaje lógico.

En la sociedad actual se debate poco o, por mejor decir, prácticamente nada. No hay tiempo para pensar, y como dice un gran amigo mío, “pensar no duele”. Para pensar no hay nada mejor que seguir las recomendaciones de John F. Kennedy que dijo: “Si esta nación (se refiere evidentemente a Estados Unidos) es tan sabia como fuerte, si queremos alcanzar nuestro destino, entonces necesitamos más ideas nuevas, más seres humanos sabios, más libros buenos en más bibliotecas públicas. Estas bibliotecas deben estar abiertas a todos, excepto al censor. Debemos saber todos los hechos, escuchar todas las alternativas y oír todas las críticas. Acojamos libros polémicos y autores controvertidos”. Estoy completamente de acuerdo.