Tienen que parar los ataques a objetivos civiles

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Nada del mundo puede justificar un ataque a blancos civiles como el llevado a cabo, según fuentes ucranianas, contra los asistentes a un velorio en Jarkóv, en el que murieron más de sesenta personas, entre ellas un niño.

Nada al mismo tiempo más estúpido que lanzar un ataque tan brutal y de tales consecuencias en un momento en el que estaban reunidos en Granada los dirigentes de la Unión Europea junto al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

¿No pensaron los que ordenaron tan inhumana acción en la condena inmediata y unánime, en la repulsa internacional que con toda razón provocaría? ¿O tal vez, llegados ya a este punto de la guerra, les da absolutamente igual?

Es cierto que los ataques a civiles no son una exclusiva del Ejército ruso. También los llevan a cabo los ucranianos contra aldeas situadas en las regiones ocupadas por Rusia.

Lo sabemos, aunque prácticamente no informen de ello los medios occidentales, gracias a fuentes rusas, por ejemplo, la agencia Tass, aunque se la tache siempre de propaganda.

Es curioso que la Unión Europea parezca haber relajado últimamente las reglas que impedían a los ciudadanos europeos todo acceso a los medios rusos y que obligaba muchas veces a buscar la versión del Kremlin en los de algún país no alineado con Washington como la India.

Muchos de los ataques contra objetivos civiles, como bloques de viviendas, ha tratado de justificarlos Moscú por el hecho de que estaban siendo utilizados por militares ucranianos. Es decir, que se utilizaba a los vecinos como escudos humanos.

No importa. Los ataques intencionados contra la población y contra bienes civiles están condenados por el derecho internacional y se consideran con razón crímenes de guerra.

"Los ataques intencionados contra la población y contra bienes civiles están condenados por el derecho internacional y se consideran con razón crímenes de guerra"

Por supuesto que acciones de ese tipo suceden en todas las guerras. Los llevó a cabo también y masivamente la OTAN, liderada por Washington, en las guerras de Yugoslavia, de Irak o Libia, entre otras.

Por no remontarnos a la Segunda Guerra Mundial con las dos bombas atómicas lanzadas por EE UU contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki o los bombardeos británicos que arrasaron la alemana Dresde.

El gran escritor estadounidense John Steinbeck, que cubrió para los medios de su país la Segunda Guerra Mundial y fue testigo de sus horrores, llegó a la conclusión de que las guerras no solo son trágicas, sino que no tienen al final ningún sentido.

No sirven para atacar en su raíz las causas del conflicto y con harta frecuencia sólo llevan a más violencia, sostenía el premio Nobel de literatura estadounidense.

“Toda guerra, escribió el autor de ‘Las uvas de la ira’, es síntoma del fracaso del hombre como animal pensante”.

Claro que podemos también remontarnos al inglés William Shakespeare, quien en su “Rey Lear” dejó escrito: “Es la plaga de los tiempos: cuando los locos guían a los ciegos”.

Esta guerra está durando ya demasiado. Parece que no hemos aprendido nada.

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