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Un impulso real al campus científico en la ETEA

Sede del Instituto de Investigaciones Marinas en Bouzas.

Sede del Instituto de Investigaciones Marinas en Bouzas. / Alba Villar

Todo proyecto, más si se bautiza con la vitola de estratégico, que tarda más de veinte años en ejecutarse pasa indefectiblemente de plan ilusionante a pesadilla. La expectación que despierta en su inicio deviene en frustración. La esperanza en desconfianza. El optimismo en escepticismo. En Galicia, por desgracia, tenemos sobrada experiencia en estas cuestiones. La línea de Alta Velocidad entre Vigo y Ourense es el ejemplo palmario. Todavía hoy nadie es capaz no solo de ponerle fecha a su conclusión, sino de concretar su inicio físico.

Pero no es necesario acudir a infraestructuras que se mueven en magnitudes presupuestarias extraordinarias para ratificar esta penosa realidad. La conversión de la antigua ETEA de Vigo –una instalación militar en desuso desde hace décadas– en un complejo científico-tecnológico de proyección internacional ilustra a la perfección la desidia, incluso la incompetencia, que durante años y años han demostrado unas administraciones incapaces de poner en marcha una actuación clave para Galicia.

Echar la vista atrás y recorrer las vicisitudes que ha vivido el proyecto durante todo este tiempo nos provocaría estupor si no fuese, en ciertos aspectos, dramático. Hace unos días en el formidable recinto, ubicado en un enclave único, asistimos a la enésima ceremonia de presentación de una parte del proyecto. En este caso el promovido por el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Durante el acto, por fin se anunciaron actuaciones concretas, cantidades a invertir e incluso fechas para reconvertir varios edificios en una nueva sede para el Instituto de Investigaciones Marinas. La noticia es excelente... si la negra sombra del pasado no se cerniese sobre ella. FARO DE VIGO, como ha venido haciendo desde el primer anuncio, allá por los inicios del año 2000, mantendrá su actitud vigilante, incluso beligerante, para recordar a unos y a otros que las promesas no solo se anuncian, sino que se cumplen.

Más allá de la lógica desconfianza, que solo la fuerza de los hechos –y las obras– podrá apagar, el proyecto presentado en la antigua escuela militar reúne todos los requisitos para empezar a transformar un espacio privilegiado, hoy degradado por el abandono, en una actuación urbanística de primer nivel, que sepa conciliar los intereses y las necesidades de la comunidad científica, con la de los vecinos, primero los de Teis, un barrio que urge revitalizarse, y por extensión los de toda la ciudad.

Porque la metamorfosis de la ETEA trasciende el ámbito investigador. No puede ser un gueto científico de cinco estrellas, sino que su trabajo debe estar conectado con la economía real, con el tejido empresarial e industrial de nuestra ciudad. La aplicación, la utilidad de su labor, la traslación de su conocimiento al mundo real, son esenciales

Además, debe convertirse en otro modo de hacer y entender la ciudad, basado en la innovación y la sostenibilidad. En armonía con los valores paisajísticos y naturales. Y también con las demandas de dotaciones e infraestructuras públicas que exigen los residentes en la zona. “Creemos haber dado la mejor respuesta para terminar de encajar un puzle complejo”, aseguraron durante su presentación los arquitectos ganadores de un proyecto que aspira a construir 8.500 metros cuadrados de edificios en un espacio de 22.000 metros. Según los cálculos de los responsables del CSIC, en 2026 ya habrá científicos trabajando en la flamante sede del Instituto de Investigaciones Marinas. Tomamos nota de la fecha, porque de momento de los 40 millones anunciados que exige la actuación, solo hay 16 consignados.

Sin embargo, el proyecto integral de la ETEA va más allá de la aportación del CSIC. Falta la otra gran pata sobre la que debe levantarse la recuperación del espacio: la de la Universidad de Vigo, que pretende trasladar a ese recinto la Facultad de Ciencias del Mar y el Centro de Investigación Marina (CIM). Su ubicación estaría en edificios propiedad de Zona Franca que les entregó en calidad de cedidos. Ahora que el CSIC parece haber despertado de un letargo crónico, la UVigo tiene la obligación de acelerar sus proyectos para que caminen de la mano, de forma sincronizada. Pero antes tendrá que contar con el proyecto de urbanización de viales de la Xunta, un plan reiteradamente anunciado pero que no acaba de ver la luz. Una vez aprobado, los responsables universitarios tienen que ponerse manos a la obra sin más dilación. Ya llegamos tarde.

El propósito final, según los rectores del CSIC, es hacer de la ETEA un “referente mundial” de la actividad científica y tecnológica. La expresión por repetida en innumerables ocasiones suena tan bienintencionada como desgastada. Aun así, dada la contundencia de las manifestaciones escuchadas en boca del CSIC, Concello y Xunta, parece que por fin hay motivos para un moderado optimismo.

Desde las páginas de FARO siempre hemos defendido, y lo seguiremos haciendo, el formidable potencial que tiene nuestro territorio en el ámbito de la ciencia y la investigación, en especial en todas aquellas cuestiones vinculadas al mar. La reciente celebración del Consejo Europeo de Ministros de Pesca en Vigo demuestra, por fin, nuestro protagonismo, incluso nuestro liderazgo. Pero esa cumbre, por mucha pompa y boato que se le quisiese dar, no deja de ser una foto, que con el tiempo se puede ajar.

“Esperemos que todos los actores involucrados hayan aprendido la lección y que el nuevo proyecto del CSIC sea el verdadero principio de algo importante y no una reedición del libro de lo que pudo haber sido y no fue”

Vigo reúne una panoplia de centros investigadores de primer nivel. Eso es tan cierto como la precariedad y la penuria en que con frecuencia trabajan sus plantillas. Los lectores de FARO habrán seguido, por ejemplo, las continuas denuncias que hemos venido publicando sobre el insoportable deterioro que sufre el Instituto Oceanográfico de Cabo Estai. Resulta esperpéntico que, por las graves deficiencias, incluso de seguridad, en sus instalaciones, los investigadores tengan que trabajar en el salón de actos. Tras negar de forma tozuda la mayor, la nueva directora de este centro ha prometido una reforma integral y ambiciosa de las instalaciones, “sin limitaciones presupuestarias”. También nos apuntamos ese anuncio.

La sede de Investigaciones Marinas en Bouzas tampoco es un ejemplo de instalaciones modernas e innovadoras. Que sus científicos se queden en sus casas porque en el barrio hay fiestas y es imposible acceder al edificio es un chiste malo. Basten estos dos ejemplos para ilustrar el impacto que la dejadez o el olvido han tenido sobre nuestros centros de investigación supuestamente punteros en España y en Europa.

El futuro de Galicia pasa por la atracción de talento –nacional e internacional–, por explotar nuestro potencial, por la innovación. Y todo eso también pasa por tener instalaciones y recursos –económicos, tecnológicos y profesionales– adecuados.La reconversión de la ETEA en un polo científico-tecnológico es una palanca formidable en esa dirección. Hasta ahora la manifiesta incapacidad de las autoridades –políticas, académicas y científicas– han impedido que ese proyecto que casi peina canas sea una realidad. Hemos perdido veinte años, que a la velocidad que avanza el mundo y con la terrible competencia que existe entre territorios, no solo europeos, son muchísimo más que dos décadas. Esperemos que por fin todos hayan aprendido la lección y que el proyecto que se presentó hace diez días en la ETEA sea el verdadero principio de algo serio y no una nueva reedición del libro de lo que pudo haber sido y no fue.